XVIII

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Se la llevaron al segundo día, al caer la noche.

Estábamos preparados. Los estábamos, los estábamos, lo estábamos. Me he dicho eso una y otra vez desde ese día. Lo estábamos.

Lo juro por Dios. Por todo lo que tengo. Estábamos preparados.

Pero no lo suficiente. Nunca fue suficiente.

Nunca sería suficiente.

Mamá dijo que necesitaba ir a la casa a recoger algo de ropa, un uniforme para trabajar al día siguiente.

-Iré contigo.

-Quédate, solo voy al final de la calle. Estás ocupada.

Y lo estaba. Entrenaba con Mike, Lauren y los otros. Osmond me miraba con atención. Sentía como que debía probarle algo, porque sabía lo que era y mi posición en la manada.

Con Lauren.

-No puedes ir sola -insistí.

-Enviaré a dos de los míos para que la acompañen -ofreció Osmond.

-De acuerdo -acepté.

De acuerdo.

Dije "de acuerdo". Como si no fuera nada. Como si no fuera nada en absoluto.

Clara y Normani estaban dentro. Taylor y Chris estaban arañándose y cortándose el uno al otro a mi derecha. Dinah estaba controlando las guardas en el pueblo. Osmond nos observaba movernos de un lado a otro, pero sus ojos siempre se fijaban en mí. Era algo que aún no podía descifrar, estaba siendo cauteloso y mostraba curiosidad desde que el tono en mi voz hizo que sus Betas se estremecieran.

No hablamos de ello. O, al menos, no lo oí hablar al respecto.

Estaba distraída.

Dije "de acuerdo".

-¿Necesitas algo? -preguntó ella, como si no fuera nada. Como si no fuera nada.

Sacudí mi cabeza, barrí el sudor de mis cejas, me moví a la derecha cuando Lauren se acercó. Giré una vez. Choqué mi puño contra la parte trasera de su cuello. Salió despedida, temblando.

-Nop. Estoy bien -respondí, porque lo estaba. Estaba bien. Estaba bien.

Lo desconocido se cernía delante de nosotros, un monstruo capaz de cos horibles, pero estaba con mi familia. El sol brillaba sobre nosoros, había algunas nubes en el cielo y podía oír a los pájaros, los áboles y la hicrba. Estaba verde. Todo estaba tan jodidamente verde que incluso los pequeños bordes violetas se veían distantes, porque éramos manada. Éramos más fuertes que cualquier cosa que pudiera venir a atacaros, y si Simon Cowell mostraba su rostro, sería la última osa que haría

Si Gordon Hansen llegaba oliendo a ozono y rayos, arrancaríamos la magia de su piel y él no sería más nada. Esa era una promesa. Por Lauren, por lo que ella era. Para su manada, para las personas como Osmond. Para mí. Estaba enfocada. No hice las preguntas que debía.

¿Por qué el padre de Dinah estaría junto a Simon Cowell? ¿Qué era lo que querían? ¿Detrás de qué iban?

(Cuál era la más débil de las ataduras, cuál sería el más fácil de vencer primero, cuál de ellos podría ser destrozado, cuál era amable y hermoso y no merecía un trato tan cobarde, algo monstruoso que...).

-Vuelvo enseguida -avisó mamá.

Y Lauren vino hacia mí de nuevo. Mike miraba con ojos cautelosos. Taylor y Chris gruñeron y chasquearon. Osmond señaló a dos de sus Betas y siguieron a mi madre, eran tipos grandes. No pensé en ello.

Running With The Wolves (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora