Penélope - Pt. 3

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El taxi llegó pasadas las diez y media de la noche, antes de salir le envié un mensaje a Penélope diciendo que iba en camino, ella solo contestó mi mensaje con un "ven a mí, te espero", algo que me gustó, estaba ansioso, mientras el taxi hacía su recorrido, no podía evitar pensar en todas las cosas que deseaba hacerle a ella, la deseaba demasiado, aquella primera noche que tuvimos logró algo que normalmente me sucedía, y era quedar enviciado por una mujer que recién conocía.

Aquel deseo casi obsesivo era algo nuevo para mí, yo sabía que la noche que tuvimos nos había quedado corta, la forma abrupta con la que se fue, me decía que algo sucedía, ella era una asesina, una dama que seguramente acostumbraba a seducir a los hombres y a dejarlos con ese deseo de volverla a tener, ella era hermosa, y su forma de hacer el amor era su arma más letal, sus movimientos, sus gemidos, si falta de inhibición era algo que a cualquier hombre podría enloquecer, y justamente fue eso lo que me sucedió, yo fui su víctima, lo reconozco.

Pero algo sucedió. Ella gozó demasiado de la noche que tuvimos, yo sentía su respiración acelerada, podía sentir como la estremecía con mis caricias y mis besos, con la forma como embestía su entrepierna y ella simplemente perdía el control, ella podía negarlo, pero la piel no miente, y yo estaba seguro que ella pensaba en mí, por eso la busqué, por es que estaba ahí, sentado en la parte trasera de un taxi, observando las luces de la ciudad y fantaseando con la noche que tendremos.

Llegué al hotel, el mismo de aquella noche, estaba extasiado, ya deseaba tenerla conmigo, recuerdo que le envié un mensaje a su teléfono el cual ella solo respondió con un «estoy aquí», entre a dicho lugar, luego de hablar con la recepcionista, me dijo que una dama ya me estaba esperando en la misma habitación que pedimos aquella vez, lo que Penélope había dicho era cierto, me estaba esperando, mi piel se erizó de solo pensar en lo que estaba por suceder, después de tantas noches deseando volver a sentir su piel, por fin había llegado nuestro momento.

Toqué la puerta y al abrirse pude ver a esa diosa llamada Penélope, estaba con una bata de seda color vino, debajo se notaba su lencería de encaje del mismo color que la bata, el color de sus labios carnosos hacían juego con todo el atuendo, su cabello suelto le quedaba hermoso, y su perfume podía sentirse aún sin estar tan cerca, mis manos temblaban, mi corazón estaba acelerado, la tenía en frente y ni podía moverme, estaba maravillado con tan monumento de mujer.

— Te estaba esperando. —dijo ella mientras se apoyaba en el marco de la puerta.

— Pues no te haré esperar más. —contesté mientras me disponía a entrar a la habitación.

No había pasado ni un minuto cuando ella se abalanzó contra mí poniéndome de espaldas contra la puerta, sus manos acariciaban mi pecho y luego empezó a besarme con una pasión que no había sentido antes, sentía que perdía el aliento por un instante, pero luego le seguí el ritmo, la tomé de las nalgas con fuerza y empecé a tomar la iniciativa, mis besos la excitaban mis labios recorrían su cuello y también sus bellos pechos, ella acariciaba mi cabello y por momentos lo sujetaba con fuerza, pero no me importaba, estaba tan entretenido besando sus senos que no sentía dolor alguno. Luego fue mi turno de ponerla contra la pared, ella me miraba con malicia y deseo, mientras que yo le quitaba el vestido dejándola solo con la lencería puesta, era hermosa, de encaje, no dejaba nada a la imaginación, verla así era excitante, no perdí más tiempo y me puse de rodillas, hice a un lado sus bragas y comencé a saborear de su entrepierna, su sexo era preciosa, apetecible y adictiva, yo succionaba y lamía con pasión, ella gemía con fuerza, estaba totalmente extasiada la lujuria se percibía en la habitación, era nuestro infierno, nuestro lugar favorito para desatar el fuego que nos quemaba por dentro.

Me levanté, la tomé de la mano y la lleve hasta la cama, me senté en el filo de la misma y con un gesto le dije lo que seguía, ella se puso de rodillas, abrió la cremallera de mi pantalón y metió su mano dentro de mi bóxer, Penélope no dejaba de mirarme mientras lo hacía, mordía sus labios, algo que me encantaba, amaba su mirada en celo, sus ojos se clavaban en mí mientras sacaba mi miembro y poco a poco lo iba disfrutando, su lengua rozaba la punta y poco a poco descendía por el tronco hasta llegar al glande, yo tiraba mi cuerpo hacia atrás, mis jadeos no se hicieron esperar, su boca provocaba en mí tal placer que, al igual que la primera vez, sentía que podría terminar en ese momento, por momentos tomaba el control, y tomando su cabeza, la empezaba a penetrar con violencia, empujando mi sexo hasta la garganta, provocando arcadas en ella, pero aquello no la detenía, estaba tan decidida en hacerme terminar con su boca, que no pude soportarlo más, acabando en ese momento, ella se alejó un segundo y abriendo la boca me hizo ver cómo se tomaba el néctar que acababa de verter en ella.

Historias Lascivas Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora