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-Se ve bien -dijo Dinah, de pie en el umbral de la oficina.

Me congelé, no la había oído acercarse. Habían pasado tres días desde su regreso, y había hecho lo imposible para evitarlos, al menos hasta acomodar mis pensamientos. Me quedé en la vieja casa, Lauren y los otros se quedaron en la principal. Clara y Normani iban y venían entre ambas, pero al caer la noche, nos quedábamos en nuestras casas separadas. No sabía qué iría a pasar durante la luna llena, en tan solo un par de días. Con suerte, habría tomado una decisión sobre cómo proceder para ese entonces, o terminaría con mi cabeza fuera de mi trasero.

Prácticamente lo mismo.

Robbie había llamado al este para que la Alfa Hughes supiera que Lauren y los otros habían regresado. Tenía preguntas, pero Robbie no pudo responderlas. De hecho, no había hablado con Lauren, fuera de su confrontación inicial el primer día. Se pasaba la mayor parte del tiempo conmigo, en la vieja casa. El resto de la manada iba y venía, como lo hacían siempre. Sentían el tirón hacia mí, pero no era tan fuerte como en el caso de los lobos. Dado que era normal para las humanas irse al mismo tiempo, generalmente tenía a uno o dos lobos conmigo.

Pero no había hablado con ellos. Ni siquiera los había visto en realidad, más allá de un vistazo o dos. Hubo un momento en el que me topé con Taylor cerca de la vieja casa, cuando regresaba del taller, y en todo en lo que pude pensar, más allá de su exterior áspero, fue en la forma que había reído cuando Lauren descubrió que ella fue la primera en besarme. La forma en la que había corrido a través del bosque. La forma en que Christian me había llamado mamá con ese tono irónico suyo.

Todo era tan simple antes.

Taylor abrió la boca para decir algo, pero solo asentí con la cabeza y la esquivé. Pensé que iba a acercarse e intentaría detenerme, pero no lo hizo, aunque pude sentirla mirándome fijamente mientras ingresaba y cerraba la puerta detrás de mí.

No vi a Lauren, aunque eso no significaba que no me estuviera observando. No le pregunté a Clara o a Normani sobre ellos, tampoco se habían ofrecido a decirme nada. Pero si no estaban en la vieja casa, sabía en dónde estarían.

-Se ve bien -dijo Dinah y me paralicé por encima de las facturas de expensas que había estado mirando por la última hora.

Levanté la vista lentamente hacia ella y me invadió un extraño déjà vu al verla allí. Fue como si estuviera chequeando cómo estaba y cómo iban mis deberes de la escuela, no me dejaría salir al piso del garage a menos que pudiera hacer una lista de siete hechos del maldito Stonewall Jackson, y no es tan difícil, ___, tú puedes hacerlo, vamos.

Con la diferencia de que esta Dinah no era esa Dinah. Este Dinah era más dura de lo que la otra Dinah había sido. Tenía líneas alrededor de sus ojos, más pronunciadas que antes. Tenía treinta, y los áltimos tres años no habían sido misericordiosos, aunque fuera más grandota ahora. No sabía si tenía que ver con la manada a la que pertenecía, o si no hicieron nada más que ejercitarse todo el tiempo que estuvieron fuera.

Sin embargo, fueron sus ojos los que más me impactaron. Siempre habían sido vibrantes y brillantes. Rápidos para pasar al enojo y encenderse cuando estaba feliz. Ahora eran pesados y planos, y estaban ligeramente hundidos. Esta era una Dinah que había vivido duramente los tres años que pasaron. No quería saber las cosas que había visto, las cosas que había hecho.

Lo que traía puesto no ayudaba a su nueva imagen. No era su ropa habitual de entrenamiento, tampoco su camisa de trabajo con el nombre bordado en el pecho, nada de pantalones extravagantes y joyas. Tenía unos pantalones vaqueros y una camiseta ajustada a sus curvas, con una chaqueta de cuero color negra por encima (suponía que era de Lauren).

Running With The Wolves (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora