Un Lascivo Chantaje Pt.2

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Débora se quedó en silencio por unos segundos, mientras que Antonio se hacía el desentendido, cómo si no tuviera nada que decirle, algo que la tenía al borde de romper en insultos, sin embargo, ella reaccionó con compostura.

— Señor Ríos, ¿Podría hablar rápido? No tengo todo el día. — preguntó Débora.

— Sí lo sé, ya voy. —contestó de forma nerviosa.

La expresión de Antonio cambió enseguida. Para ese momento todo el ambiente se puso tenso, Débora lo miraba fijamente a los ojos, y Antonio hacía lo mismo, lo cual ella lo sintió como un reto, aquello provocó que quisiera escuchar lo que tenía para decirle.

— Señora Torres, con todo el respeto que se merece, tengo que decirle que... usted es una arpía. —Expresó Antonio.

—¿Qué está diciendo? — Exclamó una extrañada Débora— ¿Cómo se atreve a decirme algo así?

— Es la verdad.

Débora se levantó raudamente de su asiento y dio un golpe en el escritorio, aquello que le dijo la enojó demasiado y no aguantaría que un subordinado esté diciéndole cosas hacía su persona. Antonio se levantó del asiento y dio unos pasos hacia atrás, como preparándose por si pasaba algo.

— Usted creo que no sabe a quién le está hablando— dijo Débora con voz fuerte—, yo podría sacarlo del trabajo y dejarlo en la calle por lo que acaba de decir.

— Señora Torres, usted nos habla fuertemente, nos minimiza y denigra con sus comentarios muchas veces, se siente la mejor del mundo, es engreída y tiene el ego más grande que este edificio, y la verdad yo ya estoy cansado de sus malos tratos que lo único que hace, es tenernos con miedo, en vez de fomentar un buen ambiente laboral. — respondió Antonio de forma tajante.

Débora estalló en cólera, y sin titubear tomó la bocina del teléfono que tenía en su escritorio.

— ¡Esto no pienso tolerarlo más! ¡Ahora seguridad te va a sacar del lugar ahora mismo!

— Lo siento, pero usted no hará nada. —contestó Antonio mientras evitaba que alce la bocina del teléfono.

— ¿Se puede saber, qué demonios le pasa? — preguntó ella de forma airada.

De pronto Antonio metió la mano al bolsillo de su pantalón y saco del mismo su teléfono, Débora preguntó que hacía, a lo que él no dijo nada en ese instante, luego de desbloquear el teléfono y busco entre sus archivos el video que había grabado aquella noche, cuando lo encontró lo reprodujo rápidamente y alzó el aparato a la altura del rostro de Débora para que viera el video. La mujer se quedó helada con lo que estaba viendo, aquel video era algo que podría arruinarla si salía a la luz, dada a que la empresa tenía ciertos parámetros que deben cumplir todos, sobre todo el tema de la conducta en el lugar de trabajo.

— ¿Qué le pareció el video? ¿le gustó? — preguntó Antonio con voz burlona.

— ¿Cómo sacaste esas imágenes?

— Pues yo volví a la oficina a buscar la billetera que se me había quedado, y pues... Escuché algunos ruidos, empecé a investigar y pues, me sorprendió verla aquí ese día, dado a que usted suele irse temprano, ¡lo que estaba viendo fue tremendo!, Me sorprendió verla a usted teniendo sexo con uno de los tipos de limpieza... ¿Quién lo diría? — respondió Antonio.

Antonio siguió contando con lujo de detalles cada cosa que ella estaba haciendo con aquel hombre, desde las posiciones que hicieron, hasta las cosas que ella le decía. Todo esto la dejó fría, no sabía qué hacer, se sentó en su silla totalmente rendida, cómo si hubiera recibido la peor noticia de su vida, algo que, en parte, sí lo era. Antonio guardó el teléfono y le dijo que mostraría el video a todos, para que deje de ser una persona tan egocéntrica y abusiva.

Historias Lascivas Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora