Quinto día. Fuera del diario II (segunda parte)

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Al momento de salir de los suburbios nos topamos con el primer obstáculo, la oscuridad. No hay luz en toda la ciudad y a esta hora de la madrugada sólo se ve lo poco que la luz de la luna alcanza a alumbrar. Y, siendo este el caso, eso quiere decir que el resto del camino tampoco habrá luz y tendremos que lidiar con una carretera congelada (y con posibles árboles caídos en ella y otros obstáculos) completamente a oscuras.

—¡Alison! —llama mi padre a un metro aproximadamente de mí.

—¿Qué sucede? —grito lo más fuerte posible para que mi voz logre traspasar el casco.

—No creo que sea buena idea que Riley esté expuesta a esta temperatura, ¿por qué no mejor que ella se valla en el auto y la otra chica vaya contigo? —propone mi padre.

Veo a Riley, quien aún se encuentra abrazada a mí, por un pequeño momento. Está temblando y su pequeño rostro está helado. Tiene sus ojos mieles cerrados con fuerza tratando de dormir un poco, pero el frío extremo y la oscuridad casi absoluta no la dejan.

—¿Te gustaría ir en el auto, junto Jake, para que ya no tengas frío y puedas dormir un poco? —le pregunto dulce,ente a mi hermanita y ella asiente rápidamente.

Una escena como esta le derrite el corazón a cualquiera (que ironía, porque me estoy helando).

—¿Crees que podamos hacer el cambio en este momento? —pregunto a mi padre, quien ya ha dado la orden de detenernos. No hay ningún problema respecto a eso, pues los únicos idiotas que han decidido salir a esta hora de la mañana con esta temperatura somos nosotros.

—No, no lo habrá. No es bueno que tu hermana contraiga un resfriado. Dile a la otra chica que salga del auto para que Riley se quede ahí —ordena mi padre después de haber apagado la motocicleta.

Al bajar de la Harley, tomo a mi hermanita en mis brazos para evitar que se enfríe más aún. «Nada sucederá, pequeña, estarás a salvo» le digo en mi mente al recordar mi propósito de proteger a Riley a toda costa. Si alguien va a contraer una hipotermia, quiero que ser yo o Evelyn quien la contraiga, pero no ella. Sé que Jake la tranquilizará un rato y la mantendrá entretenida durante el camino; él sabe bien cómo cuidar a Riley.

—¿Qué sucede? —pregunta Evelyn algo somnolienta al abrir la puerta del auto.

—Riley no puede estar afuera. Tendrás que tomar su lugar —le contesto seria.

No me agrada la idea de que Evelyn vaya conmigo todo el camino y dudo que ella quiera que se le rompan sus delicadas uñas por el frío, pero es Riley o ella, y en este juego Riley siempre gana.

—¡¿Estás loca?! —exclaman Evelyn con indignación —¿Con éste frío? Ni muerta.

—Anda, Evelyn, este no es el momento. Riley tiene asma —pide Jake desde el otro lado del asiento.

Ella sale del auto a regañadientes y al momento comienza a temblar. Sus ojos verdes se entrecierran y tapa sus orejas con su cabello castaño claro. Es gracioso verla tratando de quitarse el frío con todo lo que tiene porque nada de lo que hace funciona. Sin embargo, resiste el frío y deja el área libre para mi pequeña hermanita.

Me inclino cuidadosamente para dejar a Riley en el asiento trasero del auto por un lado de Jake. Él se mueve un poco para poder sostenerla en sus brazos a pesar de que la espalda le duela. Todo con tal de que no le suceda nada, todo con tal de protegerla. Ahora que Jake no tiene a Maya, tengo el presentimiento de que hará todo lo posible por cuidar de Riley si es que llego a morir o si no puedo hacerlo en algún momento. Lo sé. Bueno, más bien, lo siento. Tengo la sensación de que él cuidará de ella a pesar de que no sean absolutamente nada. O eso espero. Si algún día dejo de vivir, quiero que Jake tome mi lugar y cuide de Riley y de mis padres a toda costa, sin importar lo que suceda. Y si logra encontrar a Nick, por más absurdo que suene, quiero que le cuente absolutamente todo lo que ha sucedido, desde la noche en que la guerra comenzó hasta el día en el que haya muerto. Absolutamente todo. Y sé que lo hará, porque él sabe que eso es lo que más me gustaría que hiciera. Sabe cuánto quiero a Riley y todo lo que daría por ella, y también sabe que haría todo lo posible para poder dar con mi hermano y verlo una vez más. «Por favor, sólo hazlo, Jake».

Al girar la llave, el fuerte motor de la Harley ruge con ferocidad. Inmediatamente comienzo a sentir el calor que sale de los escapes y como la moto entera se calienta. Al ver la señal, comienzo a avanzar.

Evelyn va atrás sosteniéndose de donde puede, menos de mí. Puedo oír cómo sus dientes castañetean por el frío extremo de la temporada, pero ella fue quien decidió salir sin algo más grueso. Por mi parte, dejé de sentir frío hace rato, ahora no siento absolutamente nada, sólo de vez en cuando alguna corriente helada. Y, no sé, casi no siento nada en estos momentos: no siento el frío, ni el dolor de mi herida en la cara, ni ningún otro tipo de cosa. Sólo siento que cada vez las noches son más claras, cada vez siento que puedo ver más de la oscuridad de lo que hacía... no sé, es como si la oscuridad de las frías noches de Portland —futura mente Seattle— se fueran alejando de mí y me dejaran ver el mundo que ocultan por las noches; sólo que este mundo nocturno aun no lo puedo ver del todo, nada más que apenas siluetas oscuras con colores que apenas se distinguen de otros. ¿La razón? no la tengo, simplemente veo mejor cada día. ¿Desde cuándo? tampoco lo sé, y creo que no lo sabré hasta que alguien me dé alguna posible razón.

Una posible razón para todo.

Querido diario: esto es la tercera guerra mundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora