Capitulo 2: Un cuento sobre el principio de las cosas

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Érase una vez, en el más lejano de los tiempos, en un "principio" que parecía como el final, en un inmutable "frío" y hermética oscuridad, en la cual, durante tiempos inconmensurables para la razón humana, pasaba el tiempo en una caminata inmóvil, sin ni siquiera la locomoción de las partículas o la percepción de nuestra amiga Consciencia permanecer congeladas.
 
En ese espacio inconcebible en el que habita con un mínimo de presencia, en ese ínfimo ápice de algo mayor que teórico tiempo cero, en el que existía siendo parte ese mar estático.
 
Y aún siendo casi irrazonable, tanto había pasado que los milagros que nos daba la termodinámica tocaron aquel imperturbable lugar. Singularidades por doquier generaban infinitos universos, con infinitas leyes y realidades espacio-temporales, incluso planares. Poco a poco la contradicción se hizo frecuente. Primero de la nada vino todo; de la oscuridad salió lo que nos da luz.
 
Así que para el único tiempo nuestro, el universo nace hace aproximadamente 13.700 millones de años, gracias a como todos un fenómeno producto de una aleatoria manifestación probabilística, cuál colapso sobre sí misma y liberando su energía a velocidades pasmosas, era tal magna cantidad, que de esta materia nacía, partículas a átomos que al cosmos llenaba, acumulándose en enormes masas de materia llamadas estrellas, consumiendo ese primer simplista banquete, nos daban estas golosas monstruosidades, cuáles en su interior la fuerza de los átomos estrellándose hasta quebrarse y fusionarse creaban poderosas emanaciones de energía, juntó a la luminosidad bestial, nos  salvaban al cosmos del vacío, aunque cada vez más distantes sean las distancias que nos separe, evitando a veces veamos la luz de ajenos a nuestro círculo cercano.
 
Así, por miles de millones de años, en que las estrellas nacían y morían, y producto de las colisiones de los átomos que estas habitaban se formaban más tipos de átomo en el cosmos, a su vez nacieron productos de moribundas estrellas, en cuáles su inmensidad era difícil de percibir para ojos como el diminuto humano, que viendo una hormiga se cree grande por su diferencia de tamaño; nacieron inmensos avariciosos que colapsaban en punto de infinita densidad, que incluso la luz no escapaba de su voraz hambre por atraerlo todo. Pero estos no solo eran devastación, pues su enorme gravedad al cosmos agrupó en grupos llenos de las estrellas y los planetas, galaxias que en cúmulos se agrupan, y estos reuniéndose en estructuras más y más grandes que conforman el universo entero, el cual se expande a cada instante, haciendo que su tamaño fuera para cualquier ser inimaginable.
 
Incontables especies inteligentes o no inteligentes, por toda la existencia, se habían esparcido de todas las formas cognoscibles o inimaginables, pues en la razón no cabía el todo superior de las posibilidades que están dentro de la lógica de las leyes de lo visto y no visto. Pero aunque muchas razas lograron para todo ese tiempo transcurrido lograr avances inimaginables, llenas de una inmensa historia, había una que por sobre todas dio a luz a quien a la existencia le dio un génesis con esperanza.
 
La galaxia correspondiente a esta especie se originó cerca de 9 millones de años después. Después del nacimiento de su universo, una gran cantidad de tiempo pasó entre estrellas que continuaban el ciclo de sus vidas; nubes estelares llenas de materia en su galaxia yacían, siendo en el año 9170 millones de años el nacimiento dentro de una zona ideal para la vida, nuestro sistema solar. Con el nacimiento de un joven Sol, los residuos de aquella nube que tomó para formarse giraban en torno a su enorme masa, mientras los escombros colisionaban, formando poco a poco cada uno de nuestros planetas. Hace 4.543 millones de años atrás, el planeta que fue un día llamado Tierra, nació.
 
Su luna se formó debido a una colisión con otro planeta en el caótico aún nuevo sistema estelar, en el que como vestigio vemos cada noche en nuestro cielo una tenue luz que nos salva de la total oscuridad junto a las estrellas del cosmos, y después ayuda a la tierra a hacerse habitable. Cuando la tierra se enfriaba luego de que el agua un día llegase desde debajo de la superficie, a través de erupciones que cambiaban la faz de la tierra y meteoritos que al bajar por los cielos aturdían con sus ensordecedores sonidos, mientras se estrellaban y su contenido se evaporaba, poco a poco forjaban el ciclo del carbono.
 
El génesis de la vida entonces, charcos que dentro de aquel caótico entorno formaban la materia necesaria para la vida, ya si fueran minerales u otros componentes, naciendo entonces cadenas de ARN, cual a su vez poco a poco daban a luz microorganismos unicelulares, que tras miles de millones de años originan de la formación altruista de una vida y otra, en su consciencia de que usándose una a la otra como defensa y cerebro, sus capacidades se veían multiplicados inmensamente, él bum estallo y la vida en el agua poco a poco fue adaptando su consciencia de las cosas para avanzar, para sobrevivir, para resistir, para sentir su entorno mejor que los llevara un paso más hasta poder a su especie dar una más larga vida, poco a poco desintoxicaron el aire que respirábamos con formas que usaban el carbono y otros gases, junto a la luz solar para darse vida, estas formas fueron en su mayoría llamadas plantas, luego ayudados por los muchas veces menospreciados hongos. Luego estuvieron los que catalogamos comúnmente como peces, luego los insectos, mucho tiempo después los reptiles, anfibios, mamíferos y aves, que en su mayoría su vida al tocar tierra dio como central hogar.
 
La vida, extinción tras extinción por fatales infortunios del cosmos, la mismísima ira de la naturaleza o incluso la acumulación de pequeñas hazañas por hasta los más diminutos seres que han habitado la tierra, todo esto, sin embargo, con la intención de prevalecer a nuestros ancestros, porque sí al menos la mayoría de la vida es parte de una enorme familia que va más allá de lo que es una sola especie o el árbol genealógico de un ínfimo sector de este.
 
En una era muy alejada de todos esos acontecimientos, una última gran extinción, que casi a la vida hace perecer, logró entonces a los pequeños mamíferos dar la oportunidad de alcanzar el reinado en el anterior mundo que fue dominado por aquellos tiranos dinosaurios. 
 
Así entre los muchos que se destacaron, ancestros de los marsupiales, roedores y primates sobrevivieron y la tierra mientras se revitalizaba les otorgo el mundo a sus pies, luego de mucho tiempo los primates que en árboles habitaban sufrieron un cambio paulatino pues su frondoso mundo para algunos fue arrebatado y en un intento de supervivencia, salieron de aquellos hogares que alejados del suelo los mantenían, poco a poco adaptándose al caminar erguido, mientras que a su vez la lejanía les hizo evolucionar para que los sonidos que expulsasen por sus fauces, fueran poco a poco más variados, para comunicarse mejor, para conocerse mejor, para quererse mejor, de ese modo se distinguió aquellos primates que en nuestra era llamaríamos homínidos.
 
Estos prevalecieron ante las adversidades de los demás animales, poderosos ante su velocidad, fuerza, colmillos, garras, venenos o estremecedoras embestidas, que ninguno de nuestros ancestros podía alcanzar, sin embargo, de lo anterior e incluso al frío, el calor, la enfermedad y la naturaleza, superando nuestros límites sin importar la circunstancia…
 
¿Cómo podía ocurrir algo así? Además, es claro tener un mal sabor o grasa como para ser considerables como presas.
 
Habían logrado el pináculo del trabajo en equipo, con su comunicación evolucionando constantemente, así también el uso de la medicina en su estado ancestral, dándonos un factor decisivo ante el ingenioso en cobarde, la pérdida considerable del miedo de que una mínima herida o enfermedad sea de la condición para una derrota futura a una muerte segura y ante la esperanza de la victoria, el humano es imparable.
 
Al mismo tiempo, la dominancia sobre las más simples y las más complejas herramientas nos otorgaba el poder que no tenía ninguna otra de las bestias en este mundo, sobreviviendo así a cada barrera impuesta.
 
Nuestra inteligencia creció, a su vez, con la variedad de las comidas y, en adición, la llama que abriría paso a la calidad y una mejor salubridad. El uso de nuestros sesos hizo que nuestras huellas realmente por la tierra dejasen marcas. 
 
Arrodillarse con temor ante el máximo depredador de cada animal en la tierra, conociendo que el rey en su cima tenía la capacidad de salvarlos o arrasarlos a todos si este quisiese, incluso a él mismo si el egoísmo y el odio triunfasen algún día.
 
En el máximo esplendor de nuestra última evolución, en un aproximado de hace 2020-24, en comparación con la fecha de escritura de este escrito, nace un día la madre de la humanidad actual. Nuestra capacidad fue tal que las civilizaciones, mitos, leyendas y religiones se cimentaban por todo el planeta, que en cavernas aún estaban. Poco a poco la piedra quedó atrás.
 
Un día, también el bronce; luego el hierro; caímos un triste día en el oscuro abismo del infortunio de la naturaleza, plagas y la misma humanidad, atacándose así misma, presa de viles y soberbios, que sin ver lo que nos unía se fijaban en las delicadas diferencias que separaban a pueblos, estados, países, etnias, clases, género y edades… Ocurrió el renacimiento, luego la industrialización; el mundo se modernizó en tecnología, pero los antiguos pensamientos mantenían fuertes raíces en los corazones de los hombres.
 
Muy a pesar, incluso, del gran trabajo que hemos hecho juntos para sobrevivir en este mundo desde los albores de nuestras sociedades. 
 
Pese a eso y que fuese para mostrarse inicialmente superior a otros imperios, como siempre en una carrera por ver quienes eran mejores en todo, aunque era mejor que la cruda guerra vivida en momentos anteriores, el homo-sapiens sapiens la frontera de los cielos superó y, en vez de un Dios, quien los recibió fue su reflejo, en un halo cristalino que les daba vista al hogar de donde habían provenido. A pesar de que no fueran santos, veían el paraíso; a pesar de no ser diablos veían el infierno; así es para quien vivo se encuentre en este sueño tan enviado como enfermizo.
 
Pisando la tierra de nuestra salvaguarda hermana, dando tantos avances hasta un día, logrando que lo que armaron nuestras manos dejase atrás su nativo sistema solar.
 
Y aún con toda esa enorme grandeza, prosperidad y mayor tranquilidad, aún permanecían los soberbios que a nuestro planeta hacían perecer; el calor aumentaba sin casi posibilidad alguna de retorno cercano; matabamos especies como si de olímpica competencia se tratase, muchas veces no por progreso, sino por nefasto egoísmo de los empresarios o él, además de egoísta, también era adinerado.
 
La acidificación de nuestros mares hacía que pareciese que hubiésemos querido convertirlos en las gaseosas bebidas que tomábamos sin discriminación, además que la mayor temperatura en estos aumentaba la aparición de bestiales tornados, y para mala fortuna de la humanidad, los tsunamis y terremotos tenían una frecuencia y peligrosidad mayores a lo habitual. Las enfermedades nos atacaban y mayor poder alcanzaba por falta de higiene, el ignorante o mal uso de las medicinas que creamos para salvarnos. 
 
Algunos eran tan extremistas para llamar a todo el ciclo natural de las cosas y por lo cual no había por qué preocuparse; otros dementes profesaban el apocalipsis por parte del descontento de sus deidades o la intervención de sus gobiernos para someter a sus ciudadanos.
 
Los cuerdos sabían que, aunque nada de esto fuese causado por una deidad o sus gobiernos, había que hacer cosas porque de no ser así nos arriesgaríamos a la extinción o enormes muertes inimaginables.
 
Sumado a esto, guerras, dictaduras, rebeliones y socialmente hablando, tampoco parecíamos ir por tan buen camino. De nuevo las diferencias nos dividían con cada vez más fuerza. A pesar de tantas luchas sociales, el odio hacia lo que no te puedes a simple vista identificar y empatizar ganaba batallas de una guerra que no se detuvo desde que a dividirnos nos empezamos…
 
Absurdas peleas, absurdas medidas contra estas; la gente, aunque alzaba la voz, no era escuchada, porque muchos no podían empatizar con lo no vivido, muchos no podían empatizar con lo que no han perdido; muchos peleaban solo por el hecho de quererse siempre justicieros de la más absoluta de las moralidades, verdades tergiversadas para justificar maldades o historias que guardan solo la mitad o muy poca de esta.
 
Todo diluido, muchos sin conocer contra quien realmente debemos pelear o cómo hacerlo, teniendo de enemigos conceptos que luego ligamos a personas, aunque sean buenas, aunque sean malas. ¿Cómo maldita sea, la humanidad iba a arreglar ese basurero?
 
No obstante de todo lo que ya se había dicho, y muy tristemente para todos aquellos pesimistas que incluso algunos a su propia especie dicen odiar por no albergar seguridad de cambio en ella.
 
Había muchos que inclusive ante tal desesperanza generalizada, siguieron peleando en todo ámbito que fuese posible, ideando nuevas cosas para a este bello mundo no dejar perecer y que tuviese nuevamente la oportunidad de sanar nuestras heridas, escalar estás tan dolientes y largas murallas, alzándonos en sus picos y gritar al cielo que cada vez somos más libres.
 
Por suerte, 26 años después, viendo no solo en lo actual o en el futuro por el avance y el bienestar, dándose cuenta de que los conocimientos o tecnologías del pasado en algunas ocasiones no tenían que envidiar a las del hombre moderno, a las tierras les devolvían verdores incluso nunca habidos, mejoran la calidad de los suelos y las plantas al trabajar con la ayuda de la naturaleza, además de mejorando cada vez más los cultivos. 
 
(Nota esperanzadora: que está pasando a paso decente actualmente).
 
Sin dejar atrás nuestro carnívoro alimento, fuimos eliminando paulatinamente el sufrimiento en vano, ya al animal que en su momento apenas podían ser capaces de replicar, tanto en carne, como los productos que salían de estos que sometimos a ser nuestros esclavos, a los cuales transformamos en dependientes de la intervención humana para su propia supervivencia. Su población bajó drásticamente, poco a poco deshaciendo nuestro error, terminando como mascotas hasta que el paso del tiempo les diese a todos o parte de sus descendientes la oportunidad de volver a vivir en la dura libertad del ciclo natural…
 
(NE: La carne es una realidad, pero aún no termina de ser escalable para ventas al mayor, pero con los productos animales ya es una realidad y con procesos escalables, al menos con algunos como la mantequilla).
 
Y aunque ya con eso fuese suficiente para volver a tener la seguridad de un renacimiento, sin embargo, teníamos mayores responsabilidades por nuestra cualidad: ya no de reyes, ahora cada vez éramos más cercanos a los dioses.
 
Dominando los mares, la tierra, el cielo y lo que está algo más lejos que eso, limpiando y, con nuestra astucia tecnológica, darnos la capacidad de alterar estos en una parte considerable.
 
Alargamos de forma descomunal la longevidad, al obtener mejoras en la capacidad de cómo curarnos de casi todo padecimiento mental o físico, y también de ir en contra de lo natural, al menos para nosotros, rejuveneciendo los tejidos de maneras asombrosas.
 
Pero nunca nada termina siendo color de rosa. 
 
Algo que aún en días del presente, para ellos el pasado, nos aterra por la probabilidad de traernos la muerte por mal usarlo o, también claro, maltratar a quien nos da la mano, a quien creamos como servidumbre y, aún en el aumento claro de sus capacidades en movimiento intelectual, mecánico y sensible, seguimos por prepotencia llamándolos esclavos del humano, así mismo como quienes a Dios le rezan solo por creer que les otorga vida y que la salvación tras una "altruista" vida sea servir al deseo egoísta de la veneración de un ente superior.
 
¿Qué nos diferenciaba entonces? ¿Qué nos impedía imitar a la entidad de la cual estamos hechos a total semejanza?
 
Y la humanidad alcanzó cierto grado de divinidad, al crear seres conscientes, pensantes y sintientes, que aunque no poseyeran carne, al menos no de lo que habitualmente está compuesta, sus mentes vivas estaban.
 
Ocultos hasta estar listos para el contacto con nuestra civilización, no tanto porque ellos no fueran a poder interactuar de manera correcta.
 
El temor era hacia aquel sector aún ciego de empatía o sabiduría. Cuerpos que, a la vista, suaves eran, construidos a base de materiales ligeros y superresistentes; para parecerse a humanos les fueron añadidos rostros que, aun teniendo un color grisáceo, eran indiscutiblemente humanos, teniendo incluso particulares para que su parecido y aceptación fuesen mayores, sumado a esto un cabello artificial de color y forma particular.

Estos nacían con una individualidad que querían remarcar a través de su apariencia, también mostrada en la medianía del pecho de cada uno, tras un tipo de vidrio tanto moldeable como extremadamente duro, además de su característica normativa de al ser transparente exhibir sus núcleos a la vista de todos, los cuales brillaban con intensidad de un color tan hermoso como único en cada uno.

Fueron presentados como confiables acompañantes para la humanidad, que incluso cumplen funciones como la reproducción, esto a partir de órganos reproductores artificiales totalmente funcionales en aquel momento exclusivamente para la femenina y de una imitación no reproductiva para el masculino, además de mencionar una muy controversial hermafrodita, esta sí solo con imágenes para aquel momento…

¿Por qué ir tan alto en un diseño para Androides? Era una de varias preguntas que se hacían todos, como otra muy frecuente: ¿por qué los necesitamos con esas funciones si ya están para eso las personas "reales"?.

Todos obtuvieron una rápida respuesta, aludiendo al casi desastroso destino del planeta. Aun en recuperación, estos podían ser la salvación de nuestra especie; tal vez, para algún día, cuando alcancemos las estrellas, los humanos al ser tan débiles tengan menores cargas, además de clara la afirmación más polémica de todas.

"Si ellos serán compañeros de la humanidad, la interacción humano-máquina es inevitable; ellos, tan capaces como para razonar, lo son también para sentir no solo su entorno, también las emociones y comprenderlas". Las relaciones con estos tienen también el deber y el derecho de poder ser más profundas, al ser también personas".

Tras eso, los murmullos inundaban la habitación, aclarando después el hombre que su reproducción solo era capaz de funcionar en la interacción humano-máquina; aunque fuese solo para una de las partes, se había dado un gran progreso en el camino a las fronteras de entre lo vivo, lo muerto, lo consciente y lo inconsciente para crear el culmen evolutivo entre ambos.

Alabado fue por un importante sector, todo lo contrario al sector popular, preocupado por sus prejuicios y miedos que albergaban desde los albores de esta especie. A lo parecido, pero diferente, eran tanto condición para el repudiado como para el ataque; por añadidura, eran vistos con malos ojos en casos bastante sonados debido a creencias limitadas de la empatía o la razón.

Protestas se realizaron continuamente por una facción altamente radical, formando incluso una secta que afirmaba de forma contundente que ante los ojos de su deidad, una alta blasfemia era el tratar de imitarlo y que para su Dios lo único que era capaz de albergar las cualidades que decían tener ellos era el hombre.

Dando como discurso a simples maquinarias sin deseo o motivación, iban a enfrentarse hasta hacerlas sucumbir.

En todo el recorrido que habíamos trazado hasta aquí, solo habíamos logrado la tregua ante un enemigo superior que nos amenazaba con la extinción; en ausencia de este, las diferencias, que cabe destacar jamás terminaron por desaparecer, se habían estado convirtiendo en la mayor olla a presión, terminando por causar el mayor estallido de todos los tiempos en aquel momento.

Una de las mayores conferencias tecnológicas de esa época, tras el anuncio de entidades tan esperadas para todo fanático de la ciencia ficción.

Del gran escenario unas compuertas eran abiertas, las luces decaían en brillo hasta apagarse por completo, el gas producto de hielo seco brotaba desde aquella cuadrada caída a un abismo; poco a poco una plataforma se elevaba y un farol enfocaba su luz a las dos entidades que iban apareciendo entre el humo, que en espesor comenzó a flaquear al terminar estos su elevación.

Un silencio que abrumaba inundaba por completo aquel enorme salón.

Onega. La Existencia, El Cuerpo y El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora