Capítulo seis

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El sol se escabullía por las persianas de la habitación, dando en la cara del surcoreano y haciendo que se despertará, al notar que su mano estaba entrelazada con la de Norte, sonrió inconscientemente y un pequeño sonrojo empezó a colorear sus blancas mejillas.

Se sentía fantástico como su pequeña mano derecha no lograba completar la mano de su hermano, parecía un niño comparando su mano con la de su padre, tan solo pensar eso, le causo risa y unas cuantas carcajadas se le escaparon. No iba a quitar su mano, esperaría a que el contrario se despertará para que él fuera quien lo hiciera.

<...>

Unos cuantos minutos pasaron hasta que el norcoreano se despertará y bostezará, tratando de ajustar sus ojos para dejar de ver tan borroso, notó que su mano derecha estaba junto a la de su hermano e hizo que se pusiera tan rojo, se le había olvidado que él fue el causante de eso, después de haber hablado con China y aceptar que amaba a Sur.

—Buenos días, dormilón. —Sur lo volteó a ver con una sonrisa de oreja a oreja.

—Buenos días, copia molesta de mí. —Con sumo cuidado separó su mano de la de su hermano, estaba sudada—. ¿Por qué me agarraste la mano?

—¿Yo? No, te equivocas, el que lo hizo, fuiste tú. —Lo apuntó con el dedo índice.

Norte entró en pánico, sí se acordaba, pero no quería que su hermano supiera que él lo había hecho, prefería echarle la culpa, de todos modos, el menor era el más amoroso de los dos, era más creíble que él lo había hecho a que el mayor lo hiciera.

—Mentiroso, yo no he sido, fuiste tú —dijo frunciendo el ceño.

—No he sido yo, acepta que lo hiciste. —Se acercó a él para poder atacarlo cuando se descuidará—. Además, si yo lo hubiera hecho, ¿cuál sería mi motivo?

—Yo qué sé, un truco de Estados Unidos para volverme capitalista seguramente.

—Con esa misma lógica... ¿¡URSS trata de volverme comunista!? —gritó asustado y fingió llorar mientras daba vueltas por todo el suelo.

Corea del Norte se rió al verlo así, dar vueltas de un lado a otro, abrazado y llorando, era mágico, tan hipnotizante, le gustaba. Se levantó para poder verlo mejor, daba bastante risa hasta que Sur se chocó con la mesa de noche y le cayó el vaso de agua que había encima.

—¡Ayuda, me ahogan! —gritó esperando a que alguien lo ayudará, sin embargo, nadie fue.

El norcoreano puso los ojos en blanco y fue a buscar una toalla para secarlo y eso hizo, lo sentó en el suelo, lejos del agua y le secó la cara a su hermano, esa acción le transmitió nostalgia, cuando hacía eso de niño.

»—Corea, deja de hacer tanto ruido, nos van a oír —murmuró Norte mientras vigilaba la entrada de la cocina.

—Espera, no alcanzo la masa. —Tomó una silla, la puso contra el mostrador y se subió para buscar el preciado tazón de masa de chocolate que su padre había dejado descuidado—. Además, se supone que tú vigilas en lo que yo la robo, tu trabajo es entretenerlos si vienen.

—Sí, genio, pero el problema es si no dejas de hacer tanto ruido, van a sospechar. —A lo lejos logró identificar la figura de su padre y entró en pánico—. Alerta roja, papá viene acá, rápido, toma la masa y nos vamos.

—Buda, ayuda. —Agarró el tazón y abrió una ventana—. Escapemos juntos. —Extendió su mano para que su hermano la logrará alcanzar y así fue.

Los dos niños coreanos salieron de la casa por la ventana y corrieron a un campo lejos de su hogar para poder comer la masa, tranquilos. Uno, dos hasta cinco dedos para poder untárselos de chocolate, comían insaciablemente hasta acabársela.

—Estuvo riquísima, no me arrepiento —dijo Sur con las mejillas sucias por la masa.

—Eres un cerdo, mírate. —Con la manga de su camisa le limpió las mejillas y le sonrió—. Si no fuera tu hermano, te hubieras muerto hace mucho.

—Y por eso te lo agradezco de todo corazón.«

El muchacho surcoreano miró extrañado a su hermano, se había quedado callado y limpiándole la cara por completo, hace mucho había tratado de llamar su atención, mas lo ignoraba y continuaba limpiándolo.

—Norte, ¿estás bien? —preguntó con un tono preocupado.

—Yo soy el que agradece ser tu hermano, muchas gracias.

—A mí también me encanta ser tu hermano, ven acá, gruñón. —Se levantó y lo abrazó sin importar si correspondía o no.

Corea del Norte salió de su trance y al ver como el menor lo abrazaba, hizo lo mismo y le propuso hacer galletas juntos.

&quot;Entrando en tu corazón&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora