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Dentro de una Jaula...

"... Una vez fue solo el comienzo de la amargura,

 la dulzura, los sueños y fantasía..."




La mañana del día del banquete Lucerys no podía deja de sentirse intranquilo, con un malestar en la garganta, y un vació en el pecho.

No había salido de sus aposentos desde que llegaron dos días atrás. Ni siquiera para tomar algo de aire, ese fue su primer error.

Pidió sus comidas en privado, y no se unió con su madre o hermanos, alegaba que no se sentía muy bien todavía. Quería evitar a toda costa encontrarse con su tío. No se sentía preparado para verlo, sabia que sus instintos y su interior le pedía verlo, su piel quería sentir su calor, su cuerpo quería ser sujetado, tanto era el anhelo, que su fiebre iba y venia sin tener una temperatura estable.

Su enlace servía para muchas cosas, pero Lucerys no sabia como usar eso a su favor, era torpe en ese aspecto y siempre había ignorado su aprendizaje sobre las castas. Él solo escuchaba a su madre cuando era necesario, el tema sobre ello, le incomodaba. Incluso creyó en parte que todo el asunto emocional y peligroso de los vínculos era estúpido.

Estúpido se sentía en ese momento.

Ahora le sorprendía como podía percibir vagamente donde se encontraba Aemond, y por el aroma del alpha podía saber si pasaba cerca de sus aposentos o no.

Se sentía atrapado, que ese cuerpo no le pertenecía, incluso se asustó la primera noche al despertarse jadeando recordando los hechos en aquella playa, la repulsión sobre su cuerpo comenzó a molestarle, no entendía como su subconsciente le decía que esa experiencia de abuso era algo para sentir placer, colocar su miembro duro, y el interior de sus glúteos húmedos. Le parecía tan inhumano y tan injusto, ¿Por qué debía ser el único herido?


Esa noche no pudo dormir, cada vez que lo intentaba, las pesadillas volvían a él, hacia pataletas inconscientemente hasta despertarse en el suelo tiritando por el frío y sin darse cuenta, los rayos del sol lo habían alcanzado demasiado rápido. La luz lastimó sus ojos, con los círculos enrojecidos alrededor de sus ojos hinchados. Había llorado de nuevo. Quería convencerse de que se trataba de una pesadilla, que nada de lo que eran sus sueños ocurrió, pero cuando su vista se enfocaba en los hematomas y los débiles rasguños que se desvanecían a paso lento en sus muñecas, esos que no querían borrarse de su piel blanca, se recordaba a si mismo, que la realidad era cruel. Y que lo que su mundo se había vuelto, lo era también.

Se consoló un poco masajeando sus muñecas antes de levantarse y tomar un baño, al cabo de unos minutos, lo hizo y se miró al espejo antes de vestirse. Los vestigios de la agresión podían todavía verse, algunos lugares mas que otros, y se borraban lentamente, y odiaba que aun estuvieran allí. Tenia dos feas cicatrices, dos mordidas que aun ardían por el escaso contacto con su enlace, en su cuello, casi encima de las clavículas a un costado derecho, y su cadera. Cuando la punta de sus dedos acariciaban los contornos hinchados y rojizos, se preguntaba porque las personas podían hacer eso por amor, rara vez pensaba en sus propios sentimientos hacia las personas, y una vez, cuando vio a su madre despedirse de Ser Harwing, solo esa vez deseó que hubiese alguien que lo mirara de la forma en la que su padre biológico lo hacía con su madre.

Albie Bamves - (Lucemond- Jacegon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora