Capítulo 13

15 5 26
                                    

Viktor y Saskia la pasaban muy bien en sus citas. A los hijos de ella y a Bono de verdad les gustaba la idea de que saliera con alguien, aunque Bono todavía no lo conociera.

Noel y Liam les contaban a sus parejas cómo iba la grabación del álbum y que estaría saliendo en agosto del año siguiente: 1994.

Noel se encontraba en la casa de Bono. Ambos estaban almorzando afuera en el patio.

—Cuando Liam y yo seamos famosos, te invito a la casa que voy a comprar. Y también voy a tener empleados para que nos cocinen.

—Sería muy lindo —aceptó Bono—. Bueno, podemos cocinar nosotros también —sugirió.

—En ese caso, mejor vos. Yo soy un desastre para cocinar —dijo Noel riendosé un poco.

—Se puede mejorar. Algunas de tus comidas me gustaron.

—¿Viste? Soy casi un desastre. —Bono río con él. Más tarde, terminaron de comer.

—¿Querés alguna otra cosa? ¿Postre?

—No, estoy muy lleno. Pero me quedo, no te preocupés —dijo agarrandolé la mano, y su novio sonrió.

Las vacaciones terminaron, y los chicos volvieron a clase.

Un día. Saskia y Viktor andaban paseando por una plaza. Viktor en medio del camino le agarró la mano y se detuvo, haciendo que ella se detuviera también. La miró y le dio un beso. Saskia le acariciaba los hombros. Se miraron el uno al otro.

—Mis hijos te aceptaron desde que trajiste a tus sobrinas. Faltan mis papás.

—Nos vamos a llevar bien —dijo Viktor con optimismo.

—Sí, sé que sí. Con mi familia no vas a tener problemas. Creo que yo nomás con una de tus hermanas.

—Ah, no te preocupés, te defiendo si Ilse te insulta, y obviamente Gabrielle y mis padres también te van a defender. —Saskia le sonrió tímidamente.

—En mi caso, hasta mi ex te aceptó —dijo riendosé un poco, y Viktor también rió.

—Tuve mucha suerte —dijo mientras le acariciaba el pelo y la cara.

Saskia invitó a su novio a almorzar a casa de sus padres. Este congenió de inmediato con sus suegros.

Por otro lado, Dieter e Ilse ya estaban sospechando a dónde llevaban Viktor y Gabrielle a sus hijas y por qué nunca les decían a dónde. Ilse los llamó para que fueran al día siguiente a su casa, que tenían que hablar con ellos urgentemente. Por el tono de su hermana, supusieron que no era nada bueno.

Al otro día, se encontraron en su casa. Las nenas estaban ahí, quienes no sabían que sus tíos irían y, por supuesto, los saludaron.

—¿A dónde estuvieron llevando a nuestras hijas? —preguntó Dieter sin vueltas.

—Ya les dijimos que a pasear —contestó Gabrielle.

—No se hagan los estúpidos. Los llevaron a casa de esos niños, ¿no? —los acusó Ilse.

—¿No te da vergüenza meterte con unos nenes? —le reclamó su hermana.

—Lena, vamos a la pieza —suspiró Amanda.

—Sí, mejor.

—Ustedes se quedan acá —ordenó su madre.

—Ilse, no los expongas —pidió Viktor—. Vayan, otro día nos vemos. —Las nenas quisieron irse de nuevo, pero su padre se puso en el medio.

—Se quedan acá. Sus padres somos nosotros, no ellos.

—¡Desquitensé con nosotros; ellas no tienen la culpa! —las defendió Gabrielle.

—¡Claro que la tienen! ¡Aceptaron irse con ustedes a casa de esos bastardos, sabiendo que tenían prohibido hacerlo! —gritó Ilse.

—¡Por eso ahora se van a quedar a escuchar toda la discusión! —agregó Dieter.

—¡No son bastardos, y tienen que dejar de exponer a sus hijas a las discusiones! —les reclamó Viktor.

—¡Ustedes no debieron llevarlas a casa de esos dos en primer lugar! —les recriminó Ilse.

—¿Y cuál es el problema? —preguntó su hermano—. Entiendan que los extrañaban. No se habían visto en todo un mes.

—Además, son los únicos amigos que tienen de verdad —agregó Gabrielle.

—Seguirían siendo amigos de Simon y los otros si nos hubieran hecho caso —dijo Dieter.

—De todas formas, ya no van a llevarlas a casa de esa mujer —decidió Ilse. Las nenas protestaron, pero su mamá les gritó que se callaran.

—¡No hablés mal de Saskia! —reclamó su hermano.

—Ay, ¿y por qué la defendés? —preguntó sorprendida su hermana—. Además de defender a esos bastardos, ¿tenés que defender a su madre también?

—¿No será que te gusta esa tipa? —supuso su cuñado con disgusto.

—Sí, nos gustamos, ¿y qué? Saskia y yo somos novios.

—¡Lo que faltaba! ¡Tener a esa de cuñada! —se quejó Ilse agarrandosé la cabeza en desesperación.

—¿Ahora vas a decidir por nosotros con quién relacionarnos y con quién no? A nosotros no vas a decirnos qué hacer —la enfrentó Gabrielle.

—¡Este imbécil está con una mujer con hijos! ¡¿Te parece poco?! —gritó indignada Ilse.

—¿Qué tiene? Nos amamos, y sus hijos me aceptaron.

—Porque su padre los tiene abandonados —dijo Dieter.

—No vamos a discutir eso, que por cierto es mentira —replicó Gabrielle.

—Esa tipa te buscó, ¿no? Andaba buscando un reemplazo para su ex seguramente —acusó falsamente Ilse.

—¡Dejá de decir estupideces! ¡Mi novia es una buena persona, y la vas a respetar!

—Lo único que les vamos a decir es que no vamos a aceptar a una madre soltera en la familia —dijo Dieter.

—Y al menos de mi parte olvidensé que tienen una hermana y sobrinas si vos, Viktor, seguís con esa relación; y vos, seguís de su lado —finalizó mirando a Gabrielle.

—¡No pueden hacer eso! —protestó Amanda—. ¡El tío tiene todo el derecho de estar con quien quiera! ¡Saskia es buena, no como ustedes!

—¿Vos estás buscando que te dé una cachetada? —la amenazó su madre. Pero cuando estaba a punto de pegarle, Gabrielle le agarró la muñeca. Ilse la miró enojada y se soltó bruscamente. Las nenas corrieron a abrazar a sus tíos, quienes les prometieron en voz baja seguirse viendo, y luego se fueron sin siquiera mirar ni a su hermana ni a su cuñado.

Aceptación 2: El precio de la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora