En cuanto pisó las gradas los alumnos la recivieron con una algarabía incontrolable, y era que Tony Maguite acababa de hacer un toshdawn. Las porristas animaban como si se tratara de un partido de verdad, y por supuesto que era Gabrielle LaRiberand la que más aplaudía y sacudía su pompom por el talento de su novio.
Grace se sentó en una esquina donde pretendía no molestar a nadie, sacó una hoja de papel y comenzó a dibujar lo que recordaba del rostro de Tony, pero tampoco se perdía nada de lo que sucedía en el terreno y mucho menos cuando Tony pegaba aquellos sprint violentos e indetenibles, que ganaban diez yardas en pocos segundos. No le gustaba el fútbol americano, pero verlo jugar a él era un deleite incomparable. Y justo cuando pensaba esto, Tony repitió la jugada con la que ganaron la final nacional el año anterior frente a las Águilas de Filadelfia.
La llamaban la " 42 " , en homenaje al perfecto Jackie Robinson, la figura del deporte que Tony idolatraba. Esta consistía en el intercambio de corebash. Ruben Smith, el mariscal de campo, ocupaba la posición de corredor de Tony, y este interpretaba el papel de lanzador buscando al supuesto venado que despegaría, pero en vez de eso, el mismo tomaba el ovoide y se echaba una carrera de ochenta yardas en la que los contrarios arremetían contra él por todos lados del campo, mientras trataba de esquivarlo como el guepardo que era, con un poco de ayuda de sus compañeros. Cuando lo vieron atravesar la línea de anotación y lanzar con ímpetu el ovoide en el cesped, las ovaciones, chiflidos y aplausos, resonaron en la instalación, solo un poco más bajo que la noche en que ganaron el título nacional.
Grace lo observaba sonriente. Se había quitado el casco negro y chocaba el pecho con Ruben Smith. Un círculo de chicos grandotes lo rodeaban. El director lo felicitaba aplaudiendo con fuerza. Y Gabrielle era sacudida por sus compañeras, porque continuaba pasmada, con ambas manos en la boca.
Gabrielle LaRiberand era un sueño de preciosidad. Hacia notar su ternura y delicadeza como las grandes mujeres lo lograban. Alta, incluso unos palmos más que su novio, y de extremidades largas y flexibles. Con un cuerpo esbelto y curvilineo hasta cansar. La carita de niña bondadosa no se le borraba jamás, incluso la seguía exhibiendo cuando se enojaba, cosa que sucedía muy pocas veces, porque pocas cosas la hacían enojar, y una de ellas era toparse a Tony hablando con alguna chica, a solas en los pasillos, y cuando esto sucedía, era mejor no estar en el pellejo de la otra muchacha. Los ojos azules y cálidos que parecían sonreir con más brío cada mañana, combinaban exacto con la nariz pequeña y sensible. La boca roja al natural provocaba la nitidez en sus pómulos rosados y redondos. Sus cabellos rubios eran largos y laxios, y casi siempre los recogía en una cola de cabello muy sensual. Además, Gabie era de esas muchachas que lucían bien con lo que vistieran; y una curiosidad muy extraña era que no se parecía físicamente a su hermana mayor, que si era la copia viva de su madre La Gata.
Gabrielle también dominaba ocho idiomas, era la mejor porrista del colegio, la muchacha más guapa, el número uno en las materias, una eminente política y oradora, cantaba como los ángeles y era dulce por esencia. Si se buscaba una chica perfecta...esa era Gabrielle. Además, contando también que sus raíces francesas le permitían provenir de un extenso abolengo de brujas y hechiceros, pronto sería elegida la nueva reina del aquelarre.
Si ella fuera un muchacho como Tony Maguire, no lo pensaría dos veces y conquistaría a una chica como Gabie LaRiberand, al fin de cuentas, ¿ quién sería el estúpido que se fijaría en una mediocre fea y tímida?
El dibujo de Tony se había estropeado, con la euforia, uno de los muchachos de los bancos de atrás le derramó encima un poco de queso derretido y en el intento por limpiar la hoja con su pañuelo solo se manchó más. « No tiene remedio » pensó mientras veía el rostro de Tony al carboncillo coloreado con una mancha de grasa amarilla. Al alzar la cabeza hacía el campo, notó lo que todos veían claramente: Tony discutía muy acalorado con el jefe de comunicaciones del equipo...los demás integrantes se habían echo a un lado y ellos quedaban justo en el centro de un círculo de chicos confundidos que se veía con claridad desde las gradas.
— ¡ Tenías que habersela pasado a Guseppe !— le gritaba alterado John Limette. Era un hombre bajito y de pansa saliente. Raspado al calvo y con una sombra de barba entre cana. La boca siempre le olía a alcohol y se decía que vivía borracho desde que La Gata murió misteriosamente aquella noche en el bosque. Odiaba especialmente a Tony por su talento en el fútbol, que obvio el no tuvo nunca, y por estar con Gabie, de quien juraba a solas era padre de sangre, pero cada vez que revelaba esto borracho nadie le tragaba el cuento. La Gata era de apetitos voraces en el sexo, pero de ahí a acostarse con tal vago... Sin embargo, Gabie le tenía mucha lástima; como en aquel preciso momento en el que de nuevo hacía el ridículo ante todos.
— No soy pasador — respondió Tony a secas. Estaba cansado de que ese imbécil se metiera con él todo el tiempo; si no hubiera sido por sus amigos, ya le hubiera roto la cara hace rato.
— ¡ Vaya revelación !— gritó el a otro alzando los brazos — ¡ Y yo no soy Beyoncé y aún así cantó en la ducha !— algunos se rieron por lo bajo, más por la expresión psicótica del hombre que por sus palabras — Si te hubieran interceptado por el camino, ¡ habríamos perdido !
— Pero no lo hicimos— contestó Tony con el puño cerrado, haciendo que el anillo de lapizlasuli resplandeciera justo sobre la cara de Grace.
— Dale gracias a Dios que no — concluyó amenazante; le temblaba el labio inferior y el director ya lo alejaba a leves empujones hablándole con calma.
— Frustrado — murmuró Tony, pero lo suficientemente alto como para que John lo escuchara.
— ¿¡ Qué dijiste !? — John se sacó de encima a su jefe, que no pudo controlarlo.
— Que eres un frustrado, gordo — le escupió Tony a la cara; hace tiempo que se aguantaba para no decirlo, pero ya había reventado — No llegaste a nada ni en el deporte, ni en los estudios, ni en este puto trabajo, ni mucho menos con las mujeres — era impresionante con la calma que decía todo aquello — A la única LaRiberand que verás desnuda es a mi novia y porque espías a las chicas en las duchas.
Fue el colmo de la humillación. John se lanzó sobre él con furia, antes de que pudieran sujetarlo entre cuatro, y le pegó un puñetazo en medio de la cara, rompiéndole la nariz perfecta.
Grace vio desde su puesto la sangre caer en el cesped. Una rabia descomunal se apoderó de ella, dejándola casi ciega, porque lo único que parecía ver era la mano regordeta de John Limette. Rechinó los dientes enfurecida, y de repente la mano de John explotó, salpicando todo de sangre, carne y huesos, ante el asombro total de quienes vieron aquello. Los gritos de John acallaron las amenazas de Tony- quien había sido asistido por la asustada Gabie - que, como ser más proximo a la mano del profesor, quedó con la cara cubierta de rojo. Todos contemplaban hipnotizados el muñón sangrante, preguntándose qué coño era lo que había sucedido. El directo se llevó al atónito John a la enfermería, mientras los muchachos en el campo y las gradas- que bajaban para ver el suceso más de cerca - observaban en silencio los trozos chamuscados de la mano.
Grace se dio cuenta que estaba de pie, apretando con sus manos la hoja. La cabeza le ardía y su cabello flotaba erizado. Tomó su carpeta y corrió lejos del incidente; se fue hacia un terreno de pelota donde practicaban los niños de kinder durante las tardes, pero a esas horas siempre estaba vacío.
No era la primera vez que utilizaba la magia negra para herir a alguien. Cuando era niña le reventó la pierna a la monja del orfanato que siempre la castigaba por comerse los cuadritos de azúcar que los demás dejaban en su plato de las meriendas vespertinas. Odiaba aquel lugar, pero allí tuvo que estar hasta que su madre purgo la sentencia por haber matado a La Gata. Algunas veces se escapaba por las noches y se iba a los callejones a volarle en mil pedazos la cabeza o las patas a los gatos arrabaleros. Antes se divertía, pero con el tiempo ya no le hayo la gracia. Y, la última vez...la última vez... John no tenía que haberle pegado a Tony; era cierto que era un frustrado que no disfrutaba el juego, y Tony si; hasta ella que no entendía el deporte, se daba cuenta...¡ Oh, pobre Tony !, pobrecillo. Se llevó las manos a la cara y lloró; si alguien más volvía a tocarlo así, lo mataba...podría jurarlo.
Siempre que dejaba escapar sus poderes se sentía extraña. La invadía una energía muy parecida al fuego; que la exprimía desde dentro y le golpeaba cada lugar remoto de sus entrañas; como si le corriera por las venas aquel poder. Las brujas del aquelarre decían que la edad en que una bruja florecía, o sea, el momento en que sus cualidades mágicas se manifestaban, era igual para todas: a los quince años, pero algunas pocas lo experimentaban a los trece, un puñado a los once y los genios lo hacían desde niños o en cuanto nacían. Grace lo consiguió a los cinco años e Índigo LaRiberand a los tres. Para una bruja, aquello podía ser considerado una prueba de sus enormes actitudes y poder, pero a medida que crecían la magia no aumentaba, sino que moría lentamente con cada año que pasaba, extinguiéndose con mucha rapidez. Todas las ancianas de su aquelarre, ya no tenían ni una gota de magia en su cuerpo. Mientras más rápido se florecía, más temprano se morían los poderes.
Las brujas que conocieron a Stephanie LaRiberand, afirmaban que la magia nació con ella, y que a los veintisiete, cuando parió a Gabrielle, se encontraba en la cúspide de su poder. Por eso Grace se peguntaba con insistencia cómo era posible que su madre, Jane Letter, de la que nunca se mencionaba nada especial, la hubiera matado. Aquello era un misterio que su madre nunca reveló; incluso permaneció en silencio cuando los miembros del covens la buscaron al salir de la cárcel para matarla por su pecado en contra de la congregación.
Su madre nunca fue una mujer comunicativa, al menos no con ella. Pasaba los días acurrucada en su dormitorio, haciendo sabría Dios que cosas, y solo salía a veces; se sentaba en la sala de la casa por unos segundos, perdida en la inmensidad de la morada y regresaba a su cuarto en silencio. Ni siquiera a las reuniones y festividades del aquelarre asistía ya. Era como si la estancia en la prisión le hubiera matado por completo los deseos de ser bruja. Mas una idea desprovista de lógica le rondaba a Grace en la cabeza : su madre estaba enfocada en traer a La Gata del más allá. Esto, por supuesto, era algo descabellado, pues traer a un muerto a la vida era lo más duro de la magia. Se contaba que antes del diluvio universal, las brujas que habitaban el mundo , no solo podían hablar con los difuntos, sino que desde luego visitarlos en sus moradas de muerte y hasta regresarlos a la tierra de los vivos. Pero las brujas que vivieron después perdieron esa conexión esencial con el otro lado, y tanto ahora, como en aquellos siglos, el precio por traer a un muerto era demasiado alto, y aumentaba por el tiempo que este permaneciera entre los vivos. Conocía de brujas que dialogaban con ellos, y averiguaban de su pasado; la propia Gata era una medium excelente, pero fuera de eso no existía magia suficiente para revivir lo que estaba muerto, podrido, reseco, sin alma.
¿ Cómo estaría Tony ? ¿ Le habrían detenido el sangrado ? Trataba de no recordar que John Limette le rompió la nariz tan injustamente; solo por envidea. « Ojalá se le pudriera la mano »...bueno, el muñón que le había quedado. ¿ En serio había destruido así la mano de un profesor ? No pudo aguantar las carcajadas. Nunca conjuró nada frente a tanta gente; pero de inmediato se puso seria : tal vez Gabrielle lo notó; ella bien podría acusarla con sus hermanas de covens y tal vez recibiera un castigo por exponerse. No supo que más decirse a no ser que había actuado bien al defender a Tony. Quién lo diría, siempre creyó que era no más que una princesita, pero resultaba que salió mejor que un caballero de brillante armadura.
Entonces la vio pasar, caminando con sigilo frente a ella; con la cola esponjosa alzada y la vista clavada en su alma. Era aquella la gata blanca de la que todos en el pueblo se quejaban, creyendo temerosos que se trataba de Steph, que para martirisarlos mejor, adoptaba aquel traje peludo y salía a pasear por el pueblo. Stephanie no poseía los dones de la transformación; o quizás los escondió precavidamente a todos para este día justamente. Pero qué estaba pensando... Stephanie LaRiberand estaba muerta y enterrada a seis pies bajo tierra. Sin embargo sentía que había tanto de ella en aquella felina preciosa.
« Sígueme Grace ».
Escuchó claramente que le decía. Era común que los animales y los pájaros le revelaran cosas, pero ninguno nunca le pidió que la siguiera hacia ningún lugar.
Guardó todo de nuevo, se puso de pie, y persiguió al animal con un paso lento e inseguro. La felina sabía muy bien a donde la llevaba, porque estaban esquivando la presencia humana y se metían por callejones llenos de ratas, las cuales no parecían preocuparle, ni se volteba a mirarlas para aprender en que escondrijo se metían y venir luego a cazarlas. Treparon paredes, tejados y algunas cercas; claro, todo esto la gata lo hacía mejor que Grace, que en uno de esos saltos casi se rompe un tobillo y habría caído quebrándose la cabeza contra el suelo, si antes no se hubiera sujetado al borde de la pared. ¿ Acaso aquel cuadrupedo no se cansaba de caminar y caminar ? A ella ya le dolían los pies, apretados en sus zapatos que si bien eran cómodos, ya le estaban pareciendo una tortura. Pero de repente la gata blanca se detuvo y tras ella, Grace también; y dando un giro rápido, salió a correr a una velocidad que la chica no pudo seguir mas que con la vista. La abandonó en medio de un camino solitario donde se alzaban pinos gigantescos a cada lado. Parecía parte del bosque, pero Grace jamás estuvo en ese lugar en toda su vida.
Quedó quieta por unos minutos hasta que comprendió que allí ya no aparecería nadie más; ni regresaría la gata blanca para llevarla de vuelta. « Maldita bestia ». Caminó hacia el frente y nunca se terminó el sendero, entonces cansada, decidió regresar en sus pasos, y tampoco hubo un final visible. ¿ Dónde demonios la metió aquel maldito bichejo ? Ya era tarde, pues podía ver el sol cayendo entre la peluca verde de los pinos, y el camino comenzaba a oscurecerse por minutos. No sabía que hacer ni a dónde continuar ese trillo infinito; la única opción sería adentrarse entre los pinos, pero sería demasiado riesgoso para ella sola; un riesgo que no estaría dispusta a correr, pero si se quedaba allí...
No se mortificó más. Se sentó en la tierra con las piernas cruzadas y esperó; y esperó tanto que se quedó dormida con la cara apoyada sobre las manos. Aún y dormida, sentía el susurro del viento entre los pinos; la parsimonia de los animales nocturnos; el marchar presuroso de los insectos; las serpientes arrastrándose con seguridad, como si se les hubiera olvidado que arrastrarse era el castigo por descarriar a la raza humana; el aleteó de los búhos; la voz de alguien que la llamaba por su nombre; luego algarabía, voces animadas de personas que conversaban, el timbre de la escuela y cuando abrió los ojos estaba en medio del aula, sentada mientras el resto de sus compañeros se ponían de pie para cambiar de materia. ¿ Qué coño sucedía ? Se levantó, tomó la carpeta y salió al pasillo. Los alumnos hablaban de regreso a sus aulas y las voces chocaban contra la pared y rebotaban, creando el efecto de muchas más voces de las que en realidad eran. Se unió a la marea de cuerpos y voces, confundida aún...¿ qué había sucedido ? Miró a uno de los relojes del pasillo: nueve y media de la mañana...solo habían pasado treinta minutos desde que Tony... y lo vio salir de la enfermería con Gabrielle; tenía unos tapones para que la nariz no le sangrara. Pasó de largo junto a ellos, en el más completo silencio, para no ser notada, pero todavía así sintió la mirada de Gabrielle clavada en su nuca...lo sabía, sabía que había sido ella quien conjuró contra el profesor Limette, pero la dejó seguir sin detenerla.
Se alegró de que Tony estuviera bien y que sonriera todavía y con la nariz rota. Estaba acostumbrado a recibir golpes fuertes como parte del deporte que practicaba, pero no tan directamente en el rostro.
Todo el que veía jugar a Tony concordaba con que algún día entraría a la NFL; de hecho ya había recibido propuestas de contrato de muchos conjuntos profesionales, pero el esperaba con ansias la de los Patriotas, su equipo predilecto y tal vez mucho más que eso, porque su padre jugó allí ocho temporadas consecutivas en las que fue capitán y figura fundamental. Tony no conoció a su papá en persona, o al menos no lo recordaba, porque era muy chico cuando este perdió la vida en un accidente de tránsito, pero quienes sí lo conocieron afirmaban que era un genio en el campo y un gran hombre en la vida real. Grace soñaba con un día meterse a escondidas en el cuarto de Tony y mientras dormía, sugestioanrle los sueños con algún hechizo que le hiciera jugar un partido entero con su padre en los Patriotas. Pero quizás Gabrielle ya había cumplido ese pequeño e intenso deseo: si de verdad era la novia perfecta, y de eso Grace no tenía dudas.
El laboratorio de Biología era uno de sus sitios preferidos. Era el único lugar del pueblo que en verdad se asemejaba a la casa de una bruja. Lleno de ranas y gatos disecados, trozos de cosas y curiosidad: las brujas debían tener al menos una pizca de curiosidad, sino, ¿ cómo conseguirían aprender nuevos hechizos y ganar sabiduría ? A pesar de lo que la gente y el folclor solían narrar, las hechiceras no solo eran malas y debotas del diablo, también poseían el dominio de la naturaleza y eso no era otra cosa que sabiduría en su máxima expresión.
La panza del sapo que tenía sobre la mesa era algo amarillenta y liza. La palpó con los dedos entre sonrisas y cuando se cercioró de que nadie le prestaba atención, se concentró en abrirle la panza con mucho cuidado y la piel sola se fue rajando lentamente desde el ano hasta la boca; dejando un hilillo de sangre insignificante que manchó la mesa y la hizo reír. Volvió a mirar a sus compañeros y cada cual continuaba inmerso en sus asuntos. Abrió la sanja de piel con sus dedos y quedó visible el corazón diminuto, los instestinos y demás órganos. Los fue sacando uno a uno, con parcimonia, y los colocó en una vasija de cristal mientras el profesor la supervisaba preguntándole el nombre y la función de cada órgano. Recibió la mejor nota y en cuanto se alejó el profesor a otra mesa, cogió rápidamente el pequeño corazón y lo metió con cuidado dentro de su monedero, envuleto en algodón.
El vecino de la mesa contigua la observó asqueado, o al menos eso pensó ella al principio, pero cuando nadie lo miraba le extendió el corazón de su rana con una sonrisa y Grace no la desechó. Dos actos de delicadeza en un solo día...era más de lo que se atrevía a desear. Al terminar la clase el chico la asaltó en el pasillo con la mano extendida. Grace lo miró con asombro mientras se hundía los libros de la materia siguiente contra el pecho.
— No te preocupes, me las acabo de lavar — dijo; su voz era gruesa, de hombre. Grace le sonrió lo mejor que pudo y le estrechó la mano cálida— Juan. Juan Dickson.
— Grace Letter — respondió ella y quiso marcharse, pero el chico reaccionó antes y no le soltó la mano.
— ¿ Tienes algo que hacer este sábado ?— preguntó. Grace le observó la cara con mucho más asombro.
No estaba mal; tenía el pelo ralo y casi gris, y la cara blanca con ojos negros, la nariz aguileña y vestía igual a todos; ecepto porque el rosado no era muy común entre los jóvenes del colegio. Pero en fin, no estaba nada mal para ser un muchacho común y corriente.
— Sigo aquí, esperando tu respuesta — presionó él con otra sonrisa al ver que Grace se tomaba su tiempo — Podríamos ir al Grill.
— ¿ Me estás pidiendo una sita? — nadie nunca le pidió una sita, y por supuesto que la pregunta la tomó por sorpresa.
— Bueno, no quería ser tan obvio...pero si. ¿ Quieres ir al Grill conmigo este sábado ?
Grace no sabía si reírse o estar seria. Los libros que apretaba contra sus pechos se les resbalaban de las manos y la sonrisa de Juan cada vez le gustaba más. Pero no podía lucir desesperada...Gabrielle LaRiberand nunca mostraba su desesperación; aunque los ejercicios de matemáticas avanzadas le daban terror, siempre se centraba y lograba resolverlos a la perfección alcanzado la mejor nota. Pero el estudio no era lo mismo que lidiar con un chico. ¿ Qué habría echo Gabrielle ante aquella situación ? Desde que la conocía era la novia de Tony, y aún y con ese rango se le acercaban muchos chicos apuestos a suplicarle sitas para así quedar al menos en su lista de pretendientes por si en algún momento rompía con su novio. Ella no era Gabrielle; no se acostaba todos los días con el muchacho más lindo de la escuela, y por supuesto que no le llovían las sitas ni los pretendientes, así que tenía que aprevechar...
— Tengo que estudiar el sábado — ¿ o no ?
— ¿ Estudias el sábado ? — se rió él sin creerlo— Eres la única maldita persona que estudia los sábados ¿ sabías ?— Grace quiso marcharse otra vez, pero el joven volvió a ser más rápido— ¿ Entonces puedo ir a tu casa a estudiar el sábado ?
— Acabas de decir que soy la única persona que estudia un sábado.
— Bueno, tal parece que tendrás compañía para ese martirio. ¿Te parece bien a las tres ?
Entró en el aula de Inglés sin asimilar aún que un chico apuesto iría por primera vez a su casa. ¿ Qué diría su madre ? Su madre no diría nada, nunca decía nada en lo absoluto, siempre estaba muda y borracha. Sería un gran sábado, ya podía presentirlo. Se sentó en su silla y acomodó sus cosas sin contener la sonrisa, y para celebrar su primera sita, convocó su energía interna para que un viento feroz sacudiera todo el local y tirara al suelo libretas y cuadernos, creando un caos de voces y risas. Al fin Grace...una cita.************************************
Al fin, primera cita, ¿ quién recuerda la suya? Que nerviosismo 🙃😁
Pero bueno, nuestra protagonista tendrá el sábado largas horas de estudio jjjj
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Grace
HorrorDarco Town, un pueblo a las afueras de Maine, ha sufrido muchos eventos misteriosos por causa de las brujas que hace siglos, decidieron acentarse en su territorio. Cuando la reina muera, otra bruja debe alzar la corona del aquelarre, pero si el mist...