IX

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Cuando Tony Maguire se enteró del incidente corrió a verla al hospital; no lo dejaron entrar a la sala donde la atendían; una doctora le confesó que las heridas eran bien complicadas y que en ese momento estaba cedada para que el dolor no la venciera. El chico se sintió tan culpable que se fue al Grill a beber; antes de llegar al hospital, le habían dicho que había intentado suicidarse por él...¿ pero cómo se le ocurría aquello ? ¿ llenarse el cuerpo así...de heridas? Bebió hasta que su cabeza le dio vueltas, pero de ninguna manera dejó de pensar en Gabrielle. Su bella Gabrielle.
Él había sido su primera vez; aquella noche de baile en la secundaria, qen la camioneta de Peter, su amigo por aquel entonces; jamás olvidó el olor a mujer naciente, el sabor de su sudor y la mancha de sangre en su calzoncillo. Se enamoró cuando todos decían que era solo una huérfana desdichada y la seguía amando ahora...pero ¿ por qué tuvo que demostrarle que...? No quiso ni recordar el nombre en su mente. Su familia era cristiana, deseaban una América cristiana y tal vez él no fuera el mejor ejemplo de cristiano, pero no podía imaginarse manteniendo una relación con una bruja; tan solo de pensar que ya se acostaba con ella y probablemente también ella...sintió un asco que le provocó vomitar en el suelo del bar. Se ofreció para limpiarlo, pero el cantinero, compañero de equipo de fútbol, lo hizo por él, y además le recomendó que no bebiera más. Quería seguir el consejo pero era malo acatando las órdenes de los otros. Salió del Grill bien entrada la madrugada, tambaleándose y zigzagueando para apoyarse en las paredes, postes o cualquier cosa que se encontrara.
A la mañana siguiente cuando abrió los ojos y la cabeza le quiso reventar, no supo ni explicarse cómo pudo llegar a salvo a su cama y se acordó de inmediato de su Gabie. Se levantó de la cama, solo para pisar su propio vómito, pero no tenía tiempo de limpiarlo, se metió a la ducha y se lavó la boca al espejo luego, recordando lo tanto que le gustaba a Gabrielle cepillarse ella los dientes. Se acomodó los rizos castaños y se puso la primera camisa que vio, y ni siquiera desayunó, solo agarró una manzana para comérsela mientras manejaba hasta el hospital.
Cuando llegó, ya Gabrielle estaba despierta y John Limette estaba con ella dentro de la habitación. Pudo verla a través del cristal; le haían vendado todo el cuerpo, hasta la cara y lo único que quedaba visible eran sus hermosos ojos azules y cálidos, y su cabello rubio suelto sobre la almohada. Tony no dejó de mirarla a través del vidrio; aún por encima de los vendajes del rostro, se notaba su alegría; nunca estaba molesta o triste , ¿ cómo una persona así puede querer suicidarse ? No entendía nada...quizás él era su único motivo para seguir andando: perdió a su madre, a su hermana, vivía sola y le acababa de dejar su novio. Pero en cambio el año siguiente podría ir a Harvard Cambridge, o a donde ella quisiera: « pero de qué vale todo eso sin amor, Tony » pareció que le decía.
Una enfermera de buen carácter y cabello ralo, entró para cambiarle las vendas. Tony ni lo había notado: tenía los vendajes manchado con sangre, eran óvalos redondos, claros, pero con solo verlos, Tony sintió dolor. La enfermera los fue desenrollando con paciencia porque en los pequeños gemidos de la chica se sentía el dolor, y cuando quitaba todas las vueltas de un sitio quedaba un algodón superpuesto en la herida, que siempre se pegaban a la piel por la costra de sangre; remover aquello era lo más doloroso y Gabrielle le expresaba con todo su cuerpo. Tony vio horrorisado todas las fosas que la bella piel de su amada tenía; su carita bella estaba repleta de sanjas Rojas; una lágrima se le derramó y otra más al ver lo riguroso de las curaciones; y fue entonces que Gabrielle lo notó allí. Pidió a gritos que cerrarán las cortinas, que no quería que la viera así. John las cerró rápidamente y salió del cuarto para encarar a Tony, pero el chico fue más rápido.
- No quiero pelear John, no estoy de humor - dijo ahogando un quejido que al manco lo conmovió.
- Te pido perdón por mi comportamiento de los otros días - dijo John con voz tristona; Tony esperó cualquier insulto, ofensa, reclamo... menos esas dulces palabras que parecían una broma cuanto más sinceras se escuchaban - Actuaé por celos y soberbia...nada más que eso - Tony no supo que responderle - No tienes que contestar - John apretó los labios y le enseñó el muñón - Yo te cobraste - pensó que el chiste le haría reír, pero no tenía ánimo - Vuelve con Gabrielle...ahora te necesita más que nunca.
- ¿ Tú lo sabías todo este tiempo ? - fue lo único que consiguió preguntar un poco agitado; John no comprendió al principio así que se explico mejor - Tú sabías que Gabrielle es una bruja.
John quedó mudo, intentó decir algo pero no encontó las palabras adecuadas.
- Y pensar que siempre te creímos loco cuando hablabas de brujas - Tony se rió por la ironía del momento - Dile que deseo que se mejore...
Se giró pero John no lo dejó seguir, lo agarró del cuello de la camisa, con la intención de reclamarle, pero esta vez Tony lo lanzó al suelo de un puñetazo.
- ¡ No te metas más en mi camino, borracho ! - le gritó Tony llorando por la rabia que sentía en el pecho - ¡ Y dile a ella que se aleje de mí también !
Salió del hospital a toda velocidad sin ocuparse por saber que aquel había sido el puñetazo más fuerte que John Limette recibió jamás. Volvió al interior del cuarto, donde la enfermera ya terminaba de limpiar las heridas y se disponía vendarla nuevamente. Gabrielle lo observó sin poder descifrar lo que decía su rostro hinchado. John ayudó a la enfermera a venderla y cuando estuvo lista y se quedó solo con ella, se atrevió a hablar por fin:
- Tony no quiere saber más de ti - susurró.
- Eso no puede ser - negó ella, aturdida - El me ama, pa...yo sé que me ama.
- Y yo lo sé también...lo vi en sus ojos - John apretó los labios - pero a veces el amor no es suficiente.
- ¡ Y una mierda! - gritó Gabrielle, incorporándose en la cama; John amenazó con ayudarla, pero ella lo apartó con un empujón - ¡ No me toques! ¡ Fue tu culpa...maldita sea! ¡Fue tu culpa!
Gabrielle se enojó tanto que provocó que el corazón de John se detuviera poco a poco, he hizo crecer el tumor maligno que sembró en su interior. John bloqueaba en busca de aire; cayó de rodillas en la cama, con la mano en el pecho, tratando de hablar y apaciguar el dolor sin lograrlo, y emborrachándose de la maligna expresión con que su hija lo hería. Lo mataría, podía verselo en los ojos azules y cálidos.
Solo la entrada de Grace Letter impidió que Gabrielle sellara sus impulsos. John se levantó como si nada hubiese pasado, tomó aire y la dejó sola, despidiéndose de su hija con un seco adiós. Grace no notó ni por un momento lo incómodo de la situación. Se sentó en la silla, al lado de la cama y sin decir palabra y le puso en el regazo el retrato de Tony terminado.
Era idéntico, con la misma sonrisa ideal y los ojos más hermosos que Gabrielle hubiera visto. Tomó el dibujo con los dedos y se lo llevó al pecho llorando sin cesar: Grace se sintió mal de también amar al chico. Jamás podría igualar el amor que ella le tenía.
- Nos hemos dejado - gimió Gabrielle a puro llanto; Grace se compadeció - Ya no me quiere... ¿ no sé qué voy a hacer?
- No debiste hacer eso - le dijo Grace luego de esperar a que se calmara y dejara de llorar; pero los ojos que Gabrielle se llenaron de ira:¿ seguían siendo tan amigas como ella misma le dijo que eran?
- El demonio que invocaste me hizo esto - refunfuñó. Guardó silencio unos segundos, como pensando que decir y luego añadió - ¿ Me querías matar a través de él?
Grace no se alteró, bajó la cabeza y susurró suavemente:
-¿ Qué motivos tendría para matarte?
Gabrielle volvió a llorar mirando el retrato; luego le sostuvo una mano a la brujita, Grace la miró.
- Eres la única amiga que tengo - reveló Gabie - Por favor... mátame - fue una petición que no esperó - Hazlo rápido, con el conjuro más eficaz que sepas....hazme ese favor.
- ¿ Y por qué mejor no te ayudo a recuperarte? - le preguntó estrechándole fuerte la mano, Gabrielle tampoco sé esperó aquella sugerencia - Conozcó un hechizo con el que podremos sanarte la piel sin que te queden marcas y luego cuando vuelvas a estar fuerte y bella como siempre, podrás lanzarte a conquistar nuevamente a Tony.
Gabrielle se encontraba conmovida, sin habla, con los ojos a punto de estallarle en lágrimas otra vez; y de momento, una risa contagiosa la tomó por asalto.
- Te prometo por la Diosa Madre que voy a conquistar a Tony otra vez - dijo segura de sí misma, dejando que la piel de sus manos se calentaron con el tacto de Grace.

Al terminar la práctica del equipo de porristas, Fabiana se fue a las duchas muy contenta por dos cosas: la ausencia de Gabrielle LaRiberand y su consiguiente intento de suicidio, y por supuesto la más importante: la separación de ella y Tony; quien le había mirado durante todo el entrenamiento. Cantaba metida en el chorro de agua; siempre era la última en bañarse para sacar a relucir sus cualidades vocales en versiones de Aretha Franklin, o para que no la molestaran en sus pensamientos con ridiculeces y frivolidades. Difícilmente iba a tener un día con mayor felicidad que aquel; salvo en el que pudiera apretar entre sus brazos a ese precioso moreno y meterle la lengua en la boca apasionadamente. Se corrió un poco tan solo pensarlo, pero no pudo tocarse como era su deseo porque sintió un estruendo en las taquillas, como de alguien que las cierra de un portazo. No se preocupó mucho, pero sacó la cabeza por encima de la pared que dividía las duchas y el pasillo, para cerciorarse de que no eran sus amigas buscando gastarle una broma. Hacía tres días, ella misma le echó picante a los nachos de Déborah, y aunque esta no se enteró de quién la había perjudicado, cabía la posibilidad de que alguna de las otras se fuera de lengua y se lo hubiera contado, y ahora ella quisiera vengarse, pagando con otra broma.
Cerró la llave de la ducha y se envolvió en la toalla; el baño se encontraba desierto, ni siquiera en las taquillas había nadie. Quizás lo imaginó; estaba tan feliz con las puertas que se le abrían, que porqué se iría a preocupar por alguna que se cerraba. Puso el reproductor de su celular, eligiendo un tema de Billie Eilish y se desnudó para vestirse con la ropa que iría a casa. Tarareaba mucho mejor de lo que cantaba, pero fue apagando la mediodía en su cabeza al llenarsele el olfato de un olor desagradable, putrefacto: una mezcla de azufre y piel calcinada; la temperatura del local bajó tanto que no pudo quedarse en cuero, teniendo que cubrirse con la toalla una vez más y aún así temblaba; y una oscuridad que convirtió en pura inutilidad a la luz, la asaltó por la espalda: alguien le respiraba en la nunca, le babeaba el hombro y tenía el mismo terrible olor de antes. El corazón de Fabiana dió un vuelco...si esto era una broma mataría Déborah con sus propias manos. Se dio la vuelta armándose de valor y chocó con el aire suave de la estancia: no había nadie; solo quedabo en el aire el rastro de un hedor sulfúrico que le hizo cubrirse la nariz con la toalla.
Se vistió apurada, lo recogió todo y metió lo de siempre en la taquilla y salió fuera. Juraría que al cruzar el pasillo volvió a tambalearse con el aire frío y la peste, pero no le hizo demasiado caso, siguiendo su sensual andar hasta su auto: un porche de color negro que era pura envidia. Muchas veces Tony se lo había elogiado, ahora pretendía que fuere el quien lo condujera cada vez que lo recogiera en su casa para ir a la escuela; lo decidió ya frente al timón: Tony sería su novio y nadie se lo arrebataría; lo sentía mucho por Gabrielle, su tiempo ya pasó, le tocaba a ella revivir el amor de aquel príncipe de ébano.
Nunca se le quitaba la manía de comprobar su peinado mirándose en el retrovisor, a la vez que manejaba; esta vez se espantó al cerciorarse que sus ojo izquierdo estaba caído. ¿ Cómo le podía pasar aquello?, ni siquiera pudo mantener la mirada, pero se sintió tan inquieta que volvió a asomarse, para ver que bajo el párpado, su ojo se corría hacia abajo, se hundía y quedaba en la zona blanca de su parte trasera. Horrorizada frenó a un lado de la carretera, respiró agitada; estaba borracha y aquello era una alucinación de su drogada cabeza. Se exprimió los ojos con las palmas de sus manos y pidió al tercer cielo que fuera solo obra de su exitada mente. Se calmó cuando su imagen en el retrovisor la observó con la misma cautela que ella: la cabeza podía ser a veces el peor de los enemigos; pero...Fabiana tuvo que darse la vuelta para ver que en el asiento trasero estaba sentada la Señora Mesttle, y sí lo estaba, pero no le dio tiempo a fijarla en su memoria porque está le saltó encima y le apretó el cuello con tanta violencia, que los glóbulos oculares le reventaron en sangre dentro de sus cuencas, manchando toda la ventanilla del auto.






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Ñooooooooo, Fabiana ☹️☹️☹️
Creo que nos vamos a quedar sin personajes 😆
Díganme: ¿ Quién cree que será el próximo que muera?
Comenten....

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