II. Aemond Targaryen

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Una vez dentro del castillo real, un guardia llamado ser Criston Cole dirigió a todas las muchachas hacia una sala amplia y bastante vacía. En el centro, se encontraba la reina Alicent de espaldas mirando por el gran ventanal. Las puertas se cerraron y dieron una orden de que los protectores de cada una de las jóvenes esperasen fuera. En ese instante, Alicent se giró y miró a cada una a los ojos.

- Bienvenidas, espero que hayáis tenido un viaje agradable, tengo entendido que por algunas zonas hubo una gran tormenta, me preocupé por aquellas que tuvieron que recorrer toda esa zona peligrosa. - las chicas que tuvieron que viajar por esas zonas hicieron una pequeña reverencia agradeciendo a la reina por su preocupación. - Como bien sabéis, mi hija Helaena necesita doncellas, muchas de las que ha tenido tuvieron que marchar de palacio por problemas en sus respectivos hogares.

"¿Esa sería la razón real?" pensó Saera sin hacer mucho caso, ya que en cuando pudiese saldría del lugar.

- Por ello pedí a casas amigas que enviasen a sus hijas a palacio, sois todas hermosas, ¿os lo han dicho? - risas vergonzosas resonaron entre las paredes - ya sabéis el trabajo de una doncella. Acompañarla, despertarla, darle lo que necesite y ayudarle con el cuidado de sus hijos. Todas asintieron y de pronto, como si antes no le hubiese prestado atención, la cara de Alicent Hightower se posó sobre Saera Targaryen. Parecía que hubiese visto un fantasma, la cara se le puso blanca y caminó rápido hacia ella.

- ¿Quién eres, joven? ¿de qué casa vienes? - la comisura de los labios de Alicent temblaba. No era tonta para no saber lo que tenía frente a sus ojos. - ¿y qué edad tienes? - Alicent no paraba de preguntar nerviosa. Ser Criston Cole que se encontraba frente a la puerta dentro de la sala. Miró a Alicent y cruzaron miradas por pocos segundos, él también lo había notado.

- Me llamo Saera y...- ¿la matarían si admitiese que se hubiese colado? - mm... - Alicent se impacientó, los nervios se estaban apoderando de ella completamente. Pero en ese instante la puerta se abrió haciendo que ser Criston Cole por poco acabase boca abajo en el suelo. Aemond Targaryen entró junto a su hermana Helaena.

- ¿Ocurre algo, hijo? ¿Helaena? - los miró Alicent sobresaltada.

- Hola madre. No, simplemente pensé que era mi hermana quien tenía que decidir qué doncella debía de acompañarla, ¿no crees? - dijo Aemond mientras se colocaba frente a la primera doncella de la fila y caminaba por delante de ellas. - a veces me pregunto cómo dejáis que entre gente externa al castillo. Se podría haber colado una rata con disfraz. - los ojos de Aemond se cruzaron con los de Saera por primera vez, y las cejas de esta se curvaron mostrando desagrado por sus palabras.

- ¿Sabes algo que tu madre no sepa, Aemond? - Alicent lo miró.

- Para nada madre. - se sentó en una silla apartada y cruzó las piernas - me apetece observar.

A Saera le daba igual toda esta escena, el príncipe Aemond le había salvado de acabar degollada. Se llevó la mano al cuello nada más pensar en ello y tragó saliva.

- Bueno, Helaena querida ven aquí al lado de tu madre. - La princesa obedeció y miró a todas. - Puedes elegir las que necesites, ¿sí? todas están emocionadas por serte de ayuda.

Los ojos de Helaena fueron posándose de uno en uno sobre cada una de las chicas, empezando por la izquierda. Hasta que llegó a los preciosos ojos de color violeta que no pasaban desapercibidos.

- Hermanos enfrentados por un destino irremediable. - se tapó rápidamente la boca. - Ella será una. - Alicent miró a su hija.

- ¿Estás segura? ¿por qué razón? - colocó la mano sobre el hombro de su hija.

LA DONCELLA | Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora