Remus Lupin I

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Remus Jonh Lupin.
Habitaciones privadas del profesorado, Hogwarts.
10 de Septiembre de 1993.

La situación era extraña.

Durante mucho tiempo pensó que no había nada más cansado para el que despertar después de la luna llena, golpeado y con nuevos rasguños por todo el cuerpo, pero, en los (únicamente) dos días que llevaba en el colegio entendió que habían cansancios mucho peores. En su caso era el mental. Se sentía devastado en todos los aspectos posibles, maldita sea. No había logrado dormir más de dos horas al día, todo el tiempo pensaba en James, Lily y sobre todo en Harry, o, más bien en su ausencia.

Se sentía como un imbécil cobarde.  Sus amigos confiaron en que si ellos faltaban, el cuidaría y protegería a
su pequeño, pero por su miedo ni siquiera estuvo allí para llevarlo al callejón Diagon a conseguir su varita o a King cross para tomar el tren en su primer año. Sabía que ese había sido Hagrid. El guardabosques, de todas las personas que prometieron cuidar a Harry en el peor de los casos, fue el único que cumplió con su palabra, Remus recordó que incluso le había enviado una carta tres años antes pidiéndole fotos de los Potter. Leer que Harry no tenia ni una sola fotografía de sus padres le rompió el corazón en su momento, pero ahora era un señal tan clara como el agua de que algo no estaba bien al rededor del chico ¡¿Por qué demonios no lo cuestionó en ese momento?!.

"Imbécil, imbécil, imbécil"

Tambien vino a su mente el día en que recibió la lechuza de Dumbledore en su pequeña cabaña a las afueras de Essex. Al leerla sintió algo más que el frío invernal que calaba sus huesos desde esa maldita noche de Halloween hacia doce años; la alegría de poder ver de nuevo a su cachorro, incluso Monny, que todo ese tiempo estuvo aullando internamente por no ver a su cachorro, se regocijó ante la noticia. Aunque no le gustaba admitirlo, esa parte de el era estúpidamente social y necesitaba de la manada que había perdido por culpa de Black.

"Oh, no, desvía ese pensamiento, Remus" se reprendió ferozmente a si mismo, poniéndose a duras penas de pie. Debía admitir que las camas de los profesores eran bastante cómodas. A pesar de su emoción, ese día no tenia ganas de  levantarse a dar clases, afortunadamente era viernes y no había luna llena hasta el próximo mes.

Pero (por qué claro, siempre había un pero) ¿Qué derecho tenía el a esa comodidad cuando el paradero de Harry era desconocido?

Desde la noche del banquete de bienvenida el frío helado (solo que cien veces peor) era todo lo que sentía. Su cachorro no estaba a salvo, Monny se sentía furioso por eso. Gruñía y rasguñaba por dentro en protesta. Lo peor era que probablemente Harry nuca lo estuvo. Dumbledore mintió, Minerva sabía algo y no dijo nada, ni siquiera le envío una carta... pero sabía que no podía culparlos de todo, el tampoco hizo mucho por acercarse a Harry a pesar de saber dónde vivía.

Pero... Harry no podía estar muerto ¿Verdad? Las malditas protecciones seguían en pie según Dumbledore (aunque quería ahorcarlo cada vez que lo veía, al menos el y Monny estaban de acuerdo en algo).

Eso lo regresó a pensar en la noche del banquete, la lechuza, y lo que había escuchado de esos chicos, Granger y Weasley. Era una preocupación genuina de quién tenía las manos atadas. Sonaba tan dolorosamente similar a lo que el algún día tuvo con los merodeadores... no, no quería pensar en eso.

Pero claro, la suerte rara vez estaba de su lado en estos días.

Una lechuza marrón entró en su habitación. Traía un paquete gris que dejó en el regazo de Remus, luego voló a la perchera que todas las habitaciones del profesorado tenían.

-Supongo que estás esperando una respuesta. -Murmuró- hay golosinas y agua junto a la percha-. Señaló la mesita a un lado.

La lechuza ululó y el se concentró en el paquete. No tenia remitente, así que, por supuesto, lo primero que hizo fue lanzar un encantamiento revelador. Si estaba de alguna encantado lo sabría en un instante...

Almas CorruptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora