Capítulo siete

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Corea del Norte y Corea del Sur estaban sentados al lado de una máquina expendedora viendo el cielo que estaba lleno de nubes; en eso al mayor se le ocurrió una idea y le dijo al contrario que viera el cielo, que encontraría una nube en forma de cachorro, a lo que el inocente surcoreano levantó la mirada para ver la supuesta nube, Norte aprovecho y con su bebida en mano, la puso en la mejilla de su hermano.

—¡Está helada! —Apartó la bebida de su mejilla y miró con el ceño fruncido al mayor que se estaba riendo—. ¡Qué malvado, apuesto que ni siquiera había alguna nube en forma de perrito!

—¿Todavía no entiendes? Era una broma, no hay ninguna nube en forma de nada, qué tonto eres.

—El único tonto aquí, eres tú. —Abrió su bebida de uva y se la tomó poco a poco.

Norte siguió riendo y eso molesto a Sur, quien derramó apropósito su bebida en la ropa de su hermano y salió corriendo con su chaqueta café, sin embargo, a los segundos, cuando el mayor reacciono, fue detrás del menor con la intención de atraparlo.

<...>

Los dos terminaron con varios rasguños en la cara y en las rodillas gracias a que luego de una gran persecución, Corea del Sur se tropezará y cayera colina abajo y Corea del Norte, al estarlo siguiendo, no se percató de la colina y cayó junto a su hermano, golpeándose los dos, pero ambos hermanos se estaban riendo mientras eran reñidos por Suiza que estaba caminando con Austria y los vio postrados en el suelo.

—Chicos, ¿no les duele los rasguños? Norte, a ti te está sangrando la que tienes en el codo —dijo con preocupación el suizo.

—Extrañamente no. No me duelen, quizá es porque estoy con Sur.

—Qué cursis que son, bien podríamos ser así tú y yo, ¿qué dices, Suiza? —Austria le sonrió al de cruz blanca, mas recibió un codazo.

—En vez de coquetear, ve y tráeme las vendas, loco. —Señaló su bolso en el que traía varias cosas de primeros auxilios.

<...>

Ambos estaban sentados en una banca de madera mirando a las personas pasar con niños, animales, amigos y más; ellos, por otro lado, estaban comiendo paletas de distintos sabores que les compro el austriaco para que no estuvieran aburridos en lo que terminaban de dar sus vueltas y regresaban para llevárselos.

—Norte, tengo que confesarte algo...

—Dime lo que sea, no me enojaré. —Le dio un mordisco a la paleta de fresa.

—No creo que pueda pararme, me duelen las piernas. —Se rió mientras lo decía y trataba de mover sus piernas.

—Qué raro... Yo tampoco, me están sangrando. —También se rió como si fuera algo gracioso el hecho de estar con rasguños—. Pero me alegra que estés aquí conmigo en esta misma situación.

—Exacto, contigo no duelen las heridas, mi gruñón. —Dejó reposar su cabeza en el hombro del mayor.

Norte al ver la acción del menor se sonrojó y desvió su mirada algo nervioso, mientras trataba de formular palabras, Sur se quedó dormido y al ver eso, el contrario también se durmió dejando su cabeza encima de la de su hermano. Cuando llegaron el suizo y el austriaco, les dio ternura y los dejaron un rato más en lo que volvieron a dar vueltas al parque.

&quot;Entrando en tu corazón&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora