Capítulo 14.

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Lucas.

Lo que aprendí.

A veces pienso en la edad, en la vejez, en la juventud, en la niñez. En lo diferente que somos en cada una o en lo parecidos que terminamos siendo después de todo; en como algunos arrebatos de locura en la juventud se parece en lo poco que meditamos las cosas de niños o como en la vejez volvemos a ser niños pero esta vez con experiencias y marcas de batalla en la piel. Sí nos fijamos bien la vida es una batalla que va dejando cicatrices, lo mismo sucede con nuestra juventud como pensamos que hemos vivido todo y que lo sabemos todo aunque al final de cuentas no sabemos nada.

Yo pienso mucho en mí, en como el Lucas de ahora no es el mismo de hace unos años atrás pero guarda algo de lo que fue de niño y me preguntó qué será lo que lleve a mi vejez. ¿Pensaré de la misma forma? ¿Tomaré las mismas decisiones? ¿Me gustarán mis cicatrices? Pienso en... Sí ahora soy de una forma, ¿Que cambiará después? Me da un poco de miedo no avanzar a ser mejor, pero sobre todo me da curiosidad descubrirlo.

—Lucas, te quedan pocos minutos— me grita Charlie cuando estoy por terminar mi entrenamiento de hoy.

Asiento distraído y sigo con mis pensamientos, pero por un fragmento de segundos me quedo observándolo.

¿A Charlie le gusta su vida? ¿Alguna vez quiso algo de joven como yo ahora? ¿Se llegó a sentir perdido en la juventud como yo? Nunca nadie pregunta eso, nunca nadie comparte eso.

Entonces quizás sea falso que alguien te conoce completamente, cuando hay preguntas que la otra persona nunca hace y tú tampoco te planteas algún día responderlas si se diera el caso.

Tampoco se hablan de los deseos o de cuántas veces es cierto que el corazón puede latir por amor, ¿Es cierto que solo lo hace una vez por alguien? ¿O puede hacerlo muchas veces? Nadie nunca lo habla.

¿Y si el corazón de Thea a latido de nuevo por ese chico después de mí? ¿Y si el mío lo hace alguna vez por alguien más? Y si deseamos y deseamos solo por la edad y luego son deseos perdidos en el tiempo, y si...

—¿Que te sucede hoy?— la voz de Charlie me hace girarme.

—Estoy pensando.

—¿O divagando? Porque eso parece.

Camino hacia una de las bancas y me dejó caer, tomo mi botella de agua y me la llevo a la boca.

—¿Algo malo ha pasado?— me pregunta con cautela.

Yo niego con la cabeza.

Charlie se queda en silencio por un par de segundos.

—¿Somos amigos?— su pregunta me hace arquear una ceja— bueno, soy tu entrenador y nos vemos más de lo que seguro has visto a cualquier chica en el último año. Y si eso no crea un lazo, espero que igual sientas confianza de hablar conmigo cuando algo no esté bien.

—¿A qué viene eso?

—Al hecho de que hoy siento que Lucas no está bien.

—Estoy bien— frunzo el ceño.

—¿Y qué te tiene en la luna?

Bajo la mirada y observó mis pies.

Nunca se me ha dado bien hablar con las personas, puedo escucharlas o fingir que lo hago, puedo hablar a veces con Hugo o Thea, pero hay una parte de mí con llave, dónde guardo lo más pesado, lo que muchas veces intente dejar salir pero fue como si la llave se hubiese perdido.

Pero a veces siento que la cerradura de abre un poco y me llena la cabeza de pensamientos.

—No pasa nada— me levanto— iré a ducharme.

Explorando el amor (Libro 2 de EEA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora