XIV. Ojo por ojo

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Jacaerys se encontraba junto a los dragones en el momento que sus padres aparecieron algo apresurados.

- ¿Ocurre algo, madre? - se tensó mientras acariciaba su dragón. Rhaenyra subió sobre Syrax y miró a su hijo, nerviosa y molesta a la vez.

- Jace, busca a Lucerys, Joffrey y Saera y diles lo siguiente, "padre y madre han salido en busca de apoyo, todo era una trampa de Alicent".

- ¿Cómo? ¿una trampa? - la vena del cuello de Jacaerys comenzó a hincharse mientras miraba a su padre y este continuó la conversación.

- La hija de puta de Alicent tenía todo planeado. No quiere coronar a Rhaenyra. Quiere coronar a su hijo y sin nosotros saberlo ha estado hablando con casas para que le brinden apoyo. Tenemos solamente dos días para lograr más de la mitad de respaldo que el que tiene ella.

- Pero eso es...- Jace miró hacia abajo pensativo.

- No digas imposible. - dijo Daemon. - No pienso dejar que nadie que no sea tu madre se siente en el Trono de Hierro. El trono le pertenece a ella y haré lo posible. Dos días puede ser a la vez poco y mucho tiempo. Aprovechemos cada minuto. - Caraxes alzó el vuelo.

- Avisa a tus hermanos, Saera se encargará de vosotros. Y no te fíes de Alicent, ¿de acuerdo Jace? - asintió y Rhaenyra fue tras Daemon, en pocos segundos parecían dos estrellas lejanas en el cielo.

Jace caminó a paso rápido hacia el interior de la fortaleza para encontrar a sus hermanos, pero nada más entrar se chocó contra Lucerys quien parecía nervioso y señaló hacia la ventana al ver a Jacaerys.

- ¿Por qué vuelan padre y madre? - sus ojos se abrieron cada vez más, como si pudiese sentir que el peligro se avecinaba.

- Tenemos que encontrar a Joffrey y Saera, al parecer todo ha sido un engaño para dejar mal a madre y que sea el maldito Aegon quien se siente en el trono.

- ¿Cómo? - los puños del pequeño se apretaron.

- Lo que has escuchado. Tenemos que reunirnos y hablar, quizá podríamos hacer algo nosotros también. Solo quedan dos días hasta que se celebre el Gran Consejo.

- De acuerdo, iré a buscar a Saera, tú hermano, busca a Joffrey. - ambos asintieron y se alejaron el uno del otro.

Lucerys corrió hacia las habitaciones intentando hacer el menor ruido posible, pero sonidos de gemidos lo hicieron ponerse alerta, y se asomó con cuidado al pasillo. La boca se le abrió por completo al ver a su hermana mayor, prometida de Jacaerys, disfrutando junto a Aemond. No podría creerse lo que estaba viendo. ¿Cuanto tiempo llevarían así? Estaba molesto, ver a su hermana deshacerse en los brazos de uno de los verdes..., justo en el maldito Aemond Targaryen. Apretó el puño junto a la fría pared. Estaba listo para irse, pero al ver como esta vez era su hermana quien suplicaba un beso mientras lo tocaba a él no pudo aguantar más.

- ¿Saera? - ambos miraron al pequeño Velaryon y el rostro de Saera palideció.

- ¿Lucerys? - Aemond se apartó de ella sin prisa alguna y la princesa caminó hacia su hermano. - ¿Qué pasa?

- Qué estabas haciendo. ¿Estabas en serio besándote con ese desgraciado? - miró a su tío con despreció.

- Oye niño, cuidado con tus palabras eh, que me estaba manteniendo callado.

- Callaros los dos. - Saera volvió a mirar a Lucerys - No le cuentes esto a nadie, ¿has entendido?

El joven miró a su hermana, por primera vez había notado un tono amenazante en ella y no le había gustado nada. Se apartó un par de pasos, miró a Aemond y después a ella.

LA DONCELLA | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora