III

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         Verlo hacer ejercicios era uno de sus mayores placeres, eso y tenerlo encima diciéndole cositas dulces al oído mientras la desgarraba en sacudidas deliciosas; sacudidas que controlaban cada gramo de su cuerpo. Se quedaba escondida tras alguna pared, sacaba su celular y le tiraba algunas fotos: Tony levantando pesas, Tony sentado en el borde de la piscina, Tony tomando agua, Tony sonriendo al darse cuenta que era espiado. Entonces salía detrás de su escondite, riéndose mucho, y lo abrazaba así sudoroso y se bebía aquel líquido salado prendiéndose de su pecho y su cuello. Tony la cargaba, le metía la mano bajo la falda, y la penetraba como solo él sabía, al aire libre en su gimnasio particular. Era la mujer más feliz del planeta con él a su lado, con él dentro de ella, con el dormido; así como estaba ahora: con la boquita semiabierta y los risos cayéndole sobre la frente.
             Le acarició los labios con la yema de los dedos, poniendo cuidado de no despertarlo, pero con la pasión de saberlo suyo por siempre. ¿ Qué haría si se enteraba que era una bruja ? ¿ Cómo reaccionaría ? Llevaba meses haciendo la misma pregunta, y todo porque hacía el mismo tiempo que Tony había habládole de matrimonio. Planeaba implicarla en una unión sagrada a su vida; y las brujas, como cualquier persona femenina, adoran las cursilerías del amor bonito y eterno. No podía casarse con él y guardarle aquel secreto por el resto de su vida; claro que no, quería con toda su alma revelárselo a él, su prometido, lo antes posible.
            Le rozó la nariz con el meñique: ya no tenía los tapones para controlar la hemorragia, y su nariz perfecta a penas si se movía de lugar; pero John Limette se había pasado; esa obsesión constante con el fantasma de su madre lo volvió completamente loco. Tenía que hablar con él muy serio y pedirle una disculpa para Tony, se la merecía. Intentó besarlo en la boca pero la silla playera rechinó al moverse, provocando que su novio se despertara, y al verla allí, con esos ojitos preciosos, sonrió.
— ¿ Cuánto tiempo he dormido ? —preguntó extirándose y vostesando.
— Unos veinte minutos, mi dormilón —  se rió ella mientras los brazos de él le rodeaban la cintura.
— Dime que no me dormí mientras lo hacíamos — Gabrielle puso cara de pensarlo, lo que hizo que la risa de Tony explotara como nunca.
— Pues si, te dormiste, pero haslo siempre, porque estuviste estupendo.
— Aaah, o sea que las otras veces he estado pésimo.
— Un poco — se rieron más que antes, se besaron y mientras lo hacían, ella le confesó que siempre quedaba mejor que bien; lo único malo era que al terminar quería más de él, mucho más.
— Quién diría que Gabie LaRiberand fuera una ninfómana — sonrió el tocándole seductoramente la piel cálida de los senos.
— Solo contigo Tony Maguire, solo contigo — Tony le chupó la barbilla y con las manos le apretó el cuello con suavidad; ella se rió complacida ; pero ya estaban cansados para seguir jugando, al menos en ese día. Tony la soltó, pero sus ojos se encontraron con los de ella como otras tantas veces, y como otras tantas veces, descubrieron el amor en sus pupilas. Pero Gabrielle tenía que confesar su secreto en ese momento, o lo estaría prolongado la vida entera. « Vamos, el te ama, te va a entender; solo dícelo » se dio ánimo — Mi madre era una ninfómana.
— Una ninfómana bien bonita, si nos guiamos por la belleza de su hija — Gabrille sonrió a medias; cuando hacía ese gesto cortado, era porque no se encontraba bien; así que Tony le preguntó que le sucedía.
— Todo el mundo dice que mi madre era una bruja loca — afirmó ella con la vista perdida— la odiaban.
— La única bruja loca fue esa Jane Letter ¿ Ok ?— ella le acarició el cabello — Y las únicas que odiaban a tu madre eran esas esposas que tenían que soportar calladas que sus propios maridos la amaran con locura.
— ¿ Cómo sabes eso ?— Gabrielle estaba confundida.
— ¿ Te olvidas que mi padre se la cogía ? — Gabrielle le soltó un manotazo en el hombro y él rió con ganas — Mi mamá rabiaba cuando el decidía que se iba al grill, o al menos eso me contaba mi tío— la madre de Tony también murió en el mismo accidente que su padre, salvo que ella venía en el carro que colisionó contra el de su padre. Algunas teorías locas del pueblo decían que Anna, loca de celos, lo esperaba fuera del grill, a una distancia ventajosa, y en cuanto lo vio despedirse de La Gata con un beso en la boca, la rabia la consumió y condujó hasta chocar con el otro coche. Otras afirmaban que Stephanie la hechizó para que se quitara la vida de ese modo y se llevara consigo la de su marido; sin embargo el detective Pablo Fundara aseguró que todo se debió a un accidente; que ambos venía muy tomados, uno para divertirse y la otra para olvidar el dolor, y fua la medicina las que les indujo a no poder esquivar el choque. A Tony ya no le importaba mucho; era una página que pretendía olvidar. Así que entrelazó sus manos con las de Gabrielle— Oye, quizás tú y yo seamos hermanos— Gabrielle abrió grande los ojos — ¿ Te imaginas ? Estamos cometiendo insesto, como Jaime y Cersie.
— No digas esas cosas, Tony — ya le comenzaba a doler la cabeza...cabía esa posibilidad.
— Si así fuera, yo te seguiría amando y aún así me casaba contigo — la sinceridad de sus ojos la calmaron.
—¿ Y si yo fuera...— lo pensó bien. «¡ Vamos, dilo! ¿ No ves que te ama ?¡ Carajo ! »— una bruja ?
— No me digas que andas por ahí cogiendote a todos los hombres del bar— el estaba muerto de la risa, pero al ver la seriedad de su novia, quedó confundido — Si hicieras eso me partirías el corazón...pero creo que todavía te seguiría amando, Gabie.
— Hablo de ser una bruja de verdad— afirmó — Una hechicera.
— ¿ De las de verrugas y escoba ?
— Mucho peor, Tony.
— No juegues conmigo— él se incorporó...no se habían visto brujas en Darco Town desde " La noche de Stephanie ", y de eso hacía ya diecisiete años.
           Gabrielle se sentó a su lado; con una mano le tocó el hombro y con la otra señaló unas pesas de treinta y cinco kilogramos, que estaban en el suelo. Tony saltó de la silla al ver que las pesas se elevaban hasta la altura de la barra fija, y sin que Gabrielle tuviera la necesidad de tocarlas; luego de un rato, las regresó a su lugar.
— Tienes que tener uno de esos aparatos de los que utilizan en "Truco o ciencia "— dijo luego de pensar un rato con la boca abierta, y corrió a revisarle las manos y los bolsillos, al no encontrar nada, revisó también las pesas— Esto no puede ser posible. ¿ Dónde está la cámara oculta ?
— Soy una bruja Tony— confesó con el pecho abierto; sus senos preciosos en contraste con el atardecer eran un espectáculo sublime— De las de verdad. Mi madre lo era, mi hermana lo es. Obtuvimos el don de nuestra abuela...Es magia de verdad.
— No puede ser — Tony seguía atónito.
— Si que lo es...te estoy diciendo la verdad— intentó acercársele, pero él le pidió que no se aproximara — Soy yo, Tony... tu novia, la chica que te ama.
— ¡¿Cómo coño puedes ser una bruja ?! — Gabrielle se sobresaltó con esa brusca reacción — Espera...¿ Tú fuiste quién le hizo eso a la mano del profesor John ?
— No...
— ¿ Entonces hay más brujas ?
— Solo yo — mintió Gabrielle — Yo y mi hermana, pero ella lleva años fuera de Darco Town. Somos las únicas brujas en todo Maine.
           Tony quedó en silencio...hubiera preferido que nunca le revelara tal secreto.
— Mejor vete, Gabrielle — le pidió.
— Tony, compartamos esto juntos, por favor —suplicó ella ahogándose con la tristeza que trataba de contener en el pecho.
— No ahora— aquello la sacudió con brusquedad, agarró la blusa y se la calzó — Necesito pensar.
            Gabrielle terminó de vestirse de espaldas, para disimular las lágrimas que le rodeaban la carita, sin embargo antes de marcharse, le juró que no era mala, que pensara con cautela, que se amaban.
           Nunca supo de ninguna bruja que no pudiera conseguir realizarse en el amor, además, existían conjuros para enamorar y amarrar para siempre a novios o personas. Pero no, ella no tendría que llegar a esos extremos con Tony; él la amaba y con una noche de reflexión tendría para darse cuenta que eran el destino el uno del otro. Tenía fe total en que Tony entendería.
           Se dirigió al Grill; no acostumbraba mucho a ir allí y menos cuando anochecía, pero quería hablar con John, y aunque le hubiera ocurrido ese trágico incidente con su mano, estaba segura de que no faltaría, porque la oportunidad de mostrar su muñón como herida de guerra, era inmejorable.
          Justo allí solía cantar su mamá, " La Gata Blanca " o simplemente " La Gata " . Solo Índigo tuvo el placer de ver sus espectáculos, ella aún no nacía. Habría sido mágico sentir sus cuerdas vocales a tope, impeladas por el suave susurro de la guitarra y los golpes secos de la pandereta. Verla correr de un lado a otro del escenario; absorbida por los descalabros de su locura. Quedar atónita al ver que se quitaba la ropa frente a tantos hombres y se restregaba con los cuerpos de sus compañeras musicales. En una esquina de las tablas siempre alguien dejaba un ramo de rosas blancas para recordarla, y la noche de su muerte se tocaba " Let me I love You " la canción que compuso para su primogénita. A veces Gabrielle se sentía tan mal. Ni siquiera tuvo la oportunidad de mamar de sus pechos o de morderle los pezones inconscientemente. Pensar en su madre la ponía muy triste ; pero sobre todo la afectaba más escuchar de la gente odiosa que no se parecía en nada a Stephanie y que solo Índigo sacó el físico y la belleza materna. ¿Qué sabían la gente de ellas ? Absolutamente nada. A su madre la acusaron repetidas veces de bruja, pero nadie nunca pudo demostrarlo, eran, en toda regla, habladurías. Mas ella y su hermana mayor eran la prueba: hermosas brujas, oscuras almas.
           Sintió que alguien entró por la puerta y no tuvo que girarse para saber que era John Limette; su olor a frustrado y su miedo mal disimulado le llegaban sin esfuerzo. No paraba de sentir lástima por él, por lo que su madre le había echo; al fin y al cabo, no era más que un pobre borracho enamorado que lo dejó todo por una maldita obsesión. Hasta el último momento de su vida, La Gata jugó con él; incluso continuaba jugando después de muerta.
— Gabie LaRiberand me ha dicho que en cuanto usted llegara, fuera a acompañarla a su mesa — le dijo el barman, que acaba de interrumpir la autosuficiencia de John, que mostraba a sus compañeros habituales de bebida, su muñón recién curado.
         John, que solo veía la espalda y el cabello liso dorado de Gabie, no pudo desobedecer a su impulso ciego de levantarse de la barra y caminar, temblando, hacia la niña de diecisiete años. Con sigilo innecesario se escurrió entre las sillas pegadas a su lado y se sentó al lado de su anfitriona; colocó las manos- o al menos la que le quedaba - sobre la madera y esperó en silencio que esta le hablara, sin atreverse a mirarla.
         Gabie pidió un trago de whisky para él, mientras John sudaba a mares.
— ¿ Te duele ? — preguntó al fin; John solo miró el muñón.
— No...bueno— no podía mentirle, no a ella — Un poco...algo
— Es de suponer — observó ella, y con tacto cuidadoso le arregló el nudo de las vendas — Las cosas que duelen no las anda uno exhibiendo por ahí como premio. Son pocas las personas que se conduelen de nuestro dolor.
— Tienes razón— cedió el profesor, que se estremecía más por la leve caricia de los dedos de Gabrielle que por el dolor que sentía.
— Debes dejar el alcohol, John, te está matando y en el proceso nubla lo bueno de ti... ya casi ni te reconozco.
— Solo bebo para olvidar — murmuró el.
— ¿ Para olvidar ? — sonrió ella, era su sonrisa pura de misericordia — Pues tal parece que cuando bebes vienen a tu cabeza las cosas que hiciste con mi madre y te pones a decir y hacer tonterías; como la que hiciste hoy con Tony...o como decir que soy tu hija.
— Eres mi hija... Steph me lo dijo la noche en... en que te parió.
            Y bien podría serlo. Cada vez que miraba su rostro regordete y su sombra de barba, o sus ojos tristones, la revolcaba la siniestra idea de que : de todos los hombres de Darco Town iba a terminar siendo hija de John " el borracho ",ahora John " el borracho manco ". Aunque John Limette no siempre fue gordo, feo y borracho; en su juventud,cuando jugaba para el equipo de fútbol de la escuela, era muy apuesto y según él, desde ese tiempo su madre se derretía en su presencia.
— Esta bien, supongamos que soy tu hija — murmuró Gabrielle con calma, la voz siempre le salía así de dominada — ¿ Crees qué me interesaría acercarme a un hombre como tú ?— John quedó hundido en la profundidad de sus ojos azules; casi tan parecidos a los de su madre, que tuvo una erección que mal disimuló — borracho y busca pleito, que le rompió la nariz a mi novio.
— Ese cabrón no te merece ni un poco, Gabie.
— Esa es mi decisión no la tuya— pagó el trago que John bebía y concluyó — Si quieres que sigamos viendonos, pídele perdón a Tony— antes de ponerse de pie y marcharse, añadió— Y deja de beber, al menos en la escuela.
         El problema era que Tony Maguire le recordaba a Gabriel Orosma. El sujeto apareció justo en el mejor momento de su relación con Stephanie. En cuanto la Gata lo vio, no pudo olvidarlo ni durante sus sueños. Era tan atractivo y misterioso que le sacaba el aliento aún y sin que este la mirara; con la piel chocolate y el cráneo rapado; los ojos tan extraños que a veces lucían un color suave y café, y otras los mostraba tan rojos y sensibles que daban miedo. Todas las chicas del pueblo habían quedado deslumbradas por su belleza y porte enigmático; y lo peor de todo era que jugaba fútbol americano mejor que nadie. Pero él no se sacaba de la cabeza que había aparecido para conquistar a Stephanie, llevarla a la cama y hacerle una hija, porque luego de eso se marchó y nunca más lo volvieron a verla en el pueblo. Nueve meses después nació Índigo, y Stephanie jamás olvidó a ese estúpido negro.
          Pedirle perdón a Tony Maguire sería un reto casi imposible, pero acercarse a su hija era un deseo tan intenso que ni si quiera el ron podía aplacar.
          

GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora