Fin de año

2 0 0
                                    

El bar está cerrado por esta noche. No hay fiestas ni gritos, solo la calma previa a la celebración.


 Arriba, el piso entero está decorado con adornos navideños, suficiente para pasar por una tienda de Navidad. Pero la cena será en la planta baja, en el bar, y solo con la familia, como debe ser. Cerramos el lugar esta noche para celebrar otro año juntos, otro año de libertad, de éxitos y de victorias. Cada día que somos libres es una victoria en nuestro camino.

Unimos las mesas del bar, juntamos las sillas y bajamos la comida que nos tomó todo el día preparar. Somos muchos, y al mismo tiempo, muy pocos. Muchos de los nuestros siguen encerrados, y esa realidad nos causa tristeza. Sentados a la mesa, veo a los demonios oscuros, a los amigos de tantas razas y a mis hijos. Soy tan distinta que deberían odiarme, pero somos familia. Le sonrío a mi esposo, que me observa desde el otro lado de la mesa, y brindamos juntos: primero, por los demás, luego, por los éxitos logrados, y finalmente, por el amor que nos une. Al final, de eso se trata todo.


Comenzamos a comer y las montañas de comida desaparecen rápidamente. Aparece más comida, montones de salsa barbacoa que llenan el ambiente de un aroma picante. Las risas y las bromas resuenan, la música se eleva, y la gente empieza a bailar. El calor de los cuerpos aumenta la energía de la celebración. Es fin de año, y tengo un plan.


La luna está llena. No sé si esto arruinará mi plan, pero no me gusta salir en noches despejadas. Miro hacia el cielo, frunciendo el ceño de una forma que haría correr a cualquiera de mis hijos. Pero la luna no se inmuta; mis planes le importan poco. Suspiro con frustración y regreso al bar, acercándome a la barra. Busco a mi esposo, pero no lo veo, y la sonrisa desaparece de mis labios. Un gruñido escapa de mi garganta mientras lo busco con la mirada, hasta que lo veo salir de la bodega cargado con cajas de champán, vodka y otras bebidas fuertes. Al ritmo que vamos, acabaremos con las existencias del bar. Los demonios tienen un apetito insaciable, y esta noche están desatados, celebrando a lo grande.


Le sonrío desde donde estoy, pero no me acerco. Sé que le gusta perseguirme de vez en cuando, y hoy pienso hacerle el juego. Cuando noto que se dirige hacia mí, me deslizo hacia la pista de baile y me pierdo entre la multitud, dejándome llevar por la música. Me mezclo entre un grupo de demonias y mujeres pantera que bailan, riendo y disfrutando. Cuando ven al atractivo barman acercarse, se le lanzan encima. Aprovecho la distracción para escabullirme hacia la parte de atrás del bar.


El tiempo corre, y me doy prisa: falta poco para la medianoche. Lo espero cerca de la puerta trasera, y cuando lo veo venir, un grito de alegría escapa de mis labios. Él emite un gruñido bajo, molesto porque me escapé y lo dejé rodeado de mujeres ebrias. Se acerca rápidamente, y la emoción hace que mi corazón lata con fuerza. Dos minutos, pienso con alegría, y salgo al exterior. Para mi sorpresa, una nube se desliza sobre la luna, y aprovecho para cambiar mi ropa por algo más abrigado. Cuando él sale buscándome, hago lo mismo, apareciendo a su lado con una sonrisa juguetona.


Él se queda parado un momento, sorprendido, lo cual aprovecho para tomar su mano y transportarnos a Nueva York, en medio de la algarabía de Times Square. La gente está tan concentrada en la cuenta regresiva que ni siquiera nota nuestra llegada.


Miro hacia el reloj: faltan 10 segundos. Una mano fuerte me sujeta y me gira hacia él. Su expresión es de ligera irritación, pero no puede evitar sonreír. Son tan raros los momentos que pasamos a solas, que mi pequeña travesura es bienvenida. Me acerco y lo abrazo justo cuando el confeti y las serpentinas comienzan a caer. La gente grita con emoción al recibir el Año Nuevo, y el cielo estalla con fuegos artificiales de colores. Lo beso con fuerza, aferrándome a él como mi única salvación.


Cierra los ojos por un instante y me abraza con fuerza, susurrando:


—Feliz año, pequeña diablilla. Que sea uno más a tu lado. Mi vida no sería igual sin ti.


Sonrío con amor, y le susurro de vuelta:


—Feliz año, mi guerrero. Gracias por todo lo que me das cada día. Mi vida tampoco sería la misma sin ti.


Nos quedamos abrazados mientras los colores inundan el cielo y la gente celebra alrededor. Allí, en medio del caos, estamos solos, y regresamos al bar, a la vida cotidiana, con nuestros corazones un poco más unidos. Porque la vida, al final, se trata de estos pequeños momentos junto a los que amamos.

Historias al azarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora