10

0 0 0
                                    

2029

"Querida Rebecca:
He recibido tú telegrama, me he alegrado de escuchar tu voz después de mucho tiempo, aunque fuera a través de las cuerdas vocales de alguien más. Los piratas alienígenas me han liberado por fin, al escuchar nuestro soneto de amor, en saturno no existen los poemas pero sí los jeroglíficos.
Menos mal que me enseñaste egipcio aquella noche que estuvimos en Tovar.
Mi esposa estaba muy preocupada por mí, hemos ido a una fiesta en Roma para celebrar mi liberación. He visitado el vaticano, me senté en el último banco imaginándo nuestra boda, antes de que nos acusen de impíos. Me siento en el cuento de hadas equivocado. Porque no estás aquí.
PD: He aprovechado de grabar nuestros nombres y guardar una carta muy especial en el muro de Romeo y Julieta. Tendrás que venir a buscarme para leerla. 
Att: Tu gran amor de otra vida.

Cata no dejaba de emocionarse por cada aventura que Juan Caperuza le relataba, y le aliviaba saber que habría sido liberado de aquella captura extraterrestre antes de irse de la Costa Amalfitana... "

Mi lectura fue interrumpida por una brisa rebelde que pasó las páginas a toda velocidad, desmarcando la secuencia de mi lectura. Ni las pesadez de las hojas humedecidas por mis lágrimas saladas, fueron obstáculo para ella, aunque estuviésemos en los Altos del camino de Dios.
Era inevitable no llorar mientras leía ese libro. Tanto recuerdos amargos que habíamos superado en terapia, revivían en cada página. Esas páginas rememoraban el momento más alto y díficil de mi carrera.
Más sin embargo, el lugar, las personas, él; hacían más insotenible ese gran peso. No podía a su vez de dejar de ser masoquista, ya que me intrigaba saber la razón del porqué tenía ese libro, del por qué de esos subrayados.
Devolví las páginas hasta la contraportada, y leí la dedicatoria:

Para todos esos amigos que pudieron ser más, pero no en este universo.
Y muy especialmente a mis dos primer amor platónico:alpor enseñarme a sentirme amada y rota a la vez; y mostrarme la belleza de las canciones de Adele. 
 
Me pregunto si sabrá el transfondo de la dedicatoria. Pensé.


Limpié mis lágrimas y guardé el libro en el bolso... No podía tolerar que él me descubriera llorando. Mi abuela siempre me decía que era lo último que debía ver un hombre: tu debilidad.
Revisé mi celular: Cinco llamadas perdidas de mi editora. Amenazando en quitarme mi contrato. En verdad, si llegaba más drama, sentía que explotaría.
Entonces, retomé mi maratón matutino como hacía todas las madrugadas. Estaba deleitandome de los paisajes de océano mediterráno desde las alturas de un puente hecho entre los riscos de las montañas, donde podías sentir el lívido aliento del firmamento, que ya se pintaba de rosa por el amanecer oportuno.
De pronto divisé entre las sombras de los riscos, una silueta de un hombre, mirando hacia la playa, pero trepado sobre uno de los resbalosos barandales.

Hola, drama.

Oh mierda, se va a suicidar. Pensé mientras corría hacia él.
-¡Oye, tú! ¿Qué crees que estás haciendo?-dije con desesperación- ¡Serás el mayor imbécil si te lanzas!

Dije y jalé su camisa hacia mí.

Lo menos inteligente que he hecho hasta ahora: el cuerpo ancho del hombre cayó todo sobre mi cuerpo, quedando yo debajo de él y recibiendo el peor golpe de mi vida en contra del pavimento.

-¡Mierda qué dolor!- me quejé.

Él respondió con una frase en italiano que no entendí.

-¡Tú madre por si acaso la mía!-- me defendí inconscientemente.

Hasta que sus ojos, como dos turquesas brillantes me hipnotizaron.. Después del entuecimiento, sentí el cuerpo tallado sobre mí, que sabía sin ver donde quedaba el abdomen y la zona genital... Pero también denoté su rostro pecoso develado bajo su pelo avellana, claramente molesto.
-Sé que estás enojado... Pero, lo primero que recuerdo de mi primer semestre de psicología, antes de reprobarlo es que: No existe problema tan grande que no podamos solucionarlo.- sermoneé.
Frunció el ceño. Claro que no me entendía, era italiano.
-Oh si.. Claro que no me entiendes, emm...-busqué en mi mente mis últimas clases de italiano y dije en el idioma natal: Eres un imbecil si te suicidas, porque le estás dando el gusto a alguien más, emm... Y tú mejor momento va a llegar después de toda esta mierda- dije mientras hacia señas exageradas, aun debajo de él.
-Eres turista ¿No es así?- expresó.

El depresivo habla español.

De pronto un grito de alegría se escuchó a mi izquierda. Volteé y solo vi a una figura saltando del puente. Se escuchó un chapuzón.
Lo aparté de mi cuerpo, y me levanté para asomarme por el borde, ignorando el vértigo que me dió al mirar.
Allí descubrí varias personas nadando en una playa turística casi en un callejón tragado por las montañas.
-En esta playa, es muy normal realizar este deporte. -Dijo recostándose del barandal.
Allí fue que detallé que el traje era tan ajustado porque era imperneable justamente por ese motivo. Mi cara enrojeció por la vergüenza.
-Claro que no sabía eso de ciudad favorita. -Dije sarcástica llevándome las manos al rostro y deslizándome hasta quedar sentanda en el suelo.
El chico me extendió la mano.
-La verdad lo siento mucho por la equivocación -dije mientras aceptaba ayudarme a levantar.
-Tranquila, eso me pasa muy seguido. Sobre todo si llevo un arma siempre en el bolso.
Allí fue que lo reconocí: Era el chico que apuntó con un arma a Derek.
-¡Eres el hermano spicopata de esa chica!- tapé inmediatamente mi boca. Él rió negando con la cabeza.
-La verdad, -explicó mientras sacaba el revólver de su bolso y lo desarmó- No tiene balas, lo hago para asustar a los imbéciles que se acuestan con mi hermana.
-¿En serio?- dije sorprendida. Él colocó sus dedos sobre sus labios.
-No le digas a tu esposo, ni a mi hermana. -pidió. Yo asentí.
-Claro... -dije haciendo un gesto de dolor en mi espalda.
-¿Te duele?
-Mucho...
-Déjame llevarte a tú casa... esto... ¿Cómo te llamabas?
-Ly, mi nombre es Ly.
-¿En verdad? Helena te llamó por otro nombre- dijo mientras caminábamos.
-En verdad, es Evelyn. Pero, prefiero Ly, porque siento que si me llamas por mi nombre completo me regañas.
-Vale, Ly. Mucho gusto, mi nombre es Geovanni.
-Mucho gusto, Geovanni. Me encanta mucho ese nombre.
-¡Gracias! Entonces, ¿Qué te llevó a cubrir a un patán haciendose pasar por su esposa?
Me detuve de golpe.
-Como...
-Primero, no llevas un anillo en tu dedo.- explicó- Aunque no todas le gusta usar una argolla, pareces una chica que usaría una. Segundo, estás demasiado guapa como para estar casada con él.
¿Lo último fue un elogio? ¿Cuántos años tenía sin escuchar uno?
-Wow, Romeo, te ganaste un Óscar- reí.
-La verdad fue que pregunté en recepción. La dueña es mi madre. -quedé muda.
-Hubieras empezado por allí...-murmuré.
-Entonces... Helena me tuvo que contar la verdad.
-Okey.
-¿Por qué?
-¿Por qué que?
-¿Por qué ayudaste a un patán como él? -pensé un momento- ¿Eres al menos su novia? -contratacó.
-Es mi rommie. Algo debía hacer viendo como un desconocido le coloca una pistola en la cabeza -expliqué, el movió la cabeza de un lado a otro aceptando.
Llegando a su auto, me abrió la puerta del copiloto y entré.
-Pero, es un patán -admití. Él sonríe.
-Lo sé. Me sorprendió ver una chica como tú con un chico como él- atacó. Yo reí.
-Te sorprendería saber lo insistente que suele ser el destino.

Así fue, como le conté brevemente mi aventura por la Costa Amalfitana, y como había llegado a la zona de Positano, encontrandome casualmente con Derek y su hermano. Parecía un chico agradable, quién me contó la historia de Rebecca, su madre y que era asesor inmobilario, quién me podría ayudar a buscar una residencia.
-No gracias, tu madre ya me ha ofrecido una habitación- le expliqué llegando a la posada.
-Bueno... si una vez quieres conocer la Costa Amalfitana, llámame. -dijo entregandome la tarjete.
La recibí.
-¿Puedo traer a mi esposo falso?
-Ven sola-dijo con seguridad.
¿Acaso eso fue una invitación a una cita muy mala? pensé mientras bajaba del auto y arrancaba a toda velocidad.
********
Me detuve, frente a la puerta. La verdad, mi vida estaba dando demasiadas vueltas, un nudo en mi garganta de pronto. Tragué en seco.
Respiré hondo.
Entonces, miré en mi llavero el dije que me había regalado Rayan para décimo septimo cumpleaños, donde guardaba una foto de mí familia y de él.
-Ay... cuánto te extraño -sollocé al abrirlo- Tú si sabrías que hacer.
Por segunda vez, respiré hondo y entré a la residencia.
Estaba sentado usando mi laptop. Mi computadora estaba en sus piernas.
-¿Qué haces con eso? -dije un poco molesta.
-No haz escrito nada.- respondió con descaro.
-Devuelme mi laptop.- ordené acercandome alterada.
-No hasta que me cuentes porque estás aquí.- negué. Saqué el libro
-Primero dime por qué me mentiste
- ¿Qué?
-Me dijiste que no me seguías y estaba esto en tú estantería.
-Tienes cientos de correos de tu editora. -evadió la pregunta.
-¿También revisaste mi pornopub?- dije de forma agria.
-Eres muy cruel cuando quieres.
-Eres muy chismoso e insoportable cuando quieres--
-Lo aprendí de la mejor.
-Gracias. -agradecí sarcástica mirando con cara de asesina.
Lentamente, dejó la laptop en la mesa de vidrio y yo dejé el ejemplar igual.
-Estaba buscando tiendas de pinturas para darle vida a esta pocilga- explicó- y tú laptop tiene la misma contraseña: el cumpleaños de tu abuela. Asentí.
-Solo... no vuelves a agarrarla, o martillaré tu piano.-advertí.
-Me avisas cuando quieras ir a comprar las pinturas- avisó.
Al parecer le había interesado el tema de la remodelación.
No obstante, antes de que realizara cualquier otra pregunta, corrí y me encerré en mi habitación.
Me acosté en mi cama aún con la laptop abrazada.
Eso estuvo cerca. Pensé.
De pronto, cuando me senté en la cama sentí ese manto de tristeza caer sobre mí. De repente, la habitación se sintió muy grande y el nudo en mi garganta se volvió a formar de pronto.
Entonces, sentí volver ese vacío en mi corazón y me sentí la persona más pequeña del mundo..
Abrí la laptop, aún con un poco de valor ingresé a mi correo. Apareció el correo de la editorial.
Suspiré hondo. Desplegué el mensaje.

Srta. González:

Saludos cordiales. Lamentamos mucho enviarle esta primera advertencia por incumplimiento de contrato, el cual usted firmó asumiendo la presentación de la segunda parte de su obra: Corazones azules, hace ya seis meses.
Por lo cual, citamos urgentemente a una reunión con su representante, para realizar una mediación considerable con todos los involucrados en el proyecto. De lo contrario, será suspendido los fondos para dicha obra y fecha de publicación.
Le recordamos el apoyo y afecto que le posee toda nuestra familia editorial, quiénes esperamos una recuperación y acuerdo positivo para ambas partes. Pues, reconocemos su talento y potencial. De antemano, muchas gracias por su atención, esperamos su pronta respuesta.

Cerré la laptop de manera abrupta.

-¿Qué vas hacer Evelyn?-dije para mí misma soltando un fuerte suspiro- ¿Será que ya no sirves para esto? -miré mi instagram- ¿Será que habrá llegado tu momento de dejarlo?

Me coloqué a pensar en mil cosas e ideas que no tomaban forma desde que sufría esta enfermedad. Pero, mientras más giraba en círculos, cada vez más veía cádaveres de rana bajo mis pies.
Mire pensativa el móvil. Marqué sin pensar el número de la videollamada
Repicó una, dos, tres...
El rostro de mi madre apareció.
-¡Hola mi amor!- dijo ella recibiendome.
-Hola mamá. -saludé.
-¡Mira que linda estás! - Me alagó- ¡Amor! ¡Ven! la niña está al teléfono. -gritó.
-¿Cómo están ustedes?
-Bien hija, ¡hasta que por fin te acordaste de nosotros! No llamabas
-Perdón... ehh no había tenido tiempo.
-¿Estás comiendo bien? ¿Cómo son los paisajes?
-Son muy hermosos - comenté.
Apareció mi papá en la patalla.
-¡hija de mi corazón! ¡Mi pollita!- exaltó mi papá- ¡Dios te bendiga!- me gritó.
Ellos no entendían muy bien la tecnología
-Hola papá, ¿Cómo está todo?
-Todo bien, aunque te extrañamos.
-Yo también los extraño-dije soltando una lágrima
-Disfruta todo estos momentos, hija mía.-dijo mi papá
-Ay papá, ya me quiero regresar. -me sinceré.
-No seas necia, disfruta, no te preocupes por nosotros.
-¡Recuerda traerme un yerno!
-¡Pero qué estás diciendo!- dijo mi papá exaltado.
-Saben que los quiero mucho... pronto volveré.- le prometí.
-Nosotros también- dijeron a coro.
-Nos vemos... me saludan a Camila.
Dije y cerré la llamada.
Suspiré, y de la bocanada de aire, se escaparon dos, tres, cuarto lágrimas.
Lloré. Nuevamente lloré. Una expresión de tristeza que fue desembocada por la nostalgia y el anhelo de volver a mi casa. Extrañana la monotomía de mi hogar, echába de menos a mis padres, mis amigos, mi vida... Y sobretodo, extrañaba a mi abuela. Sollocé nuevamente. Eran nuevas lágrimas de viejos pesares que me seguían atormentando después de diez años. Nada bueno me había sucedido desde que llegué a la Costa Amalfitana, no era la sombra de lo que le conté a mis lectores una vez.
¿Cómo podía escribir estando tan triste y preocupada?
¿Cómo se puede redactar encontrándose desenamorada y lleno de odio?
-Cómo... quisiera que estuvieras aquí -me sinceré en voz alta, como me había enseñado la terapeuta.
En eso, escuché como se cerró la puerta. La había dejado entreabierta. Lo ignoré, poco me importaba las discusiones con Derek y lo costoso del aire acondicionado. Solo no... quería escribir.
Me lo podía permitir un día más, como me lo había otorgado hace seis meses.
******
Una melodía de piano; una risa de unos niños. Fue lo que me despertó de una siesta que no recuerdo haber tomado.
Una canción familiar: Set fire rain.
Me incorporé de golpe y muy confundida. Tardé unos segundos en reconocer en donde estaba.
Seguí la melodía por toda la casa. La seguí hasta el estudio de aprendizaje y terraza. Las risas se intensificaron.
En un piano de juguete, un niño tocaba apasionado y divertido la canción de set fire rain fuera del ritmo, para un público infantil que rodeaban a Derek quién narraba de una forma muy expresiva apoyado de un libro que balanceaba mientras daba vueltas:
"Allí Juan Caperuzza se acercó hacia mí... no podía creerlo: De todas las ciudades del mundo, él estaba allí, frente a mí... Con su copa de jugo me miró y dijo: Cata eres tú" Narró Dereck de forma dramática"
-¿Y que pasó después? -Preguntó una niña, mirando con mucho amor con sus ojos celestes.

"Él corrió hacia ella y su corazón... su corazón...Catalina escuchó su corazón: Túcu, túcu, túcu"-Narró golpeando su pecho- "Lo que no sabía que el de Juan Caperuza también:Tucu, tucu. Y ambos al abrazarte se sintieron en casa. Cómo si un rayo encendiera la lluvia y despertara algo dormido"-dijo con voz ronca.

Me deleitaba mirar aquella interpretación tan jocosa y jovial de mi libro que jamás había visto. Quedaba encantada con la química con qué interactuaba con  los niños, y las preguntas de los nenes que jamás escuché.
-¡Qué romántico!- soltó la misma pequeña.
-¡Qué cursi!- se quejó otro.
"Entonces... ¡Una invasión alienígena cayó sobre la fiesta de Juan Caperuza!" dijo de pronto, y no pude evitar reírme porque sabía que la historia no iba así (al menos en esa parte) él volteó y me sonrió delientandose con mi risa. "Y allí fue donde Caperuza corrió con Catalina muy lejos de la invasión enemiga..."

Y así continuó el relato, hasta que los niños quedaron completamente dormidos en sus sacos de dormir. Muy pronto llegaron sus padres por ello, y después de que el niño, quién fue el último en irse, se despidiera de él, volvimos a quedar Dereck y yo solos en el departamento.
Aplaudí estruedosamente.
-¡Bravo ha sido la versión más desastrosa que he visto!- alagué mientras el volvía con una gran sonrisa.
-Admite que está mejor de cómo lo cuento- dijo sirviendo dos copas de vinio.
-La verdad, nunca imaginé que un romance juvenil quedara como un cuento de hadas.
-Ser cuenta cuentos, fue uno de los placeres de la adultez que más disfruto.
-Nunca te imaginé contando cuentos- dije negando la cabeza y aceptando la copa.
-Sigo siendo una caja de sorpresa. Al igual que mi escritora favorita.-susurré.
Guardé silencio.
-Has crecido mucho...-continuó- He seguido cada paso de tu carrera y me enamorado de cada libro.
-Desearía que hubiese estado en la primera presentación. -el meneó el vino.
-No siempre estoy fisicamente, pero si siempre pienso en ti. -sonreí, intentado evadir los latidos acelerados de mi cuerpo al escuchar esas palabras.
-Eres la persona más fuerte y talentosa. Mucho mejor que J.K. Rolling. -viré los ojos
-No la conozco. - con ceño fruncido, tomó mi cintura y me atrajo hacia él.
Sentí mis mejillas calentarse aunque no supe si era por el alcohol o por su arrebato sorpresa.
-¡No entiendo como una mujer de 26 años aún no ha visto Harry Potter!- admitió.
-No soy la mujer perfecta-dije apartandome de él.
Él me acercó nuevamente a su cuerpo.
-¿Quieres saber mi parte favorita del libro?- miré con atención sus labios que quedaron a la altura de mis ojos. Asentí, rogando que no sintiera los latidos de mi corazón.
-Aquella que...- con un clip de su teléfono y el instrumental de Set fire rain.- Juan Caperuzza en medio de una tormenta, entra por la ventana, y baila con Catalina mientras su esposo duerme-dijo subiendo su mano por mi espalda.
Solté un respingo al sentir la gelidez de su mano y mi piel se achinó al tacto tan repentino.
Y me empezó a balancear dulcemente.
Solté una risa nerviosa al ver su locura.
-Yo sé porque tanto te gusta...-dije traviesa.
-¿Entonces mis sospechas son ciertas? -indagó. Ladeé con la cabeza.
-Quizás...
-Recuerdo cuando estabas triste... como te gustaba escribir mientras tocaba el piano...-bajé la cabeza...
-Si aquellos tiempos.- susurré.
-¡Siento que no he sido el mejor anfitrión! dijo tomando sus manos con pasión- Dame una oportunidad de remediarlo...
-Esto... no es necesario...
-¡Vamos! Creo que tenemos muchas cosas que hablar...
-Eeh...
No aceptes. No aceptes -Pensé. -el es un mentiroso, un embaucador, un mujeriego.
-Bueno..-susurré.
-¡No lo olvidarás! -dijo tomando su chaqueta deprisa.
-¿A donde vamos?- indagué.
-Es una sorpresa-aseguró- pero algo estoy seguro...
-¿El qué dije tomando mi chaqueta.
-Vamos a emborracharnos.






Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 24, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Si Hubiera Sido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora