III. Aegon Targaryen

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Habían pasado un par de días desde que Saera había intentado escapar del castillo, pero Aemond no le había dicho nada a nadie. Se encontraba en el patio entrenando con ser Criston. Un grupo de gente se situó a su alrededor y animaban a ambos lados.

- Te veo distraído, príncipe. - lo estaba.

- Para nada. - situó el escudo frente a su rostro para no recibir un golpe directo del guardia.

- ¿No? - rápidamente Cole bajó la espada pero Aemond saltó y le apuntó al corazón con su espada.

- No. - la gente vitoreó al príncipe y le dio las armas a un criado.

Criston Cole le dio un par de indicaciones antes de marchar. Iba a seguirlo cuando escucho a unos chicos hablar justo detrás de él.

- ¿Has visto? Es preciosa. Tengo entendido que en las cocinas hay algunos sirvientes que quieren pedirle salir. Se me van a adelantar.

- ¿Vas a atreverte? Apenas nadie habla con ella, dicen que es muy borde. Guapa pero peligrosa.

- No temo el peligro si es así de hermoso.

Aemond se giró y miró a los chicos. Huyeron rápido después de una reverencia al ver la mirada del príncipe. Giró su rostro hacia la doncella. No iba a mentir, también había llamado su atención, pero para nada de forma romántica. Le interesaba saber quiénes eran sus padres aunque fuese bastante lógico y pensaba en cómo podría usar esta carta a su favor. Apenas habían hablado desde que la encontró apunto de escapar y la llevó de vuelta a la habitación. Siempre iba con Helaena a todos lados y cumplía bien su deber. Iba a marchar cuando le llamó y miró hacia ella.

- Pensaba que no ibas a volver a hablar conmigo después de lo de la última vez. - sonrió.

- Y no quiero. - sorprendió al príncipe con esa sinceridad. - Iba a las cocinas pero la reina me ha visto por los pasillos y me ha dicho que venga a decirle al príncipe Aemond que el príncipe Aegon llegará hoy de Harrenhal. Y que espera que lo recibas.

- Ya veo. - Saera marchó antes de que Aemond pudiese contestarle de vuelta.


◇◇◇


Aegon Targaryen estaba muy aburrido. Su padre lo había mandado a él solo a Harrenhal para cerrar unos tratados. Seguro que lo quería castigar por los últimos rumores y con mandarlo fuera era más que suficiente para él. Nunca lo quiso, él lo sabía.

El carruaje paró y mucha gente lo estaba esperando, bajó con cuidado y se dirigió a sus aposentos sin hablar con nadie más. Llegó y se tumbó en la cama boca arriba, sin hacer caso a su esposa e hijos que se encontraban junto a él en la estancia.

- Bienvenido. - le dijo Helaena sin dejar de mirar el precioso bordado de mariposas monarcas que estaba tejiendo.

- Me duele la cabeza, he tenido un viaje horrible.

- ¿Quieres un té o algún preparado analgésico? Puedo llamar a alguna donc...- pero Helaena dejó de hablar y se levantó.- Iré por algo.

- ¿Por qué te has callado? Llama a tus doncellas y que traigan algo, que para eso sirven.- bostezó mientras se rascaba el estómago por encima de la ropa.

- Puedo ir yo, además así estiro las piernas y estás un rato con tus hijos, seguro que los has echado de menos.- Aegon los miró.

- Han crecido un poco, también están un poco más gordos, creo que comen demasiado, también deberías dejar de comer un poco, hermana. - se levantó y la abrazó por detrás. - ¿Qué tal un poco de ejercicio mutuo? - la besó por el cuello y desabrochó su vestido por detrás. - Están los niños Aegon...

LA DONCELLA | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora