Capítulo 11: Shooganai

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Los días seguían pasando. Las heridas físicas habían sanado por completo, afortunadamente sin dejar ninguna secuela a excepción de un par de pequeñas cicatrices que quizás con los años se irían.

Para todos fue complicado al inicio, y lo seguía siendo aún. Gracias a Mu, el dinero no faltaba en la casa. Nunca habían sido ricos ni tampoco fanáticos de despilfarrar sin medida, pero tampoco les faltaba nada.

Mu tuvo que volver a administrar los restaurantes, antes de que su embarazo requiriera que pasara más tiempo en reposo.

Aldebarán trataba de ayudarlo, aunque seguía sintiéndose bastante confundido y fuera de lugar. Aún así, ambos ponían de su parte todo lo que podían para que eso funcionara.

Para Mu era algo hilarante que de pronto, ahora fuera Alde quién se encargara mayormente de las tareas domésticas, cuando antes solían dividirlas, Alde usando la excusa de que "un Omega en cinta no debía hacer demasiado esfuerzo físico"... Igual que cuando esperaban a Kiki.

El Omega prefería encargarse lo más rápido que pudiera de sus negocios y volver a casa para la hora del almuerzo, y así poder pasar el mayor tiempo posible con su familia.

Así había pasado ya casi un mes, en el que las cosas poco a poco retomaban su curso, aunque Alde seguía sin recordar nada.

Al llegar a casa, Mu tomó un profundo respiro antes de entrar. Sabía que Kiki y Aldebarán ya debían estarlo esperando para comer todos juntos, y por eso debía darles su mejor sonrisa.

- Volví.- Anunció, con su típica sonrisa.

- ¡Mami!- Exclamó con una sonrisa su pequeño pelirojo, corriendo a abrazarlo.

- ¿Qué tal el día?- Preguntó Alde. En ese tiempo habían logrado retomar algo de la confianza que había entre ellos antes del accidente.

- Todo en orden.- Sonrió el peli-lila.

La puerta de la cocina sonó, llamando la atención de Mu ver a cierto Omega.

- Buenas tardes, Mu.- Dijo Izo, llevando en sus manos una canasta con lo que debían ser panes al vapor.- Espero no ser inoportuno.

- Por supuesto que no, señor Izo.- Sonrió el peli-lila. Siempre tuvo una buena relación con sus suegros, y existía una confianza total.- Pueden venir cuando quieran.

- Gracias.- Sonrío levemente el peli-negro, yendo a dónde estaban para darle un pequeño abrazo a su yerno.- Vine a verificar que todo estuviera en orden. Tienes que comer bien y estar tranquilo por el bebé.- Añadió, acariciando el vientre levemente abultado de Mu.- ¿Ya fuiste al médico?

- Tenía una cita en la tarde, pero creo que puede esperar para la próxima semana.- Respondió Mu.- Me siento algo cansado y no tengo ganas de salir más por hoy.

Izo asintió. Sabía lo que en realidad ocurría, Mu se lo había contado, pero no quería presionar al peli-lila, ni tampoco exhibirlo.

- Bueno, en ese caso, creo que será mejor que coman, antes de que todo se enfríe.- Dijo el Omega mayor, desviando la atención de Kiki y Alde, antes de que hicieran preguntas al respecto.- Vamos, no todos los días viene la abuela de visita para preparar pasteles de luna.

- ¡Gracias, abuela!- Exclamó felíz el pequeño Kiki, para después tomar de la mano a su padre y llevarlo hasta la mesa, dejando a Mu con Izo.

Mu suspiró, una vez que su hijo y su Alpha se alejaron un poco. La carga emocional seguía siendo demasiada para él, a pesar de que intentara fingir que no. Sus padres y amigos no habían querido presionarlo ni hacerlo sentir sofocado, pero Izo sí se había atrevido a acercarse y hablar con él.

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