TWENTY

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Otro día. Otro viernes. Se cumplió una semana después de que JiMin y JungKook se confesaran sus sentimientos. Se tomaron el atrevimiento de hacer el amor en ese mismo instante y en el resto de la semana, bueno, ya no hubo noche en la que no durmieran juntos. Su presencia era una necesidad pasional. Sobre todo para JiMin que siempre estaba buscando tener contacto físico con el mayor e incluso algo más. Desde la segunda vez que lo hicieron se convirtieron en dos seres insaciables. Ambos parecían adolescentes hormonales que no podían controlar sus bajos instintos y sólo teniendo sexo podían saciar la sed que a sus cuerpos consumía.

Y con esto llegaban otras cosas. Otras situaciones. La confianza y la plenitud de mostrar su verdadera personalidad. JiMin era muy curioso y precisamente por eso le preguntaba detalles de su infancia a JungKook. No le gustó mucho llegar a la parte del divorcio de JiHyun y JiSoo, sin embargo, decidió quedarse callado por la forma tan sincera en que el pelinegro explicaba lo que pasó. Y por primera vez en su vida éste pudo contar la experiencia que ni siquiera a TaeHyung le confió. Para él, JiMin ya era su refugio.

—No puedo creer que les hayas pedido eso de regalo de cumpleaños—se burló el rubio.

—Debía hacerlo, de otro modo ellos no hubiesen aceptado que ya no querían estar juntos—justificó—Además, odiaba que me creyeran ingenuo—confesó—No era muy maduro, pero entendía las cosas—bajó la mirada.

JiMin se acercó a él para abrazarlo y depositó un beso en su mejilla. El pelinegro lo miró con ternura y devoción. No sabía que durante todo este tiempo había necesitado mucho de su compañía. La calidez de su cuerpo le reconfortaba y le daba seguridad. Lo atrapó de la cintura y lo sentó en su regazo para después reclamar sus labios como premio. Antes, el divorcio de sus padres parecía que era algo que aún le afectaba. Cuando JiSoo encontró a TaeYang se sintió desplazado. Y tal vez, en gran medida, su odio por JiMin se debía a esa situación. El pelinegro tuvo que quedarse en Corea, aunque fue por decisión propia, no quitaba el hecho de que extrañaba a su mamá y en todo este tiempo el pequeño ha tenido la atención de JiSoo en la mayor parte. Cada vez que los visitaba se sentía incómodo de observar como su propia madre le profesaba cariño a alguien que no era su hijo. Y eso, sumándole que el pequeño era molesto, la batalla para el mayor fue mucho peor. Sin embargo, ahora no podía cuestionar lo que hizo en su cumpleaños, ni tampoco el divorcio de sus padres, porque si eso no hubiese pasado ahora mismo no estaría con JiMin. Su pasado ya no pesaba en lo absoluto, no cuando lo tenía para su deleite y podía tocarlo a su antojo. Podía besarlo y hacerle el amor las veces que quisiera. Así que sí, su desdicha de hace unos años atrás valió toda la pena del mundo.

—JiSoo te ama—decía el rubio—Muchas veces me habló de ti y de tantas empezabas a caerme bien—JungKook lo miraba con mucha atención—Hasta que te conocí, claro está—rodó los ojos y el contrario soltó una risa ligera—Pero no hay duda de que eres el único hombre para ella. Siempre dice que está muy orgullosa de ti.

Quizá ya era algo que sabía, pero le llenaba de calidez saber que a pesar de la distancia su madre lo tenía presente todo el tiempo. JungKook estaba seguro de que las palabras de JiSoo eran ciertas y genuinas, lo sentía cada vez que la miraba a los ojos. Además, era una mujer que siempre desbordaba amor y su sonrisa centelleante contagiaba a cualquiera. No podía culparla de haberse encariñado con JiMin tan rápido, además que éste era un ángel que sabía darse a querer. Le daba gusto saber que ambos se tenían.

—Voy a contarte algo—suspiró el rubio—Nunca escuché a mi mamá decir que estaba orgullosa de mí...

—No tenemos que hablar de ella, JiMinie...

—Quiero hacerlo, JungKookie—habló con decisión y luego retomó—Muchas veces me dijo "te quiero", no estoy seguro de sí lo decía enserio—sonrió con fragilidad—La esperé mucho tiempo hasta que un día me cansé. No voy a negar que me hizo falta, pero cuando JiSoo apareció, no sólo cambió la vida de mi padre, también la mía.

Cuarentena (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora