"Es una promesa, querido Park. Seremos adultos y luego viejitos y moriremos juntos. No tendré esposa hasta que tú lo tengas."
Park Jimin solo quería que su hyung estuviera a su lado y lo amara en una sociedad que lo juzgaba; pero Jungkook se enfocó...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un mes después, contrario a lo que Jungkook había dicho sobre deshacerse de la portátil vieja de su novio, había mandado a recuperar su memoria para poderle dar una sorpresa a su querido Jiminie.
Quería recuperarla y posteriormente devolvérsela a su novio.
Y al tener curiosidad por saber qué era lo que guardaba ahí, ingresó a sus datos, pues al final de todo sabía que Jimin había deseado que él hiciera algo con ellos. Y eso lo podía asegurar gracias a la nota que había dejado junto con el aparato.
En tan solo unos días había terminado de ver gran parte de las fotografías que su esposo había guardado allí, fotos de ellos y algunas solamente de él; también algunos documentos de poca importancia. No obstante, lo que más absorbió su tiempo fue leer los documentos adjuntos que llevaban de título su nombre.
Todas las noches iba al almacenamiento de su teléfono, donde tenía archivada toda la información y las leía luego de asegurarse que su novio estuviera durmiendo. Era curioso porque se encargaba de dejarlo sin energías teniendo sexo y así no pudiera despertar ni con un terremoto. Igualmente podía leer en las mañanas, estando en su oficina en la clínica en la que trabajaba como psicólogo clínico.
—Mi Jimin... ¿Por qué no me dijiste a la cara todo esto que sentías?
Recientemente había terminado de leer la carta que tenía de título: "Hacer el amor es melancólico".
Si hubiera sabido todo eso antes... Bueno, de todas formas en esa temporada ellos estaban muy lejos en sentido figurado. No hubiera podido ser nada por él, pese a su promesa de niños sobre protegerlo y ser el mejor psicólogo por él.
Estaba a punto de continuar con su lectura, pero el sonido de unos golpes en la puerta lo despavilaron.
Exigió que entrara, mientras se secaba las lágrimas que se habían alojado en sus ojos rasgados, y guardaba todo indicio de que hubiera estado concentrado en otra cosa que no fuera su trabajo. Se hizo el loco revisando algunos archivos de su escritorio, toqueteándose esas gafas de nerd que se le veían preciosos.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Señor Jeon, tiene una visita.
—Sí, claro. ¿Tiene cita?
—No, señor Jeon, pero me dijo que era un amigo —Señaló, la mujer, que venía a ser su secretaria—. ¿Lo hago pasar?
