Habían pasado dos días desde los hechos ocurridos en Pozo Dragón. Aemond no supo nada de Saera hasta el día siguiente, al parecer estuvo cumpliendo sus labores como doncella junto a Helaena sin ningún problema. Pero no intercambiaron palabra alguna, cada vez que estaban cerca la doncella miraba hacia otro lado disimuladamente, y solo cumplía ordenes de su amiga.
Aun así, lo que rondaba la cabeza de Aemond Targaryen no era el comportamiento que tuvo con la joven aquel día, tendría tiempo para pensar en ello. Solo pensaba en Aegon y en la advertencia que le dio hará unos cinco días de que ni se le pasase por la cabeza tocar a Saera.
— Venga deja de estar distraído. Hoy tienes compañía. — ser Criston le lanzó un escudo de madera a Aemond y este se dio cuenta de que su hermano mayor apareció tras la puerta del castillo.
— Que sepas que no tengo intención de hacer mucho, vengo porque madre me obliga. — agarró una espada de madera pero tras ver que Aemond usaba la suya, agarró una de hierro de la pequeña armería.— Con cuidado eh.
— Claro, con cuidado. — Aemond hizo girar su espada mientras se preparaba dando pequeños saltos. Tenía unas ganas inmensas de tener...una pequeña charla con Aegon.
— A la de tres. Uno, dos...¡tres! — ser Criston dio la señal y Aemond se lanzó hacia él, Aegon apenas podía esquivarlo y acabó colocando su escudo frente a él, recibiendo golpes sin intención alguna de pelear. — Aegon, tienes que contraatacar. Venga, en posición, ¡ya! — pero ocurrió exactamente lo mismo.
— Pareces un perro asustado. Para otras cosas bien que eres valiente. ¿Para una pelea no, hermano? — Cole no dio ninguna señal pero Aemond volvió a abalanzarse sobre Aegon. Ambas hojas de hierro chocaron creando un sonido chirriante y los rostros estaban cerca el uno del otro. — Te advertí. — apenas Aegon podía escuchar sus palabras tras tantos choques de espada. — Te dije que no se te ocurriera tocar a Saera. Ni a ella ni a ninguna doncella. Mírate, apenas sabes blandir una espada. Eres una puñetera vergüenza. — empujó con toda su fuerza lo que hizo que Aegon cayese hacia atrás. Pero rió.
— Me sigue haciendo gracia como intentas ocultar tus intenciones. Que si deje en paz a las doncellas, que si no la toque porque oh nuestra hermana la adora; cuando lo único que pasa es que no puedes quitarle el ojo a esa ramera. — se levantó — pero como nunca has estado con una mujer a menos que sea para metérsela y largarte después de dejar dos monedas de plata sobre la mesa, te sientes perdido y eso te enfada. Ay hermanito. ¿Voy a tener que enseñarte yo a enamorar a las jovencitas? — rió y en pocos segundos un puñetazo de Aemond aterrizó en su nariz. — ¡Joder otra vez en la nariz no! — volvió a sangrar de la misma forma que cuando Saera le golpeó y cayó de nuevo al suelo.
Criston Cole sabía que esto era algo que los hermanos debían de arreglar por lo que se mantuvo a un lado y solo lo detendría si hubiese peligro de muerte.
— ¿Otra vez? Qué mierdas le hiciste a Saera, Aegon. — el hijo mayo rió.
— ¿Qué hice? Nada. ¿Qué quería hacer? Mucho. Solo tuve tiempo de levantarle el vestido y frotarme un poco sobre sus nalgas. Si madre no hubiese aparecido...hubiese acabado como la otra doncella que entró a la vez que ella...¿Mary...gold? Algo así. — se levantó una vez más perdiendo un poco el equilibrio.
— Tienes malditos burdeles a los que ir. Doncellas que desean tenerte en su cama. ¿Por qué tienes que ir tras las que te repelen?
— Porque son las divertidas. Aun así la culpa fue de ella. Si no me hubiese interrumpido cuando iba a tener un poco de placer con mi mujer, no hubiese tenido que devolvérsela.
Aemond le dio otro puñetazo haciendo que volviese a caer y clavó su espada a escasos centímetros de su entrepierna; le rasgó un poco del pantalón.
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LA DONCELLA | Aemond Targaryen
Fanfiction«- Te deseo. - Aemond la empujó contra la pared. - No podemos hacer esto...» Saera, la primera hija de Rhaenyra y Daemon Targaryen, fue abandonada un mes después de su nacimiento. Estaba pensado que viviese una buena vida pero algo cambió su destino...