IV. Té de la Luna

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Saera se encontraba en la cocina ayudando a los demás sirvientes. Había muchos platos por limpiar y desayuno por preparar, por lo que al no tener sueño no le costó ayudar un poco.

Quedaban 3 personas más adultas aparte de ella y les dijo que sin problema ella se encargaba de recoger lo último, después de darle las gracias, marcharon y se quedó sola. Limpió el último plato y lo guardó en uno de los armarios cuando la puerta de entrada a la cocina chirrió.

- No sabía que te encontraría aquí, Saera.- el cuerpo de la doncella se tensó pero se giró para mirar al príncipe Aegon a la cara.

- Me he ofrecido ayudar, ya está todo príncipe, no tiene que preocuparse por nada. - hizo una pequeña reverencia y se dirigió a la salida pero Aegon apoyó la mano en la pared contigua haciendo de barrera para la joven.

- Me gustaría hablar contigo, estoy aburrido y me gustaría entretenerme. ¿Tienes tiempo?

- Mañana debo madrugar, acompañaré a la princesa a dar un paseo. Y me quedan por preparar ciertas cosas en la habitación.

Aegon frunció el ceño. No le gustaba que pasasen de él y menos no lograr lo que deseaba en cada momento. Agarró a la doncella de los hombros y la empujó a la mesa de madera que se encontraba en el centro de la cocina. Algunas sartenes cayeron al suelo y la giró, quedando apoyada en la mesa.

- No voy a tardar, Saera. - bajó las manos a la parte baja del vestido y comenzó a subir los pliegues de forma apresurada dejando a la vista su ropa interior. - Déjate llevar.

- ¡Qué te crees que estás haciendo! - la doncella no paró de moverse y Aegon se apretaba más a ella, haciéndole notar su erección en la parte trasera - ¡Aparta! - sin saber cómo, logró darse la vuelta y acabó dándole un puñetazo en toda la nariz, haciéndole dar un par de pasos hacia atrás con toda la cara llena de sangre corriendo hacia sus labios.

- ¡Eres una puta! - estiró los brazos para sujetar su vestido y soltó un par de costuras de las mangas. Saera intentó no llorar, se mantenía fuerte. Por suerte la puerta se abrió de manera brusca.

- ¡Qué está pasando aquí! - gritó la reina escandalizada por el sonido. Miró a Saera y después a Aegon. - ¿Has pegado tú a Aegon, Saera?

- Sí mi señora, lo lamento muchísimo. No quería hacerle daño.

- ¿Que no querías? ¡Has ido directa a mi nariz! Madre, ¿me la ha destrozado? - Alicent colocó las manos en las mejillas de su hijo y miró.

- Todo está bien cielo, ve con el maestre, dile que te trate y después ve a dormir. - Aegon hizo caso a su madre sin ninguna queja. Cuando marchó, Alicent se acercó a Saera.- ¿Qué te ha hecho?

- No me ha hecho nada mi reina. Todo está bien, yo estaba en las cocinas, he tenido un mal día y lo he pagado con él. Me disculpo de verdad, ha sido un acto muy inapropiado. - pero Alicent la abrazó.

- Todo está bien. Ve a tu habitación y descansa. Lo necesitas. - Saera obedeció y fue a la habitación de las doncellas a dormir. Cuando despertó, tenía un un vaso de te de la luna en la mesilla.


◇◇◇


Un cuervo llegó a Rocadragón por la mañana, al parecer venía de parte de una doncella cercana a la princesa cuando era pequeña y de alguna manera se las ingenió para enviar esta noticia sin ser descubierta. Un guardia le entregó el mensaje a Rhaenyra, quien se encontraba descansando en sus aposentos.

- Muchas gracias. - y la dejaron sola. El mensaje decía lo siguiente.


Espero no importunarla con este mensaje, princesa.

LA DONCELLA | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora