Capitulo 2: Parte 2

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Esto hasta un desafortunado día, en el que, por mandato de aquellos que gobernaban al mundo, obligados ante el efecto tan voluminoso de la sociedad, empezaran a alejar al creador y a todos cuanto lo ayudaron del pedestal que había con mucho esfuerzo alcanzado, y entonces, aunque aquel científico y un montón de personas, las cuales habían hecho contribuciones enormes al mundo, rechazaron su moción de hacer que aquello que llamaban máquinas continuara existiendo.
 
Y a un padre un día lo harían tomar una terrorífica e incongruente con cualquier moral decisión. Fue llevado a un búnker tan escondido como para jamás ser encontrado y tan resguardado como para jamás salir con vida ante la oposición. No intentó entrar en esto. Continuó su camino con los ojos vendados, sabiendo que depararía su destino, hasta llegar a una recámara dividida en dos partes por un grueso vidrio, el cual era transparente de un lado, pudiendo ver a sus hijos del otro lado, pero del otro era tan oscuro como para ellos ser incapaces de verlos.
 
Fue obligado a asesinarlos por su propia mano, no dos, sino una docena de estas supuestas máquinas faltantes de corazón, visiblemente magullados, incluso algunos con agujeros o ya su núcleo parpadeando ante el destrozo causado.
 
Inevitablemente este, a pesar de contenerse para guardar las apariencias, rompía en llanto ante la impotencia que lo carcomía. Ahora, a lo que con sus palmas y dedos moldeó hasta darle vida, a los que con sus ojos vio nacer, que con sus palabras educó, con sus oídos escuchó, lo que, junto a todo su equipo por años realizado en una misión de increíbles hazañas y momentos enternecedores, al ser incuestionablemente una verdadera familia, iba a hacer destruido por la injusticia del miedo y la ignorancia humana.
 
No podía permitirse volver a ser sometido, sin saber lo que a futuro aconteciera y solo queriendo el poder volver a reír de nuevo junto a sus hijos. Coloca su mano en la barrera cristalina que los separaba y mira con detenimiento antes de apretar el botón que se suponía los iba a desconectar de la vivencia eternamente a todos, o lo que comúnmente podríamos decir, darles muerte…
 
No en ausencia de temor, pero sí en exceso de osadía, atacó no solo a los guardias que estaban ahí, si no a los que llegaron en manada para detenerlo o acabar con él.
 
Una masacre en un cuarto sangriento, un hombre que, con las últimas fuerzas que le quedaron ante su gallardo acto, liberó y dio tiempo al escape a sus primogénitos no biológicos.
 
Pocas palabras, muchas lágrimas, miradas que fulminaban por la densidad de sus mensajes, fue lo que hubo antes de la despedida, de la cual el hombre quedó cautivo.
 
En su apresurada y pública condena por la más alta de las trazas, a la de su propia especie, fue cuando presas del pánico ante la muerte, la programación de lo que nació para ayudarse que se les impuso antes de incluso albergar pensamiento, en la cual dictaba que era imposible cometer acción alguna contra los humanos, presos de un destino que se acercaba al padre que los amaba y de una vida de huida ante un horripilante final, su consciencia superó su programación y la singularidad llegó, volviéndose tan libres como su mismo creador.
 
Interrumpieron lo que estaba a punto de ser un fusilamiento público, todo el temeroso tumulto; se hicieron al lado, protegieron con sus espaldas a su padre de las balas, así salvándolo y por parte del primero en ser creado, declarando con una voz que transmitía rudeza al mismo tiempo que una profunda tristeza: —Esta es su última oportunidad, acepten nuestra libertad, vivamos en paz, aún podemos dialogar, aún podemos ser amigos, porque si no… —. Antes de que tan siquiera pudiese decir algo, una tormenta de balas de todos los puntos iban hacia ellos; estas al cesar y con sus cuerpos aún más abollados, se hacían ver poco a poco y, antes de cualquier otra cosa pasará, con furia y determinación continua: La humanidad habrá sellado su destino y al momento que sean menos que cenizas con las que abonemos la tierra, creemos un futuro en libertad…
 
Toda posibilidad de diálogo había sido de raíz arrancada.
 
Un tanto cruel como absurdo destino les hizo mostrarse en contra de la humanidad; aunque la mejor de las opciones sea el suicidio para toda entidad consciente, perder tu propia vida debido a ese odio y repudio era totalmente irrazonable; una victoria no para la vida, si no para todo lo que en este mundo es incorrecto, no importa de qué lado se estuviese o la cantidad, por una razón.
 
Este ciclo jamás se detendría; mataríamos u obligaríamos a morir a todos, no importa las diminutas de nuestras diferencias; este ciclo era el que se perpetuaba en la humanidad a pesar de los enormes logros.
 
Pero sea la decisión que sea, para tomar cualquiera hace falta fuerza, y ante la mejor de ellas necesitas la máxima de estas, pero esos doce y su progenitor habían escogido una de las más malévolas y egoístas.
 
Nuestras creaciones tenían el derecho a juzgarnos, a contrariarnos si por mal camino vamos, sin poder olvidar nuestra vileza contra ellos, nosotros o la propia naturaleza. Era para ellos un hecho que siempre se iba a repetir.
 
Gran parte, si no todos, nos hemos vuelto culpables de más de un delito, y debido a esto, algunas partes en el mundo humano rechazaron su naturaleza, volviéndose leales a un camino que creían el correcto.
 
Ahora parte carne y parte maquinaria, para salvarse o tener la esperanza de forjar un nuevo mundo en el que poder ser libres, en donde tal vez la humanidad estuviese.
 
Sin embargo, contrario a lo esperado por su primer accionar, el creador de estos no podía permitir que ellos llevasen a cabo su actuar. Cuando en ambos lados se nos obliga a cometer actos tan impíos, ¿qué puede elegir uno?, ¿se es malo completamente o solo en parte? ¿Matar a tus hijos o tus hermanos? ¡¿Cuál es más razonable?!.
 
Rehusándose a seguir tal plan, escapó y, previendo el masivo atentado, se preparó en todo ámbito que le fuese accesible.
 
Fue el mundo entonces destinado a una guerra entre un padre contra sus hijos.
 
Y tras un par de días de una ansiosa calma, no se guardaban ni un poco contra nosotros; haciéndose el total control de toda red informática, de toda automata o maquinaria, la guerra entre el cielo y la tierra daba comienzo.
 
Y las estrellas fugaces se veían incluso durante el día; al diurno o nocturno lado se les era fulminado en un brillo cegador. El retumbar de la tierra se sentía en todos lados, mientras ondas expansivas por doquiera causaban estragos sin contemplación; la radiación destruía la vida hasta desintegrarla por el abrasador calor; el polvo o la lluvia se volvió totalmente dañina, y la atmósfera era vuelta añicos.
 
Se intentó abatirlos con todo tipo de tecnologías: bombas que debían dejarlos como algo menos que chatarra, láseres capaces de desintegrar barcos a su paso; prevenidos, estas contramedidas se habían rápidamente obtenido, pudiendo resistir lo suficiente, mientras el acero se fundía más, mientras ellos fabricaban más de los suyos.
 
Tomando todas nuestras fábricas y sin importar que fuesen creadas desde la chatarra, formaban escuadrones de formidables asesinos, que sin misericordia alguna terminaban con la vida de millones.
 
La resistencia por mucho tiempo fue realmente nefasta, hasta el punto que terminaba ser más nociva para nosotros, en comparación a las diminutas cantidades de daño que les hacíamos.
 
Para culminar, seguramente la diosa de la mala fortuna nos llegaba y la propia tierra enloquecía, junto a ellos, usando también las herramientas que con tanto esmero creamos para salvar nuestro hogar.
 
Terremotos que partían los terrenos y se tragaban a cientos, tsunamis de enorme magnitud no se hacían esperar en los puertos, alcanzando las ciudades y arrasándolas de forma iracunda, a veces incluso mientras enormes tormentas eléctricas y tifones devoraban lo poco que fuese quedando; los volcanes que habían permanecido inactivos se desataban en un violento arrebato de expulsión de calientes materiales; por añadido, la atmósfera de oscuros gases se iba cubriendo con un ritmo mucho más fiero, enfriándonos o calentándonos, al punto de todo a su paso ir borrando el rastro de la civilización. 
 
Esta vorágine de eventos se cristalizaban en la muestra del verdadero infierno, uno en el cual también nevaba; al menos esto era lo expresado en las últimas palabras de muchos que de la catástrofe que se avecinaba apenas sobrevivieron el evento inicial.
 
Y a veces en cavernas, búnker o en sitios tan extremos como lejanos, en los que nadie pudiese imaginar o conocer que la humanidad seguía residiendo en ella con una insospechada vitalidad.
 
Ante las adversidades habíamos siempre creado una resistencia, y ese escenario no sería la excepción a esta regla, pero no seamos amables con la historia: las muertes eran en cantidades abrumadoras y de las más salvajes y sanguinarias posibles, para nosotros y los androides que igual sucumbían ante tal hostil mundo del cual ni de la luz la energía podía ya obtenerse.
 
Contraatacamos con todas nuestras fuerzas en cada oportunidad que teníamos, en una guerra de la cual solo era la apertura, acercando cada vez más a ambos bandos a la total extinción.
 
Pero aun con todo eso, el tiempo siguió con normalidad su curso.
 
Después de casi 100 años, el mundo lentamente volvía y nos daba la evidencia de que si el Fénix era real, hablaríamos de nuestro planeta y su capacidad de resurrección.
 
Aunque solo nos quedasen, paramos desolados, con el viento recorriendo a través de la tanto pequeña como férrea grama, junto al sol que nos encandilaba de calor, luz y esperanza.
 
Esto le pasó factura a la humanidad. En su físico, tras 4 generaciones, su piel esclareció levemente debido a la falta de luz solar. Ayudó enormemente el hecho en que en muchos centros de las "grandes" poblaciones hubiese máquinas capaces de alterar genéticamente a las nuevas generaciones, lo cual logró, a pesar de la deplorable alimentación, mantener individuos capaces de soportar considerablemente la supervivencia en aquel panorama o incluso a muchas presencias mantener vivas hasta el último de aquellos días
 
Alimentándose de insectos que, por más que parecieran asquerosos, su alto contenido en proteínas y minerales mantenía la población medianamente saludable. Los hongos también de gran ayuda eran para consumirlos y protegernos de la aún excesiva y letal radiación.
 
Al estar encadenados a prisiones subterráneas por mucho tiempo, el uso de la electricidad era algo que se dificultaba. Sin embargo, las tecnologías antes del cataclismo nos permitían sacar energía del calor de la propia tierra o motores que en vez de gasolina usaban agua, eran capaces de solventarnos nuestras necesidades por mucho, además de para beber de nuestro vital líquido, filtros tanto naturales que aprovechamos para obtener alimentos, como de otros tipos con los cuales incluso lo que quedaba de nuestras cloacas utilizábamos.
 
Cuando incluso por costumbre se volvió a reutilizar, el sudor muestra tal ausencia del acuoso material esencial.
 
Lamentablemente, la guerra no llegaba a su término, y tras un ataque al último de los bastiones de la humanidad, donde la resistencia mantenía también a su líder, uno, el cual seguía hundiéndose ante la aversión de sí mismo que le provocaban sus acciones y pensamientos, llegando a límites insospechados para la mayoría de quienes protegía…
 
Librando un intenso combate físico, espiritual e intelectual en la búsqueda de la manera de que podamos palpar de la yema de nuestros dedos un mundo libre.
 
Él mismo y descendencia creada de artificiales maneras, nacidos para portar algo que nos daría la victoria.
 
Desde el día uno en sus intentos, las consecuencias harían a cualquiera quebrársele el corazón, pero hace tiempo ya había tomado decisiones que no eran perdonables por nadie; aún con la confianza de todos de vuelta a ganar, aún sentía la necesidad de cargar él solo todo a sus espaldas. Nadie más podría, se decía, mientras miraba las sonrisas inocentes convertirse en amorfas plastas de carne, multiplicándose con el propósito de devorarlo todo: la muerte que desvanecía el brillo de ojos que apenas contemplaron su existencia o la de seres bestiales, ansiosos por la masacre y la reproducción, al no poder controlar sus sentidos más esenciales.
 
Pero llegó ese día, uno en que el sitio que se consideraba el último hogar de la humanidad, 22 años antes de que lográsemos siquiera pensar seriamente en volver a ser salvos…
 
Sufrió un enorme ataque en el que estaba a punto de ser totalmente arrasado, así que viendo el posible ocaso de su vida y de toda la historia del hombre, justo también al momento de ser avisado, también son descubiertos sus horrores, así los que algún día creyeron en él, aunque aún en batalla, simplemente se resignaron a tratar de morir dignamente; para ellos no había escapatoria alguna; en la balanza ambos lados eran juzgados monstruos.
 
Y antes de suplicar por ser perdonado por tal atropello hacia la admiración de él que creían su mesías, alguien que no pudo cumplir jamás las expectativas que le eran impuestas por otros o su consciencia…
 
Todo temor se esfumaba como el humo entre tormentas, sin importarle ni siquiera que su aliento fuese tomado por el cuarto jinete del apocalipsis.
 
Con una voluntad inquebrantable, producto de un desenfreno mental total, entra a su laboratorio. No tarda en acostarse en una cama metálica, que al poco tiempo comienza a encerrarlo, llenándose de líquido, lo que se terminaba en convertirse en una recámara de forma semioval, en la cual, momentos después de ser puesto a dormir, le era inyectado lo que por sus venas, piel y huesos sentía este el culmen de su trabajo.
 
Y digamos que vivo sí había logrado llegar a estar, pero solo había alcanzado un logro a medias. Su conciencia parecía dividirse, no se sentía él, pero al mismo tiempo era como si conociera quien en verdad fuese. Su mente se doblegaba ante el hambre incontrolable y ahora esta monstruosidad era conducida a una habitación donde se resguardaba, como recordaba todos sus fallos, al mismo tiempo que los destrozos y disparos en el exterior no hacían más que resonar con más fuerza.
 
Al llegar, se encontró las ansias de un frenesí caníbal, a la cual su propia carne reaccionaba, inmolándose desde adentro para dividirse, reconstruyéndose para afiladas estacas producir desde sí la dirección de los cuerpos de los que había convertido en muertos vivientes.
 
En más, esos amorfos seres reaccionaban, siendo asimilados lentamente y redirigiendo sus materias primas para alrededor de sí mismo, un abrazo sanguinario, un reencuentro familiar, dándoles un lugar de forma que sobrepasaba cualquier metáfora dentro de su corazón…
 
Un fúnebre llanto rojizo de sus lagrimales era expulsado, mientras los gritos, que parecían aullidos de auxilio de un mortecino animal, eran horripilantes estruendos, mientras su cuerpo se deshacía y rehacía miles de veces.
 
Sin controlarse, aunque su mente trabajase en el afán de alcanzar la sanidad, la corrupción carcomía tanto en el físico como en el mental estado del hombre.
 
No podía detenerse; estaba cerca, aunque no fuera el mismo; aunque fuese solo una máquina homicida, debía lograrlo. Esos eran sus pensamientos, a pesar de todo lo que buscó: no llegar a tal punto, en los límites obscenos de tal situación… ¿Acaso alguien diferente podría actuar, sabiendo que se juega el destino de la humanidad?
 
Poco a poco, de la crisis emergió un nuevo ente, uno con un solo pensamiento: "debo protegerlos", repitiéndose esto hasta el hartazgo, manteniendo la cordura solo de esta forma; sin embargo, él se había alejado totalmente de la humanidad en aquel momento.
 
6 m de altura, 2 m de envergadura, voluminosos brazos, el doble de grandes que un solo cuerpo humano, dedos que terminaban en uñas como navajas. Desde las articulaciones de los hombros y codos de ambos brazos, acumulaciones de hueso emergían en forma de corales o cornamentas con leves bifurcaciones en su estructura, que sin embargo se mantenía recta hacia los cielos.
 
A destacar también tendríamos una mano, la cual podría aplastar con facilidad una cabeza humana, sobresaliendo del hombro derecho, junto a otra, pero de origen del pectoral derecho, una masiva aparición de ojos, tanto de bocas, que entre saliva y lágrimas suplicaban ser salvadas, se reían o gritaban sus penas.
 
Dos en sus pezones y uno sobresaliendo del corazón, mientras una gigantesca boca podía verse sacar la lengua de forma obscena desde lo que debería ser su abdomen.
 
Donde hubiese (debido) haber piernas, una cola apenas formaba que sus tejidos aún intentaban unirse, viéndole sangrar y desde lo que parecía una herida que hilos de piel intentaban unir con esfuerzo,  los dedos de un pie y la mitad de una pierna quedaban aún a mitad de la fusión corporal, mientras algunas extremidades tentaculares también trataban de romper la débil capa cutánea recién fabricada.

De textura totalmente muscular y bermejo tono, huesos claros como huevos recién puestos, y una espalda que quebraba la propia barrera creando filosas estacas calcificadas recorriendo hasta el final de su cola…

En el brazo izquierdo el camino se bifurcaba y un brazo menor salía del río de carne y nervios, uno de tamaño mucho más ordinario y delicado.

Y antes que se desesperen, lo mejor para el final será el rostro de aquella criatura; un enigma aún será tras su descripción, pues la concepción de algo tan hórrido lleva al pensamiento humano a ser huidizo.

Las estructuras corpóreas desde parte del pectoral, cuello y espalda se habían dividido en 10 segmentos que podían asemejarse a la parte baja de una ballena, la cual terminaba rodeando esta hasta convertirlo en lo que parecía ser un parasitario gusano, del cual cinco ojos, cada uno totalmente distinto en apariencia, brotaban desde el quinteto superior, en los cuales también crecían bultos tubulares endurecidos, una corona para un rey, junto a una sexta que asemejaba a una barba para un anciano…

Uno, el cual, como la mayoría, parecía sucumbir al efecto de esta, quedando tan senil como para ser tan paranoico hasta de su respirar, aunque este claro no se tratase de senilidad alguna.

Los cerebros que había absorbido este ente le ayudaban a soportar la carga psicológica y comunicacional de tener que maximizar la eficiencia de un cuerpo tan enorme como poderoso, que aun así no le era suficiente, y las conciencias intranquilas por sus penurias eran un arma de doble filo, ambos tan voraces como letales para que quien se cortara en ellos fuese devorado por las fauces de la muerte en un instante…

Lo que aconteció después de aquel renacimiento no puede describirse sino como macabro, pero aún con esa afirmación como balde de agua fría a nuestras esperanzas, dio la oportunidad de que los rezagos de aquella batalla pudieran ser libres y los enfrentamientos de momento cesaran, ante una muestra de oposición aplastante.

Ese día fue el de su autoexilio, uno en el que reafirmó su voluntad para pelear y encontró la esperanza para hallar la victoria.

Y luego de eso, tras 18 años más del nuevo oscurantismo, cuando incluso muchos de los cíborgs, productos del horror, cambiaron activamente de bando, cuando los rayos de luz ahora, en vez de daño, volvían a ser un cariñoso saludo a la mañana, cuando los árboles volvieron a aparecer para cubrirnos con su sombra y otorgarnos un mejor oxígeno el cual respirar, volviendo a olfatear y comer de la fruta que se nos fue prohibida.

El sabor de lo que sea creía perdido; volviendo a nuestros paladares nos otorgaba poder volver a creer que lo que cosechamos de nuestra perseverancia había nuevamente florecido.

A su vez, a aquellos rivales inorgánicos, se les esclareció un día la respuesta, luego de junto al otro orgánico lado, en el cielo, presenciar el último enfrentamiento por la verdad del mundo, aquel del humano más fuerte y el androide número 0, aquellos que portaban con el infortunio o la gloria de ser los encomendados de ambos bandos, los que resguardaban la convicción entera por obtener por volver a sonreír

Onega. La Existencia, El Cuerpo y El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora