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Era una apacible mañana de domingo, la ciudad de Seúl amanecía cubierta por un manto blanco de nieve y el barrio de Yoongi aún dormía porque era temprano. En realidad, no todo el vecindario dormía, pues el chico en cuestión había madrugado.
Yoongi consideraba la costumbre que había adoptado de despertarse a las siete de la mañana una deformación profesional, cosa que odiaba porque amaba dormir. Ser vigilante de seguridad en el centro comercial, que abría a las ocho sin falta, le había pasado factura y ahora incluso los fines de semana se despertaba al alba y ya no podía pegar ojo.
Ataviado en un jersey de lana, un chándal calentito y calcetines gruesos, bajó hacia la cocina a prepararse un café. Un rato más tarde, ya con la taza en la mano y un paquete de galletas saladas para desayunar, se acercó a la ventana del comedor porque le pareció ver algo moverse fuera.
Ah, nada nuevo... Jung Hoseok, el vecino de la casa de enfrente, volvía a la acción.
El joven estaba haciendo un muñeco de nieve, sin importar el frío y que estaba nevando. Ya había colocado el pequeño reno y un par de regalos falsos al lado de su puerta, mismos que Yoongi le vio llevarse el viernes por la tarde del centro comercial. Y solo estaban a diez de diciembre, Hoseok tenía muchos días para hacer de su casa la más ataviada de todo el barrio.
Sin embargo, el entusiasmo de este hombre no se limitaba a la época navideña. Desde que se había mudado ahí enfrente hacía poco más de un año, Yoongi le había visto esmerarse en decorar la casa para todas las festividades populares que había a lo largo del año.
Llenaba el jardín con flores de todo tipo en primavera, figuritas de conejos y una cesta con huevos coloridos en Pascua, sacaba una tumbona y ponía una piscina hinchable en verano, colocaba calabazas sonrientes y juguetes de calaveras en Halloween, y en Navidad convertía la casa en una fiesta de luces, muñecos de nieve grandes y pequeños, Santa Claus de juguete y renos de luces led. Incluso decoraba con guirnaldas los arbustos del jardín.
Y en cada una de las aventuras que suponía para él decorar la casa, Yoon le observaba desde su ventana con asombro por el esfuerzo y la pasión con que hacía las cosas... como en ese preciso instante, que hacía rodar una bola de nieve para hacerla más grande bajo la atenta mirada de Yoongi.
De pronto, Hoseok se detuvo como si se hubiese percatado de que alguien le observaba, y miró alrededor hasta que descubrió a Yoongi viéndole desde su ventana. Sonrió de oreja a oreja, mostrando esos grandes e inmaculadamente blancos dientes que tenía, y saludó a Yoon con la mano. Este rodó los ojos y solo se retiró hacia el sofá.
No convenía llamar mucho la atención porque Hoseok era capaz de aparecer en la puerta para pedirle ayuda con la decoración, y Yoongi no estaba presentable para salir en ese momento.
Lo de pedirle ayuda ya había pasado en Halloween ese mismo año, cuando el castaño se presentó dos veces; primero por su disfraz de esqueleto porque se le había enganchado la cremallera; y luego para que le echara un cable para instalar unos altavoces, ya que iba a hacer una fiesta con amigos. Y cómo olvidar las navidades pasadas, cuando le pidió encarecidamente que le ayudara a colgar las luces en el tejado porque a él le daban miedo las alturas.