"Es una promesa, querido Park. Seremos adultos y luego viejitos y moriremos juntos. No tendré esposa hasta que tú lo tengas."
Park Jimin solo quería que su hyung estuviera a su lado y lo amara en una sociedad que lo juzgaba; pero Jungkook se enfocó...
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Junio, 2013.
Jeon Jungkook nunca había logrado alcanzar a Park Jimin.
Literalmente había corrido en dirección contraria a donde él se dirigía.
El infierno sí existe. Para Jungkook era así todos los días desde que había perdido las esperanzas de saber que su amigo seguía con vida, porque ya no lo estaba.
No estaba perdido, Jungkook sabía que no. Park Jimin estaba muerto.
Y eso fue confirmado cuando tres semanas después, la policía llegó a la casa Park con un informe oficial, en conjunto con los médicos forenses, de que habían hallado un cuerpo sin vida cerca de las costas a muchos kilómetros de su ciudad, con las mismas características que ellos le habían dado.
Eso fue cruel. Y culpó a Jimin de dejarlo solo, de irse sin una despedida normal porque era cierto que si lo hacía, Jeon no lo hubiera soltado jamás.
Jeon Jungkook no quería soltarlo.
Jeon Jungkook quería tenerlo para siempre con él.
Jeon Jungkook quería besarlo otra vez.
Jeon Jungkook lo extrañaba demasiado como para hacer lo mismo con su vida. Porque sabía que si dejaba de existir, ese sentimiento por Jimin desaparecería y eso era algo que no quería que sucediera nunca.
Jeon Jungkook quería vivir con el recuerdo de que Park fue alguien para él. Quería vivir en un infierno mientras estaba seguro que su amigo era un hermoso angelito. Quería recordarse a él mismo no haberlo amado como se lo merecía y viviría con ello toda la eternidad, con la culpa.
Jeon Jungkook sí había amado siempre a Park Jimin.
Pero ya era tarde.
Park Jimin estaba lejos de su alcance.
Como una hermosa mariposa que emprende un vuelo y nunca vuelve a su hogar.
Para Jungkook, Jimin era esa mariposa.
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Octubre, 2017; Seúl, Corea del Sur.
¿Cuándo había dejado de distinguir lo imaginario de lo real? Todo eso lo estaba aterrando. Y no quería esconderse porque era su último día. Sin embargo, había llorado toda la madrugada para que esas imágenes se borraran de su mente, pero era inútil. No podía considerar si quiera hacerse daño para saber que estaba en el mundo real y que había dolor en su cuerpo, porque si lo hacía, probablemente le darían mucho tiempo más de muerte social.
