*AU donde Yoon y Hobi son elfos (pero con sus alturas reales, adiós Hollywood).
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Los días antes de Navidad solían ser muy ajetreados en el Polo Norte, y aquella jornada no fue muy distinta a las otras. Desde bien temprano, los elfos ayudantes de Santa Claus trabajaban cual hormigas haciendo todo tipo tareas; fabricaban, empaquetaban y envolvían en papel de regalo juguetes para los niños y niñas de todo el mundo; otros horneaban deliciosas galletas y otros dulces en la cocina, había quienes se aseguraban de que el enorme trineo estaba en condiciones de soportar el peso de la inmensa bolsa de regalos, y otros se dedicaban a limpiar.
Después de una larga mañana envolviendo regalos, mientras descansaba para comer algo, uno de aquellos elfos cuyo nombre era Yoongi revisó el tablón de tareas para ver qué le tenían asignado para la tarde. Le tocaba limpiar el despacho nº 2. El nº 1 era el principal, donde Santa Claus pasaba la mayor parte del tiempo. Los despachos nº 2 y 3 eran los contiguos, a los que se podía acceder desde dos puertas diferentes del pasillo, pero dentro era todo una misma estancia. En la parte que correspondía al 2 estaba la lista de niñas y niños buenos, y en la parte del 3 estaba la de los malos; dos pergaminos kilométricos que se revisaban cientos de veces al año.
Acompañado por un carrito cargado de útiles de limpieza, tales como trapos, una escoba, un cubo de agua y la fregona entre otras cosas, Yoongi se dirigió hacia el despacho en cuestión.
En cuanto entró se percató de que no estaba solo, pues escuchó a alguien silbando un alegre villancico navideño en el otro extremo de la gran estancia conformada por los dos despachos. No tardó en averiguar quién era, ya que el otro elfo se acercó de inmediato a saludarle.
— Qué coincidencia, hyung.
— Ah, hola, Hoseok.
— ¿Qué te trae por aquí?
— ¿No lo ves? Vengo a limpiar, igual que tú.
— Claro. ¡Solo lo decía para hablar de algo!
Si algo le gustaba a Hoseok era hablar, y eso Yoongi lo sabía muy bien. Daba igual el tema, el lugar o quién estaba enfrente, Hoseok se llenaba los pulmones de aire y comenzaba a parlotear sin descanso y, si por casualidad alguien osaba interrumpirle, ponía morritos y más tarde se vengaba haciéndole una travesura.
Sin ir más lejos, el día anterior otro elfo había tenido el atrevimiento de no solo interrumpir su perorata sobre lo injusto que era que unos niños recibieran más regalos que otros, sino que encima había rebatido su opinión, afirmando que los niños que se portaban mejor merecían más regalos. Hoseok no pudo perdonar aquello y le había hecho una trastada a su compañero, haciéndole resbalar con una piel de plátano que lo llevó a aterrizar de cabeza sobre una montaña de cajas apiladas, las cuales le cayeron encima al pobre elfo como una avalancha.