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—¡Ay, cálmate, bambino!

—¡Lo siento! —Solté una respiración áspera y me restregué las manos por la cara, luego gemí y maldije y… joder. Tuve que recomponerme. Respiraciones profundas, respiraciones profundas. Me mordí la uña del pulgar y me concentré en no golpear los pies sin descanso ni tamborilear los dedos contra el reposabrazos.

Namjoon maniobraba su camioneta a través del tráfico de Manhattan como un profesional, pero deseaba que fuera más despacio. Me estaba conduciendo hacia mi destino demasiado rápido.

Esta mañana no había podido desayunar. Había freído unos huevos con tocino para mi hermano, y casi había vomitado por el olor. Así de nervioso estaba. Porque por otro lado me encantaba el puto tocino.

Esto no iba a salir bien. Podía sentirlo.

Todas las señales apuntaban al desastre.

Empezando por el hecho de que hoy sería la primera vez que vería a Jungkook a plena luz del día. Se sentía tan extraño pensar en verlo cuando el sol estaba afuera. Namjoon me había mirado como si estuviera loco cuando le dije que era un mal presagio, pero eran los pequeños detalles, ¿No? Jungkook y yo nunca habíamos hecho nada normal. Nada de citas, nada de mañanas perezosas en la cama, nada de salir a tomar café, nada de quedar para comer durante nuestros días de trabajo, nada de eso. Habíamos sido criaturas de la noche y del secreto.

¿Cómo podía ser eso una base sólida para construir una relación?

Madonn'.

Y además... y además, ¡no sabía su dirección! ¡No sabía dónde vivía! Tuvimos que pasar una hora entera revisando el Instagram de Jungkook en busca de pistas. Había abierto la cuenta en un intento de obtener más información sobre mí, pero ya había publicado 176 fotos de Chester. Tres de ellas, afortunadamente, con vistas a Central Park. En resumen, habíamos conseguido reducir la dirección de Jungkook a dos edificios, y me había dicho la noche que fuimos a ese lugar con las deliciosas patatas fritas que vivía a dos calles de distancia, así que empezábamos por ahí.

Mientras mi hermano se había atascado en que Jungkook tuviera realmente vistas a Central Park en su piso del Upper East Side, yo no podía dejar de pensar en que estaba dispuesto a entregar mi vida a un hombre cuya casa nunca había visitado.

Y lo estaba. Estaba listo para pasar el resto de mis días con él. Le quería tanto que me dolía.

Lo extrañaba, y lo había visto anoche. Era una locura.

—¡En algún momento de hoy! —Namjoon le tocó la bocina al Civic que iba delante de nosotros y que no veía que el semáforo se había puesto en verde, y cuando eso no funcionó, mi hermano bajó la ventanilla y gritó. —¿Vas a conducir hoy, cariño? —Tocó el claxon un poco más. —¡Oye! ¡Sal de la puta carretera!

El gilipollas de delante nos hizo un gesto para que diéramos la vuelta, así que supuse que se iba a quedar ahí, en la esquina, viendo pasar el día.

Namjoon murmuró una sarta de maldiciones y condujo alrededor del maldito.

—Me sorprende que no lo hayas mandado a la mierda también. —Dije divertido.

—No soy de Jersey. Hay límites.

Solté una carcajada, aunque duró poco. Ya casi estábamos en el parque.

—Vamos a ver. —Se inclinó hacia delante y entrecerró los ojos para ver las señales de las calles. —Deberíamos subir por aquí... —Giró a la izquierda, y vi los árboles justo delante. Park Avenue estaba justo ahí arriba, y si nuestra suposición era correcta, el edificio a mi derecha era el de Jungkook. —Lo tienes, hermanito.

dawnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora