Tercer día. Fuera del diario I

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Acabo de despertar de una pesadilla nada linda. Creo que esto de los zombis después de todo si tuvo repercusiones en mi mente. Esto ya no es como con los videojuegos, que los podía aguantar perfectamente. En la vida real es completamente diferente, y deja un trauma.

     Levanto la vista al escuchar unos ruidos afuera y me sorprendo al ver a Jake en mi ventana. La verdad, no recuerdo la ultima vez que apareció en mi ventana a mitad de la noche, fue hace mucho. Al verme ya sentada en mi cama, abre la ventana y mete la cabeza

     —¡Al! —susurra.

     —¿Que quieres? —pregunto técnicamente dormida aún.

     —Ven —murmura —necesito mostrarte algo.

     —¡Vete de aquí, Jake, y déjame dormir!

     El se mete completamente a mi habitación y se acerca a mi cama.

     —Por favor, es importante —ruega muy cerca de mi oído.

     —¡Ok! —le respondo algo malhumorada y me levanto.

     No me preocupa que me vea en pijama, ya me ha visto así varias veces, aparte de que sólo es un pantalón deportivo blanco y una camiseta manga larga de 5 Seconds Of Summer. Sólo espera a que me ponga unos tenis para que no se me congelen los pies con la nieve.

     Él sale por la ventana y me ayuda a salir a mi también. Él trae puesto sus pantalones negros y una chaqueta gruesa con una gorra, lo que trae habitualmente en tiempo de frío. No es raro verlo así, incluso de noche no se quita sus gorras.

     —Te vas a congelar el trasero aquí afuera —advierte, aún susurrando, mientras subimos al tejado.

     —¿Debería de importarme? —le contesto con otra pregunta.

     Una ráfaga de viento bastante fría, digamos de -2º C, traspasa la delgada tela de la camiseta, haciéndome estremecer.

     —Vas a enfermarte, ya verás —amenaza hablando un poco más alto que antes.

     Y llegamos al tejado, el lugar que mejor conozco de mi casa. No tengo idea por qué me ha traído aquí, no hay nada importante. ¿Me despertó a mitad de la noche, con este tremendo frío, solo para venir al tejado de mi casa?

     —¡¿Me despertaste a mitad de la noche, a grados bajo cero, solo para venir al tejado?! —le pregunto gritando en voz baja.

     —Pensé que no te gustaba hacer bromas... —murmura con ironía.

     —Sí, pero, ¿a esta hora de la noche? —replico viendo cómo se amarra bien las agujetas de sus Converse.

     —Las fiestas navideñas ya empiezan, y conozco una casa que casi siempre tiene fiestas.

     Ya sé de qué se trata todo esto. La única forma de llegar hasta su casa es por los tejados, y en estos momentos no puedo saltar mucho. No sé que trae pensado hacer para que logre llegar hasta allá sin ninguna herida.

     —¿Tienes todo? —pregunto parándome por un lado de él, sin recordarle el echo de que no puedo saltar.

     —Si —responde seguro, viéndome sin expresión alguna —. Vamos —ordena antes de empezar a correr para poder saltar la primera casa.

     Corro como puedo, pero me detengo justo en la orilla, con miedo de no poder llegar al otro lado.

     —¡De prisa!

     Retrocedo para tomar vuelo con el salto. Mis rodillas duelen en cuanto las flexión o para poder saltar, y el aterrizaje resulta peor aún.
     —¡Auch! —exclamo al momento de caer de rodillas en el otro tejado.

Querido diario: esto es la tercera guerra mundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora