XII

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-Mamá, ¿puedo hablar contigo? -estaba en la cocina cantando junto a su radio. Miró por encima de su hombro mientras agitaba una cacerola sobre la estufa.

-Hola, cariño -sonrió. Casi doy la vuelta y huyo de la habitación.

Tenía dieciocho años y le temía a mi madre. Debió haber visto algo en mi expresión porque apagó la estufa y se volteó.

-¿Estás bien? -preguntó luego de estirarse y tocarme el brazo.

-Eh. ¿Tal vez? Eso creo. Posiblemente -dije mientras negaba con la cabeza.

Me esperó.

La amaba y ella me amaba.

-Estoy bastante segura de que me gustan los chicos -dije.

-Está bien -replicó.

-Y las chicas -agregué. Me sudaban las manos.

-Está bien.

-Como... ya sabes.

-Oh -sus ojos se agrandaron ligeramente. -Quieres decir... ¿de la misma forma?

-¿Qué cosa?

-¿Que te gustan las chicas y los chicos de la misma forma? ¿O alguno te gusta más que el otro?

-¿Tal vez de la misma manera? No puedo estar segura porque jamás he hecho nada con una chica -hice una mueca de dolor-. Realmente desearía no haber dicho eso jamás.

-Bueno. Ya tienes dieciocho -se ruborizó-. Ya puedes... ya sabes. Hacer... cosas de adultos.

-Oh, Dios - gemí.

-No, no. ¡Está bien! -se oía nerviosa-. Yo simplemente... siempre escuchas que los padres siempre saben de antemano estas cosas sobre sus hijos. Yo... no lo sabía -frunció el ceño-. ¿Eso me hace una mala madre?

-¡No! Eh. No. Nop. Eres... grandiosa en eso. Lo de ser mamá.

-___ -suspiró.

-¿Sí?

-No me importa.

-¿Qué cosa?

-Si eres lesbiana o lo que sea.

- Bisexual -dije como si fuera a mejorar algo con mencionarlo.

-Bisexual. De acuerdo.

-Esto es incómodo.

-¿Lo crees?

-¿No lo crees?

-Te ves aterrada -replicó.

-No quería que te enfadaras -miré hacia el suelo y logré retirarme de la cocina.

Y luego sus brazos estuvieron alrededor de mi cintura y su cabeza sobre mis hombros. Posé mi frente en su hombro y la abrace.

-Nunca podría enfadarme contigo por ser quién eres -dijo en voz baja-. Y lo siento si alguna vez te hice creer eso.

-Entonces no es... ¿extraño? ¿O algo?

-___. ¿Eres parte de una manada de hombres lobo y me preguntas si algo como esto es extraño?

-Tú también eres parte de la manada -repliqué con rapidez.

Y lo era. Hasta cierto punto. Había sido parte de la manada desde ese mismo momento en el que Mike se inclinó y tocó su cabeza, y cuando fue consiente de cuán extraño podía ser el mundo. Le había tomado semanas aceptar lo que había visto, y tal vez un poco más asimilarlo. Chris dijo que, durante mucho tiempo, apestaría a miedo cada vez que entrara en contacto con los Jauregui. Le pedí que no lo tomaran como algo personal, y él solo rio y puso sus brazos sobre mis hombros para decirme que por supuesto no lo harían.

Running With The Wolves (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora