010
"un día soñé con los veranos que se perdieron en mis recuerdos"
— Si me permite decirlo su alteza, ¿no debería uno de nosotros discutir los últimos asuntos con Lord Corlys?, todavía es muy joven y falto de experiencia para guiar a los buques de nuestra flota, me ofrezco enseñarle todo lo que sé, y cuando sea el momento adecuado, mis hombres seguirán sus instrucciones.
— Mí abuelo, el señor de las mareas, no se encuentra en condiciones optimas para discutir de nuevo este 'asunto', todos ustedes aquí deben estar conscientes de ello, no le agrada tener que repetir las cosas. Hasta que los maestres le den el visto bueno, no me arriesgaré a presenciar un asesinato. — la voz de Lucerys es firme, no tiene derecho a mostrar debilidad, bien sabe que los hombres del mar son duros de tratar, esperaran que se equivoque, que titubee para atacarlo y señalarlo. Debe ser cuidadoso con todo lo que dice. Desde el momento en el que tuvo a los almirantes enfrente, les dio la razón; él no estaba preparado para ese cargo.
Era un niño para asumir el poder de la flota más grande, pero tenía que ser un adulto para concebir herederos.
Lucerys cree que las personas son extrañas.
Odia la guerra, y pese a que no se le permitiría ir, eso ya no le molesta, ahora sabe que no podría ser capaz de asesinar a alguien con sus propias manos, en un mundo como el suyo, sabe que eso es debilidad, y es tonto para el, ser capaz de herir, pero no de matar. No puede ser sanguinario y amoroso como Daemon, o disfrutar de la sangre de sus enemigos como Jacaerys, y sospecha que el día que tome una vida con su propia mano, le atormentará para toda la vida.
No recuerda el momento en el que aquello comenzó a asustarle y también se burla un poco de sí mismo, también suele llamarse cobarde cunado se mira al espejo, porque no le importaría mandar a alguien a hacerlo por él. Por eso necesitaba a Aemond. Sus manos están limpias y deben permanecer así, las de el no. Deberían ensuciarse por una buena causa, por lo menos eso es lo que cree él.
También cree que una de sus primas debió haber asumido la herencia, cualquiera de las dos hubiese sido mucho mejor que el. Sin embargo, ya no puede echarse para atrás. Ciertamente, tiene miedo de hacerlo todo mal; no ha aprendido demasiado estos últimos años, cuando se suponía que debería haber estado viajando con su abuelo a su lado para seguir estudiando, para seguir aprendiendo, estaba en la fortaleza roja; sufriendo miserablemente porque no quería tener un hijo.
Y todavía no los quiere, pero los necesita, por lo menos uno.
Así como también necesita poner orden y hacerse con un poco de respeto, es lo menos que debería ser capaz de lograr. — ¿puedo saber porque eso debería ser así?, sus hombres están indispuestos a obedecer a mí llamado, es lo único que he escuchado.
— La mayoría de ellos su alteza; es una verdad que debería conocer, pese a ello, yo solo estoy ofreciendo la forma más segura de evitar algo que usted no pueda controlar, después de todo, ninguno de nosotros desea la ruina de Villaespecia. Aunque no puedo decir lo mismo de aquellos que desean poseer todos sus tesoros. — la amenaza es clara, demasiado indigesta, Lucerys ve la malicia en su voz y sus ojos, y por la forma en la que sujeta su espada, pareciera como si se contuviera de matarlo. Le devolvió la sonrisa, y entrelazó sus manos al frente de su vientre. Solo observándolo, unos segundos.
— Un hombre que no es fiel a sus votos, no me es de ninguna utilidad. Sí no puedo obtener su lealtad, tendré sus cabezas. — antes de que el almirante pudiese reaccionar, Aemond ya le había cortado el cuello separando de la cabeza que rodó hasta los pies de Lucerys, y el la pateó ligeramente a un lado, la cabeza continuó su camino, rodando cayéndose entre los escalones que dividían el salón, el suelo y el viejo trono, dejando un rastro de sangre. Recibió un pañuelo blanco de las manos de Aemond, limpió las gotas de sangre que cayeron en su rostro. Y volvió a dirigirse a los almirantes. — Dado que ahora tenemos una vacante, mí esposo tomará su lugar... y si existe, de alguna manera, otra inconformidad, caballeros, les invito a dar un paso al frente. — no necesitó más para confirmar sus sospechas, no hubo otro reclamo, solo silencio, y las cabezas bajas por parte de un par de hombres en un extremo del gran salón; supo que debía tener un dragón de su lado. Tenía que mantener a Aemond a su lado. — No me gusta ser descortés con mis invitados, mis valientes hombres defendiendo las costas de las tierras de la corona, el banquete se enfría, por favor señores. — señaló con su palma extendida, una burla, disfrazada en un gesto de humildad.
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Albie Bamves - (Lucemond- Jacegon)
FantasyLos relatos de dos matrimonios forzados. ¿Quién de los dos acabará enamorándose primero?, ¿será eso amor o una trastornada obsesión forjada por el deber que recae sobre sus hombros? Estas personas que estaban destinadas a estar juntas, pero por capr...