XIII

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No fue algo gradual.

Momento.

Esa fue una mentira.

No sabía que había sido algo gradual. Pero debió de serlo. Tenía que haberlo sido. Porque es la única cosa que explicaría la explosión cósmica que era el sentimiento de querer y necesitar, y mía, mía, mía. La fuerza de ello era ridícula. Tenía que haber estado ahí antes, por mucho tiempo.

🐺

Lauren cumplió los diecisiete en junio.

Hicimos una fiesta como siempre lo hacíamos. Había pastel y presentes, y me sonreía ampliamente.

En septiembre comenzó su último año de preparatoria. Chris estaba comenzando su maestría en Administración de Empresas, Taylor trabajaba con Normani y Mike, Clara hacía las cosas que le daban felicidad. Dinah decidió posponer la apertura de su segundo taller, mamá sonreía más de lo usual, yo trabajaba, respiraba y vivía. Tenía sangre en mis manos, pero fue en servicio de la manada.

Tenía pesadillas sobre lobos muertos con sus cabezas reventadas y me despertaba sudando, pero cada vez que veía la sonrisa de mi madre, la culpa se reducía solo un poco más.

Brandon me besó una noche de octubre. Lo besé y luego me detuve, sonrió con tristeza y me dijo que lo comprendía. No le conté que no había estado con nadie desde esa noche que los Omegas vinieron, porque no podía perder el foco, no podía distraerme. Tampoco le confesé que ya no me sentía de la misma manera con él, solo me disculpé y ruboricé cuando sacudió su cabeza y se marchó a casa.

En noviembre, Taylor salió con un chico llamado Andrew. Era dulce y atractivo, y se reía de manera ronca. Le gustaba beber y bailar, y un día dejó de venir. Taylor se encogió de hombros y dijo que no estaban destinados a estar juntos, que solo se divirtieron un poco.

Nevó en diciembre y corrí con los lobos a través de la nieve fresca, con la luna de invierno brillando sobre nosotros, mi aliento dejaba un sendero detrás de mí, mientras la manada aullaba sus canciones a mi alrededor.

En enero, un hombre vino a la casa de los Jauregui y habló por un largo rato con Mike en su oficina. Era un hombre alto, con ojos astutos y se movía como un lobo. Su nombre era Osmond, y mientras se marchaba más tarde esa noche, se detuvo en frente de mí.

-Humana, ¿eh? Bueno, supongo que para gustos hay colores -dijo.

Sus ojos brillaron de color anaranjado y se marchó. Consideré seriamente arrojarle una taza de té en la parte posterior de su cabeza.

En febrero, una chica siguió a Lauren de camino a casa luego de la escuela.

Lauren se veía desconcertada, pero no hizo que se marchara. Tenía su misma edad y se llamaba Lucy, era de estatura pequeña y tenía cabello rubio oscuro y unos enormes ojos marrones que seguían a Lauren a todas partes. Me temía y eso divertía a mi chica de ojos verdes enormemente. A mediados del mes, entré a la habitación de Lauren y vi a Lucy inclinada sobre ella, besándola en los labios. Lauren se quedó inmóvil. Yo me quede inmóvil, pero solo por un momento antes de que me marchara de la habitación y cerrara la puerta con cuidado detrás de mí. Sonreí ligeramente para mí, incluso cuando algo extraño se retorcía en mi estómago. Me largué y esperé que fuera feliz.

Ese pequeño nudo en mi estómago jamás se fue, pero aprendí a ignorarlo.

Era marzo cuando llamó a mi puerta a las tres de la mañana gritando "___, ___, ___", y yo entré en pánico, tomé la barreta de plata y le dije a mi madre que se quedara en su habitación. Ella ya tenía una daga lista en su mano y me detuve para decirle lo temeraria que se veía con eso. Puso los ojos en blanco y me dijo que fuera a ver qué era lo que pasaba.

Running With The Wolves (Lauren Jauregui y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora