VII. Sentimientos

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Habían transcurrido cuatro días y el barco de Rhaenyra arribó en el puerto de Desembarco del Rey. Un par de carruajes estaban esperándola y tanto ella como su esposo e hijos subieron en uno y un grupo de sirvientes y guardias en el otro, los demás irían poco a poco a pie.

— No me creo que estemos aquí. Ha pasado mucho en serio, pero por lo menos esta parte sigue igual. — comentó Jacaerys.

— Bueno, recordar lo que dijo vuestra madre, primero iremos a saludar a vuestro abuelo. Después marchareis al patio o a otro lugar, ya que tenemos que hablar con él y seguramente con la reina de unos asuntos importantes. Por lo que Jacaerys, cuida a Lucerys.

— No te preocupes, padre. — Daemon sonrió orgulloso ante esa última palabra.

Después de unos minutos, las puertas del castillo se abrieron y alguien les abrió la puerta, se trataba de ser Harrold Westerling, Lord Comandante de la Guardia Real; bastante cercano a la princesa Rhaenyra.

— Bienvenida princesa, espero que haya tenido un viaje agradable. Tanto usted, como su marido e hijos. — saludó con una pequeña reverencia de cabeza a toda la familia.

— Muchísimas gracias por este recibiendo ser Harrold.

— Una bienvenida un poco pobre me atrevería a decir, me parece vergonzoso que se haya recibido a la futura reina así. Solo un guardia — Daemon miró a los lados — y nadie más. Bastante maleducado por parte de la reina Alicent. — cruzó los brazos.

— Me disculpo mi señor, la reina se encuentra en medio de un consejo por unas batallas que comenzaron cerca de Dorne. Andan planteando algunas estrategias, me pidió que les pidiera disculpas si no llegaba a tiempo.

— Claro, como que no sabía la hora exacta. — Daemon bufó. — Da igual, tampoco es que quiera verle la cara a esa gu-... — Pero Rhaenyra habló para interrumpir su groseria.

— Iremos a ver a mi padre. ¿Está en su habitación? — ser Harrold asintió — muchas gracias. — La familia entró dentro del castillo.

Daemon acertó, Alicent había decidido cambiar bastante el castillo, lo principal fueron los decorativos verdes que adornaban gran parte de las paredes. Pero lo que más sorprendió a todo fue la ausencia de dragones y el incremento de estrellas de siete puntas, el símbolo de la Fe de los Siete.

— No si ahora la beata esta va a tener derecho de cambiar todo a su antojo. — Daemon apretó los puños y Rhaenyra volvió a mandalo callar.

Llegaron a los aposentos del rey Viserys, quien se encontraba con media cara vendada y sin apenas fuerzas para hablar. Rhaenyra le dio un pequeño beso y agarró su mano, echaba mucho de menos a su padre. Sus nietos también lo saludaron y Viserys se emocionó cuando conoció a sus dos nuevos nietos; Aegon, y el más pequeño, Viserys, al igual que él. Lágrimas comenzaron a recorrer su rostro y su hija lo incorporó para mantenerse sentado y poder acariciar a los pequeños.

— Qué niños más guapos...— sonrió mientras los miraba y después se los dieron a las doncellas, quienes salieron con ellos. Rhaenyra también le pidió a sus hijos mayores que fuesen a ver a sus tíos, lo que no les hizo mucha ilusión, pero tanto la princesa como su marido tenían ganas de ponerse al día con el rey, y de paso ver cuanto pensamiento había intentado cambiar Alicent de él.


◇◇◇


Jacaerys Velaryon tenía ganas de correr al patio para ver si por lo menos esa zona seguía igual, recordaba con ilusión los años que pasó entrenando allí, aunque un sentimiento mezclado de nostalgia y tristeza le recorrió el cuerpo cuando recordó a ser Harwin Strong...que en paz descanse. Caminaron a paso ancho por los pasillos cuando de pronto apareció Helaena por otro camino, con una chica muy hermosa detrás.

LA DONCELLA | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora