Demonio

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Severus Snape sabia desde que era un niño que la vida no sería nada fácil para él, durante su niñez fue rechazado y tratado con indiferencia por profesores y compañeros, cuando llego a Hogwart pensó que las cosas cambiarían, pero no fue así, durante el escuela perdió a su mejor amiga, casi hermana, su madre murió en esa casa donde solo había sufrimiento, y ahora era el esclavo/esposa de su verdugo.

En la habitación principal de la residencia Black se oían sollozos y gemidos lastimeros; el amo de la casa estaba abusando del doncel nuevamente, tal como lo habia estado haciendo desde que lo tenia prisionero en esa casa mientras el pequeño pelinegro solo sollozaba.

-Deja de llorar... te ves horrible cuando lo haces- gruño con molestia el Black mientras embestia al doncel.

-L-Lo... siento... amo- fue la disculpa de Severus que trataba de limpiar sus lágrimas aun con sus manos atadas.

A Sirius le molestaba ver llorar al doncel y lo hacia enfurecer, le ofrecía todo, pero el doncel no pedía nada y le enfurecia que siempre estuviera preguntando o queriendo comunicarse con Malfoy o su hermano.

Después de correrse desato las manos de Severus.

-Hoy vienen Cornamenta, Lunático y Colagusano, cocina algo decente- ordenó Sirius dirigiéndose al baño de la habitación.

-Esta bien, amo- Severus solo cubría su lastimado cuerpo con la sabana como lo hacía siempre después de ser violado por el Black, había perdido las esperanzas de ser rescatado así que solo se resignaba a obedecer para que no lo golpeara, después de todo siempre fue conocido por aprender rápidamente de sus errores.

Varios minutos después Severus se levantó con dificultad de la cama y se coloco la bata que Sirius le había asignado como suya para dirigirse a limpiarse, cuando Sirius salía del baño detuvo a Severus.

-Iré con unos chicos del departamento de aurores, regresaré dentro de unas horas- dijo Sirius.

-Entendido amo- dijo Severus sin mirarlo a los ojos.

Sirius frunció el ceño y salio de la habitación dando un portazo.

Severus tembló ante el ruido, porque significaba que el Black estaba enfadado, y que él lo había hecho enfadar.

-Amo Sirius dijo que volveria dentro de unas hora- dijo Terry del otro lado de la puerta.

-Lo se, puedes ir al mercado a traer las cosas para la cena?- pregunto Severus.

-Terry lo hará con gusto- dijo el elfo antes de desaparecer con un pof.

Severus salio del baño varios minutos después, decidió que mientras esperaba al elfo lavaria los platos usados durante el desayuno y prepararía algo para el almuerzo.

-Otra vez, cariño, debes ayudar a mamá- Severus acariciaba su vientre, agradecía a la madre magia que le ayudará a ocultar y mantener seguro a su bebé, solo esperaba que cuando se lo dijera al Black este no reaccionara de manera negativa.

Severus volteo nuevamente a ver el árbol de manzanas que habitaba el patio, desde hacia unos días deseaba comer manzanas, había ocultado sus mareos y ascos desde que lo supo, después de todo su amo lo ignoraba si no era para golpearlo o tener relaciones con él.

-Podria hacer un pie de manzana para la cena y comer una... El amo no debería molestarse si salgo al patio a recogerlas- murmuró para si mismo el doncel dudando si salir o no.

Después de varios minutos de buscar lo necesario para preparar el pie y debatir los los pros y contras decidió recoger unas manzanas y volver a entrar rápido.

Con temor y vergüenza, por llevar solo una camisa que apenas y le cubría lo necesario, salió al patio con un cesto en sus manos y camino hacia el árbol, pero a mitad del camino Sirius apareció detrás de él.

-Quien te a ordenado salir?- pregunto fríamente el Black.

-A-Amo... Solo... Manzana- el pelinegro estaba aterrado, el rojo sangre de los ojos del más alto le aterraba de sobremanera.

Sirius no espero una explicación y lo tomo del cabello obligándolo a entrar a la casa.

-Lo siento, lo siento- se disculpó el azabache cubriendo su vientre cuando el Black empezó a golpearlo con su cinturón.

Sirius estaba cegado de la ira, el haber encontrado a Severus fuera de la casa lo había hecho enfurecer, no dejaría que se fuera, no lo iba a permitir; no después de la conversación que tuvo con Remus temia que se fuera.

Cuando se dio cuenta de lo que había hecho vio con horror que el cinturón había roto la blusa que llevaba el menor y su piel se había abierto por la fuerza de los golpes, Severus apenas gimoteaba de dolor mientras cubría su vientre.

-¡Terry llama al medimago, ahora!- ordenó Sirius tomando en brazos a Severus para llevarlo a su habitación.

Un doloroso quejido salió de los labios del pelinegro.

Eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora