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2018


Rayan estaba molesto. Evadí su mirada desprobatoria mirando al techo de la enfermería escolar; me parecía mucho más interensante ver como las pequeñas arañitas tejen sobre los esquineros del cielo raso que, enfrentar sus ojos acelgas lánzadome una mirada molesta, aún así, sentía sus ojos clavados en mí barbilla. 

Pero, fue inevitable mirar de reojo su expresión mientras maniobraba con gran agilidad la barra del peso. Cuando se enojaba, siempre se le formaba tres arrugas muy tiernas en la separación de los ojos; reprimí una sonrisa traviesa porque, cuando a él le preocupaba mi "pequeño" problema de salud, yo me sentía una completa rebelde, cuando desobedecía "sus reglas". Sacarlo de quicio era mi actividad favorita. 

Cómo si pudiese sentir mi mirada, me encaró con una mueca menos tierna. 

"¿Qué?" fingí inocencia. 

"Sabes qué." dijo serio. 

"Son solo unos gramos... No sucederá de nuevo" Suspiró exhausto. Rayan me había escuchado decir tantas veces esa misma frase que, ya poco me creía. 

Y, no es que era una irresponsable con mi salud. A mí tampoco me "Facinaba" saltarme clases por mis desmayos. Pero Rayan, para ser un pasante de enfermería, también exageraba.

Bajé del peso cuidadosamente, mientras él me daba la espalda, anotando sus observaciones en mi historial. Me coloqué rápidamente mis zapatillas escolares y, de un brinco, subí a la camilla. Observé con detenimiento como garabateaba sobre una receta, mis ojos subían automáticamente a su muñeca y se perdían en el azulado del ojo turco que, siempre cargaba consigo, era casi hipnotizante. 

"Doctor, ya puedo irme" canturrié dulcemente a él para apaciguar las tensiones. Él no pudo evitar sonreír. 

"Ly, no soy doctor" aclaró, pero sabía que le encantaba que le dijera así. "Ahora vuelvo" dijo, mientras iba detrás del escritorio a buscar su bolso. 

En ese momento, el doctor Guarache cruzó la habitación, escoltando a un chico hacia la otra camilla en la esquina paralela del cuarto.

"Qué buen gancho te atinaron ¿eh?" comentó el médico, él levanto la vista hasta dónde estaba y, me dedicó una sonrisa "Oh, hola Ly" dijo. Yo le  sonreí amablemente. 

Si, un 60% de mi vida me la pasaba en hospitales y enfermerías, así de conocida era...

"Espera aquí" murmuró a su paciente. 

Cuando el doctor se apartó, mi mirada se topó con el rostro del paciente. Me sorprendí al encontrarme con la mirada del chico de aquella noche en el hospital. Volví a repasar cada rasgo para retificar mis sospechas y, evidentemente era él. Observé por tercera vez sus ojos oscuros y, su cabello ensortijado, su piel nácar se manchaba con una fina línea carmesín que caía por una de sus fosas nasales. 

De repente, levantó la mirada hacia dónde estaba y, me frunció el ceño. 

"¿Qué miras?" espetó molesto. Sentí el ardor en mis mejillas y desvíe la mirada avergonzada. 

Camila tenía razón, era una entrometida. 

En eso, volvió Rayan y pude concentrarme en él. Fue imposible evitar sonreír al ver entre sus manos un pequeño yogurt con fresas y, unas galletas maría. Aplaudí en celebración al verlo venir, él colocó los ojos en blanco.

"Ten, lo necesitarás para sobrevivir el resto de la tarde" dice, entregándome su merienda. 

Rayan siempre traía yogurt, su madre era turca y, mantenían la costumbre de comprar mucho yogurt, así como otros lácteos. Él cargaba muchos en su morral. 

Si Hubiera Sido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora