Capitulo 4: La historia de la familia que vive entre dos mundos

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Un día, 22 años antes de aquel suceso que a la humanidad paz otorgó, la soledad a un hombre se le ceñía encima, impuesta como agregado a su auto-exilio, uno creado por alguien que en la guerra había perdido innumerables cosas, su familia, sus amigos, los hijos que dio al mundo que a su vez lamentablemente fueron los causantes de este caótico desenlace, a la humanidad desconfiada de aquella luz que trato de darles y que luego se convirtió en el pesar del desconfiado, y, por último y no menos importante, su propia mente que ahora, a pesar de su extrema regeneración, se deterioraba constantemente…
 
Se embarcó en el pulmón terrestre del mundo, el cual ahora apenas era una ínfima parte de lo que en antaño fue. Deambulando por esas verdes junglas y ríos atosigados de la tierra en ellos disuelta.
 
Y distinto a la dureza de su puño, a su caminar sus músculos no daban fuerza; la tristeza que a su corazón ahogaba era mayor que los líquidos que a sus pulmones atosigaban y, al no oponerse a la crueldad del frío de aquella sensación, abusaba de sí mismo al incluso por inercia dar movimiento a su cuerpo…
 
Como un vagabundo dormía tirado en el mojado e incómodo manto de hojas de la jungla, las criaturas que habitaban en esta no eran problema alguno, pues el instinto les hacía comprender una cosa: el poder que yació alguna vez tras los lúgubres residuos de lo que fue, de ese que mientras cojeaba con una mirada sin brillo alguno, estos sabían que presa fácil no sería en algún momento, ni para las más grandes de las bestias que en ese mundo habitaban o los venenos más letales que ofrecieran las más diminutas.
 
Así y tras un año recorriendo cada centímetro de aquella enorme zona, esto con la intención de conocer con seguridad el nuevo sitio en donde se iba a hospedar.
 
Por accidente o por el destino, este logró escuchar en una cueva de este aún territorio inexplorado unos sonidos extraños que, luego de que los hubiese dado una especial atención, la claridad se le hacía entender. Era un S.O.S.
 
—¿Un androide o un humano?, claramente son gritos pidiendo auxilio; no lo hace en código. ¿Debería acercarme? Espero del bando que sea, esto no sea algún tipo de trampa. Luego de murmurar para sí mismo, aquel andrajoso y con mala barba hombre, se adentró en la intimidante oscuridad; sin embargo, para evitar quedar a ciegas por el trayecto que le esperaba, desde su pecho se fue formando una linterna a partir de la nanotecnología que incluso por sus huesos se impregnaba. Este entonces la tomó haciendo uso de su mano izquierda, dando un fuerte jalón y arrancando de sus carnes esta, para luego proceder a ir iluminando aquella caverna con una luz blanca realmente brillante.
 
Sin dejar sitio en el que inspeccionar, adentrándose cada vez más profundo en aquel tenebroso lugar, la humedad cada vez se hacía más presente. Junto a un cierto aumento en la calidez, las gotas cayendo desde las estalactitas resonaban con más fuerza, pero la estridente voz que corazones hacía fragmentar con el desgarrador grito con el cual pedía ser socorrida se intensificaba y su presencia no se veía vulnerada por débiles sonidos naturales y de insectos o pequeños animales arrastrándose por el duro suelo.
 
Empezó a respirar y exhalar de forma calmada; sus sentidos agudizaba de modo que lograba ecolocalizar el lugar donde residía aquel sonido de horror, acelerando velozmente su paso, ubicación que logró encontrar con relativa facilidad, acercándose cada vez más al tramo final de la cueva.
 
Al último arco cavernoso traspasar, sus ojos alcanzaron a la persona que producía  temblorosos murmullos.
 
- La ayuda ha llegado.
 
Junto a su hablar, su andar se paralizaba con lo que ahora observaba, al presenciar la causa del sonido que buscaba: una débil alma que se encontraba tirada en el suelo contra un muro que se forma en la caverna y que justo desde arriba del techo, un agujero que se había abierto por la erosión de los suelos, le daba luz a aquel cuerpo, que producía alaridos carentes de toda vida natural.
 
Era algo imposible para lo mundano seguir vivo con un cuerpo tan horrendamente dañado; eso se hubiese pensado al observarla.
 
Un rostro desfigurado brutalmente, casi irreconocible como algo de aspecto, si acaso humanoide, del cual brotaba una sustancia espesa y negruzca, mientras que ahora, de lo que quedaba de una boca, producía dolidos chillidos o débiles susurros, los cuales sonaban ahogados, al estarlo producto de su propia sangre; además le habían sido arrancadas sin ninguna delicadeza ambas piernas y brazos…
 
Y apenas un pequeño halo de luz que bajaba por aquel hoyo excavado en la roca le daba apenas la luz suficiente para darle esperanzas de que su voz sea escuchada y de recibir la energía suficiente para seguir funcionando, porque, ¿cómo decirlo?, aquello no era un humano.
 
Era una androide, una, no una; de esto nos podíamos dar cuenta, ya que su agujereado cuerpo tenía unos prominentes senos, que o al menos lo serían, si no estuvieran agujeros de tal forma que su contenido expulsara, como en otros sitios con líquidos que seguían brotando de aquellos lugares donde deberían ubicarse sus extremidades, que ahora solo tenían mangueras colgando y partes quebradas o torcidas sobresaliendo, sin dejar de tener intensos temblores de forma intermitente…
 
—¿Cómo es posible algo tan macabro? Se preguntaba en su mente aquel hombre, cuando sintió su corazón fracturarse en diminutos pedazos, al ver otra de las cosas que había causado su falta de fuerza durante estos casi cien años de guerra.
 
Ahora pusilánime por la situación, sus piernas temblaban cuál pollito sin algún abrigo en días de frío.
 
Sabía que si seguía mirando no haría nada; por más vomitiva que fuese la situación, debía hacer algo, así que a pesar de todo, dio un paso al frente con el ápice de valor que le quedaba.
 
Con alta capacidad de observación, otorgándole entre tanto caos, que el mortecino brillo de color morado que expulsaba desde su núcleo estaba desde el núcleo, que desde su abierto pecho lograba verse, el cual para él era un tono y brillo muy nostálgicos.
 
En ese momento, un muy antiguo recuerdo empezaba a volver a él, uno de incluso antes de estos salvajes tiempos, donde una androide muy animada y que si estuviese completa sería idéntica a la que se encontraba en la caverna, le daba las gracias, esto por haberla ayudado a plantar varias semillas de una rara flor, haciendo que con el tiempo estas crecieran muy fuertes y saludables.
 
Sin poder creerlo, una gota de sudor frío recorrió desde su frente a su barbilla, sin dejar de caer atraída por la fuerza de gravedad, y en cuanto la gota débilmente se escuchó caer en un pequeño charco debajo de él, sus parpados se abren a más no poder, sus pupilas se contraen y el iris ennegrecida de su ojo se torna obsidiana.
 
Sus órganos oculares del esfuerzo de la penetrante fijación casi sobresalían de este; las lágrimas de él brotaban como un gran río desembocado por las lluvias. Al reconocer de quién se trataba este androide que la muerte acechaba, toda la fuerza que tenía se desmoronó; de ese modo sus piernas incluso dejaron de temblar, cayendo de rodillas al doblegarse ante el peso de sus pecados. Un sonido seco se reprodujo por la cueva hasta el hartazgo; la linterna cayó al piso, casi en conjunción del hombre, rodando hasta aquella antigua conocida de él, quedando justo para poder mostrar con mayor claridad de detalle su deplorable estado.
 
Apenas consciente y con él vació devorándole sin dejar de crecer hasta no oscurecerlo todo, eso era él en ese momento. A pesar de que su cuerpo supiese deseo, forzándolo a él con aún más esmero, sin dejar de suplicar perdón aunque se quedase sin aire, sus fauces seguían moviéndose una y otra vez, con más fuerza, hasta que comenzó a gatear hasta ella y sus manos lograron caer encima de la resbaladiza por tantos líquidos superficie de su abdomen, y los bramidos que ella soltaba continuamente buscando ayuda. Hasta ese momento, al sentir aquel débil tacto, se detuvo ipso facto.
 
No era él, era su cuerpo que actuaba por instinto; debía cumplir un propósito a pesar de que la pesadez incluso al posicionar sus ojos sea evidente. Junto a un grito, trataba de ponerse en pie y mirarla, no por él; él sabía que debía pagar, debía hacerlo a costa de lo que sea, aunque él estuviese perdido y fuese irrecuperable su destino.
 
Pudiendo lograr mirarlas, a su debilidad, a la esperanza y a quien ha lastimado.
 
El hombre decidió apresurarse a hacer un análisis de los sistemas y empezó a conectarse con ella, esto mediante un cable que de en medio de su pecho se formaba y se conectaba en el lateral derecho del cuello de aquella mujer; la información que recibía era nefasta y le producía un terror inexplicable, que por su espalda hacía recorrer un frío voraz.
 
El núcleo de consciencia, que equivaldría a un cerebro, pero este, ubicado en su pecho, había recibido daños bastante graves; su energía a cada momento era drenada en reparaciones para tratar de minimizar eso… Además de sus extremidades perdidas, en las que se escapaban líquidos esenciales para cubrir las necesidades de su cuerpo, su sistema de refrigeración y la propia estructura de transmisión de energía, su sistema de escucha, visión y sensación, todo estaba en unas terribles condiciones.
 
No obstante, no era el momento para ponerse excusas encima. Él debía solucionar esto.
 
Haciendo una observación a las extremidades, estas no podían darse el lujo de repararlas; si perdía para siempre lo que la hacía funcionar toda y lo que conservaba de los escasos recuerdos que podían quedarle de un pasado feliz y calmado, debía pensar en frío qué hacer. 
 
Su voz era de lo poco que aún quedaba decente, a diferencia de sus ojos arrancados y de su sistema de audición vuelto menos que polvo tras los ataques que habrían deformado su rostro, pero ella pudo sentir el tacto de la mano de su salvador. Eso tanta paz le trajo, que, aunque estuviese callada de la impresión, su núcleo se iluminaba más de lo que era sano para ella, una acción contraproducente que ponía en riesgo su vida; esto por el hecho de que la emoción la hacía estallar de felicidad, aún sin saber si podría o no seguir adelante de esta situación, sin saber incluso si vinieran a dañarla o abusar aún más de su cuerpo.
 
Alguien había llegado y con solo eso era suficiente; si había llegado su hora era el fin de su sufrimiento y si era salvada tendría esperanza de tener una vida de nuevo; cuál sea el escenario, era aceptado en su corazón.
 
—Has estado sola tantos días, sobreviviendo de la humedad del aire y la luz del sol, y aun así… Estás aquí, pero no sé si puedo repararte lo suficiente como para que siquiera pueda llamarlo vivir por un tiempo. A menos que… — Este, en medio de su plática que buscaba el razonamiento de acción adecuado, conectó con una idea que iba más allá de sí; entonces el continuo: —¡No!, no es momento para poner excusas, es hora de hacer algo… ¡Tengo que dar todo e incluso más; tengo que volver a ser una pieza en este juego, no para hacer daño, sino para salvarlos a todos!
 
Aun después de vociferar con tanta convicción, su mente se desbordaba en un mar de mil enfrentamientos intelectuales y sentimentales. Al saber que ni él puede permitirse actuar con libertad frente a una de sus hijas que experimentaba con tanta cercanía su mortalidad, este lloraba y era temeroso en el hilo que pendía de su existencia…
 
Mientras seguía en una encrucijada por qué hacer, la cabeza de la androide se intentó mover pausadamente, al ni siquiera ser poseedora de sensores visuales capaces de alcanzar la luz que refleja. Aun ante tal condición, su creador pudo sentirse observado, reaccionando casi de inmediato al dirigir sus pupilas a donde ahora solo hay cuencas vacías en aquella desfigurada cabeza.
 
Ella rememoraba la sensación de aquellas manos que con tanta gracia la acariciaban con una cariñosa atención. Le dieron la respuesta de quién era su salvador.
 
- ¿E..eres tú? ¿Eres mi creador? Has venido a salvarme, cierto. Pudiste escucharme, llegaste. Se dirigía a él con una voz quebradiza, tratando de mover lo que quedaba de su destrozado hombro izquierdo hacia él, como si quisiera alcanzar su mejilla con una fantasmal mano; las lágrimas que brotaban de creador caían en lo que quedaba de sus mejillas, haciendo parecer que ella también estuviese llorando, que, aunque físicamente no fuera verdad, en lo que era su mente no paraba de hacerlo.
 
—Pero ¿ya lo sabes no? … No tengo salvación, pero al final que me hayas vuelto a salvar es grandioso; puedo irme en… Lo que sería una tristeza despedida fue interrumpido.
 
¡No!, ¡No te dejaré ir, vas a vivir, yo te salvaré! ¡No pude salvarlos antes y ¡a nadie he podido realmente salvar! Al menos contigo tengo que hacerlo. Lo haré y al mundo también, porque no quiero más muertes, así que hoy…
 
Mientras gritaba desde lo profundo de su corazón, apretó con fuerza el abdomen de la chica, en busca de una señal para que no dijera más; él la iba a salvar. Su cabeza entonces balanceaba tratando de encontrar la respuesta, al despertarse del trance que le negaba encontrarla y expresaba palabra tras palabra los resultados de las posibles tomas de acción, poniendo todo de sí en encontrar la más óptima.
 
—¿Está seguro de esto señor? Tomará años de recuperarse del año que se hará si escoge esto. Incluso es la muerte probable; ha decidido combatir de nuevo. ¿Podrá hacerlo estando en estado vegetal? Cuestionaba rudamente una voz electrónica masculina con un tono algo amistoso y servicial.
 
El daño que recibo es poco en comparación al que admito en mi inacción. Es ir con todo o con nada, y he decidido ir con todo hasta cumplir esa meta. Afirmando su voluntad con una mirada segura hacia delante del problema que se le mostraba.
 
Tras un ligero suspiro, desde su piel brotaban tubos de apariencia metaloide, que empezaba a conectar con aquella androide, al punto que estaban fusionándose con la tecnología de la mujer robótica.
 
El cuerpo del hombre empezó a decaer con rapidez; se notaba en exceso agotado, pero era diferente para la antes casi moribunda, al haberse comenzado un proceso muy brusco y a toda prisa, para salvarla. El que hacía de ciberdoctor no dejaba de vigilar con afán su panel mental, el cual leía los datos de ambos sistemas corporales.
 
Entonces, al ver varios signos de mejoría, su alegría se disparó enormemente, provocándole una sonriente mueca entre lagunas salinas.
 
Recreando su visión, sintió que le devolvía el alma al admirar el campo de lilas que casi le hacían sentir el olor provocado de sus recuerdos volver a su nariz.
 
Entonces cuando pudo otorgarle el don de la escucha, volvió a recordarle.
 
—¡Te salvaré y luego seguiré luchando para salvarlos a todos! Fue lo que decreté a los cuatro vientos, para luego mirarla con ojos cristalinos y enrojecidos, mientras su larga y dañada cabellera los empezaba a cubrir; ella al recuperar su vista y pasar de un eterno negro a ver a la persona que en este mundo dañado era la única que podía seguir queriendo volver a sus brazos…
 
Aun sintiendo un violento dolor en su cuerpo, no pudo quedarse quieta, correspondiéndole con una enorme sonrisa de agradecimiento, al aún carecer de lo necesario para abrazarlo. 
 
Este respondió zarandeando su cabeza violentamente, no por alegría; la reproducción celular descontrolada creaba un ataque hacia sí mismo en su cerebro; apenas podía volver a controlarse y mientras de su carne crecían tentáculos que abrazaban y perforaban de vuelta su carne, casi tapando su mirar, no se rendía y a su agradecimiento mostrado la real respuesta fue: —¡VAMOS A HACER ESTO JUNTOS!
 
Ella comprendía la situación, e incluso antes de esto había escuchado sobre la situación del monstruo de Carnicero. Sintió su núcleo repararse a un ritmo acelerado; ella se coordinaba para impulsar su sanación lo más pronto que pudiera.
 
Rápidamente, después de unos cuantos segundos, el crecimiento repentino de su brazo derecho toma desprevenido al hombre que lo ve dirigirse hacia él y tomarlo de la mandíbula; ella en ese momento le declara: —Y tú no te vuelvas a ir, así que ni creas que te dejaré morir. Arranca varios de esos apéndices tentaculares y ásperos que rodeaban su rostro, mostrando cómo sus ojos se habían esclarecido un poco.
 
Mientras se apoyaban uno al otro para mantenerse cuerdos, el cuerpo de la mujer fue casi en su totalidad reconstruido, dejándola en un estado cercano a la novedad total. Agregando sus dos piernas, su rostro y toda su estructura interna que ahora se aproximaba a su máxima capacidad, volvió a ser capaz de ver, oír, saborear, oler y sentir en completitud.
 
En eso, de pronto, los tubos que habían salido del ahora monstruo se desconectaban de este para lentamente terminarse de fundir con la chica.
 
Tras esta conclusión, totalmente exhausto, no pudo evitar caer por inercia al haber huido toda la fuerza de cada centímetro de su ser; su rostro se recostaba en las reconstruidas y exuberantes copias de órganos mamarios de aquella mujer robótica.
 
—Realmente son muy suaves. Afirmaba con murmullos de contento tono, prosiguiendo a tener una leve y picará sonrisa, a la cual le siguieron pequeñas risillas de ambas partes, debido a que su cerebro entraba en un estado de reposo inmediato al dejar de ir sobre las exigencias.
 
Viéndose reflejado en la mirada de su contraria, a pesar de la corrupción de su carne y de ya no ser humano, tenía ahora una mayor felicidad repentina, una que le otorgaba calma, aún con su visión ennegreciéndose lentamente, al poder admirar la imagen del rostro tan bello de quien ha rescatado. Sus parpados cayeron al entrar en letargo; sus manos caían presas de la desactivación del control consciente de estas, y su cuerpo flojo empezó a caer, por no enviarles alguna voluntad de mantenerse de pie a sus piernas.
 
Además, las raíces que de su cuerpo empezaban a tocar el suelo tratando de buscar nutrientes, ahora eran retraídas hasta terminar por desaparecer como ligeras manchas rojas, que permanecían solo por instantes en su piel.
 
La inorgánica mujer entonces, por acto reflejo, sujetó a aquel anciano, que, contrariando ese adjetivo, poseía un rostro y cuerpo en juventud plena, aunque, a decir verdad, bastante detenido de momento…
 
Haciendo uso del que ahora era poseedora, mientras su cuerpo iba rechinando al ajustarse y los vapores, producto del sobrecalentamiento corporal, se hicieran más presentes debido a las altas concentraciones de humedad en el ambiente, potentes ventiladores en su interior se escuchaban a máxima potencia para tratar de calmar dicho calor, además de que su refrigeración líquida trataba de hacer lo suyo.
 
—Me creaste, y luego dos veces me salvaste y en ambos estabas llorando tanto, pero aunque seas tan llorón, nunca te rindes; incluso seguro eras tú el que estaba tras la resistencia; estoy seguro de que hiciste lo mejor que pudiste para detener esta masacre, gracias por todo—. Esta detuvo su emotivo hablar y, haciendo uso de su adaptabilidad mecánica, volteó su cabeza y con correas que de su cuerpo salían, ató a su creador, pudiendo su brazo soltarlo y, como si nada fuese para ella, reorganizaba sus extremidades para poder moverse con normalidad hacia lo que antes era él atrás y así poder irse afuera de la cueva con facilidad…
 
Paso a paso hasta volver a ver y sentir la cegadora, tanto cálida luz de nuestro astro rey, el pasto lleno de pequeñas hojas y ramas que su pie sobaba con delicadeza. Volviendo a respirar el húmedo aire impregnado de olores tan variopintos de esta jungla, sentía como la esperanza le llenaba cada centímetro de su artificial piel y huesos, que a pesar de estar hechos de los más resistentes materiales, una voluntad es más loable a quebrarse…

Su creador, como farol, la pudo guiar con su lumbre para poder igualarse mentalmente a la materia que la conforma

—Pero, ¿sabes algo? Preguntaba al cuerpo inconsciente que cargaba a sus espaldas, mientras veía pájaros nunca antes vistos danzar por los aires en total libertad. — Hoy ambos sonreímos de nuevo y te seguiré incluso si vuelve a ver otro fin del mundo, porque eres mi hogar y eso es lo único que puedo proteger ahora. Afirmo optimista de su nueva realidad.

Todo ese caluroso día, junto a toda la noche tan fría, hasta el término del alba del siguiente día, trabajó en la creación de una cabaña algo rústica y de humilde tamaño; pero era algo increíble para en un solo día lograr, solo teniendo un brazo, cargar de abajo para arriba al dichoso que llevaba en su "espaldar".

Tras haber finiquitado su labor, se adentra en ella y recuesta a aquel hombre en el suelo cuidadosamente; luego, esta parecía asemejarse a una contorsionista de alto calibre al su cuerpo volver a ajustarse a la normalidad, para luego esta, como bebe, cargarse al ya mayor señor…

Dirigiéndose a la esquina izquierda trasera de su temporal hospedaje, esta se acuesta contra el muro y lentamente desciende, hasta alcanzar a sentarse en aquel suelo de una aún empapada madera. Sus piernas quedaban cruzadas, mientras encima de ellas le ofrecía comodidad y cuidado al cuerpo de su durmiente. Empezó a escrutar al vacío de la esquina que le quedaba de frente, mientras empezaba a dormida quedarse, esto por la baja energía que llevaba en sus almacenes luego de una larga temporada llena de fatiga y mental caos…

Ella al fin pudo descansar placidamente, sin importar la mala posición o el rústico material del cual se recostaba

Onega. La Existencia, El Cuerpo y El AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora