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Catarsis...

"oscuridad a la luz y luz a la oscuridad, aquello que nos aparta, nos unirá"



 Nadie sabe exactamente que es lo que pasa por la mente del Rey consorte, después de perder dos hijos, cualquiera se encontraría devastado, sin embargo, Daemon se muestra más feroz y vivo que nunca, no doblará la rodilla ni aunque le arrebaten todo lo que le pertenece. Por lo que verlo aún siendo sarcástico y sonriente, le es incomodo a la servidumbre del la fortaleza roja.

Cuando Daemon le dijo a su Reina las fechorías que había causado, incluso ella quiso reírse, el humor de su amado esposo siempre le era contagioso, no fue hasta después que supo el estado en el que se encontraba Alicent que los indicios de una sonrisa se desvanecieron. Daemon nunca olvida, es orgulloso, y quizás aparente perdonarte, pero si le has traicionado, en cualquier momento debes esperar que una daga te apunte a la garganta cuando menos te lo esperes, porque sí, él lo había hecho. De todas formas estaba lidiando con la perdida de una hija, en medio de su inconformidad, tenia la necesidad de querer reírse después.

Rhaenyra lo miró fijamente, completamente seria, su esposo solo le dio un beso en la frente, y le dijo que pensara lo que pensara, no lo lamentaba. Porque esa "maldita perra" había asesinado a su hermano.

Cuando fue a ver a Alicent, la encontró descansando en un largo sofá Orejero, podían divisarse las manchas rojizas en el vendaje de su cabeza, y su bello rostro, aun se encontraba inflamado, amoratado y con algunas costras lineales. Abrió los ojos, y no se preocupó por la presencia de la Reina. Por el contrario, le dedicó una sonrisa lastimera.

— ¿Cómo te sientes? — la reina le tomó de la mano, como solía hacerlo cuando eran más jóvenes, y con su pulgar acarició suavemente el torso de su mano.

— Los maestres dicen que el cabello no volverá a crecer, al menos no por completo. — La Reina Viuda suspiró con pesar. — Pero estoy bien, cuando me recupere volveremos a cenar todos juntos. Lo prometo.

— Siempre tendrás otras opciones... — el tono amable de Rhaenyra mientras limpiaba sus mejillas que habían sangrado un poco mientras hablaban era reconfortante para Alicent. — Puedes usar alguna peluca, ¿no me dijiste que siempre quisiste usar una porque querías probar como te verías con el cabello liso? — ambas rieron un poco. — o podrías probar los turbantes que usan en la cabeza los isleños en las islas del verano.

— ¿Por qué todavía recuerdas eso?, han sido muchos años ya...

— No es como si lo hubiese olvidado alguna vez...

Dicen muchos que calma llega después de la tormenta, pero la familia real estaba inquieta con la presente paz, porque no hubo nada más, como si nunca hubiese existido el asesinato de la princesa Baela. Lo que colocaba a Rhaenys de malhumor, ella insistía que debían seguir buscando, pero su esposo había sido franco con ella, las esperanzas de encontrar a su segunda nieta con vida, eran imposibles. Pero, no se comete el mismo error dos veces en la casa Velaryon, Corlys había dado la indicación a sus hombres y sus embarcaciones que siempre estuviesen preparado para la guerra. Sus años de experiencia le decían que aquellos, solo pudieron asomar sus garras como una distracción, que no pasaría demasiado tiempo para que volvieran a aparecer, "los cobardes son los más difíciles de acabar" — Le había dicho La Serpiente Marina a su esposa. Aunque a Rhaenys le daba igual si iniciaba una guerra o no, ella solo quería a su nieta de vuelta, ya había enterrado a sus dos hijos, y ahora debía despedirse de la ultima imagen de su adorada hija... no había forma en que pudiera aceptarlo, ni siquiera forzosamente.

Albie Bamves - (Lucemond- Jacegon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora