Capítulo 3.

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Las cartas.
Thea.

Volver a casa es algo agradable, ver mi habitación llena de amarillo no tanto.

La última vez que la decore lo hice junto a Lucas, y era imposible por más pasará el tiempo no recordar cualquier momento que vivimos en esta habitación, en este lugar.

El golpe en mi puerta me hace girar y veo como lentamente mamá aparece con una sonrisa.

Lleva una trenza en su cabello y es de las pocas veces que la veo sin maquillaje, y se ve bonita, mayor pero radiante con esos ojos marrones claros que Liseth y yo heredamos de ella.

—¿Cómo ha estado mi bebé grande?— sonrió al escucharla, supongo que por más que crezca siempre seré su niña.

Se acerca y me ayuda a doblar la poca ropa que he traído, noto como viste uno de esos vestidos sencillos y llamativos que papá suele alabar siempre con su «Thiana, me he enamorado una vez mas de ti como un crío»

Cuando veo el amor de mis padres, no dejo de creer que el amor de verdad si existe, ese intenso, capaz y al mismo tiempo humano, ellos son el claro ejemplo.

—Todo bien, mamá— me siento y ella hace lo mismo a mi lado.

Observa todo nuestro alrededor y me mira.

—Esta habitación se siente tan vacía sin ti, a veces tu padre y yo entramos, vemos tus cuadros y no podemos dejar de pensar que nuestra pequeña ya ha crecido y no nos hemos dado cuenta.

—También los extraño, mamá.

—Sé que podemos vernos siempre, cariño, pero ya no podemos solo tocar la puerta y saber que saldrás al segundo— toma una de mis manos.

Me acerco y le doy un abrazo, la verdad es que los extraño mucho, incluso cuando sus horarios siempre nos han dejado días o horas cortas, extraño el calor, el olor a hogar.

Deja un beso en mi cabello y nos separamos con una sonrisa, sé que soy la más parecida a mamá, incluso en nuestras formas de ser.

—¡Casi lo olvido!— se coloca de pie y abre uno de mis cajones— estás cartas son las últimas que te han llegado de Lucas.

Siento como un nudo en mi garganta se instala y cuando las tengo en mis dedos veo su letra en una de las esquinas, su nombre. Esas cinco letras.

Dejo unas en la cama y tomo una con el deseo que abrirla y al mismo tiempo con el miedo de hacerlo.

—Sé que nunca hablamos de esto, y solo lo hicimos una vez, Thea— levanto a mirada de la carta.— ¿Por qué no lees sus cartas?

Mamá sabía lo que había pasado, y no porque quisiera, fue más porque ella me busco aquel día en el aeropuerto cuando Lis la llamo, se lo conté todo, entre lágrimas, con el corazón en pedazos, y con el ardor tan fuerte que sentía que me habían arrancado un trozo de piel.

Lo que más me gustaba de mamá era nuestra confianza, nunca se lo contó a papá, y mientras ella sabía la verdad, papá solo sabía que Lucas quería regresar de nuevo al internado.

Para él seguía siendo mi mejor amigo a la distancia que me enviaba cartas y hablábamos.

Siento que las lágrimas van aparecer y bajo la mirada de nuevo a la carta, los dedos me pican por abrirlas, pero mi corazón me grita que no lo haga.

—A veces no lo sé— confieso— mi parte egoísta teme que él sea muy feliz mamá, y al mismo tiempo teme que no lo sea.

Mamá posa su mano en mi mejilla y me ve con ternura.

Explorando el amor (Libro 2 de EEA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora