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Yo no soy la mala suerte
M a r i e
A la mañana siguiente, abro los ojos y me levanto lentamente entre la comodidad del colchón y las sábanas. El corazón se me acelera al no reconocer donde me encuentro, pero luego recuerdos disparados en flashes del día anterior en la noche me hacen recordar. Vaya, me escapé para pensar con claridad y lo que vine haciendo fue dormirme.

Que bueno que no soy mediocre, eh.

Me levanto de la cama con suma lentitud y las piernas me palpitaban debido a que me dormí con los apretados jeans. Observo a mi alrededor, y suspiro con satisfacción e incredulidad a lo que tengo frente a mis ojos. Lo primero que veo frente a mi es un tocador blanco y alado de él, un espejo de cuerpo completo del mismo color. Veo la repisa con gorros negros encima del espejo, y pienso en mis hermanos. A ellos les encantaría esto.

Las gorras quiero decir.

Luego, veo un candelabro de araña en el techo que queda a juego con todo y luego veo estantes y cuadros y cosas lindas colgadas en la pared. Giro mi cabeza a mi derecha y lo primero que veo es una amplia ventana con cortinas agrupadas en una sección, y gracias a eso, la luz del día ilumina todo el cuarto entero. Veo una silla frente a ella con una mesita de noche a su lado con papeles encima. Luego veo un librero pequeño junto a un pequeño tocador a un lado de mi cama, y todo es hermoso.

Es la habitación que siempre deseé y nunca tuve. Siempre me conformaba con dormir en una cama compartida en un cuarto compartido, y ahora, tengo todo esto frente a mis ojos. Parece un sueño. Parece que algo bueno se ha quedado en el mundo. Veo una puerta extra que no había visto antes alado de mi cama.

De mi cama.

¿Yo dije eso? Ja. Ojalá fuera la mía.

Me levanto y me estiro fuertemente, cerrando los ojos ante la comodidad a la que mis músculos se acoplan. Abro los ojos y me doy cuenta de que me quedé con mis sucios converse negros puestos. Ugh, mis pies deben de apestar.

Hablando de apestar, yo apesto. Mi pelo está sucio, grasiento, enmarañado y da asco. No me soporto.

Camino menos de tres pasos antes de llegar a la puerta y la abro. Es un baño. Oh Dios, ya me entraron las ganas de hacer del uno. El vater se ve limpio, el problema es...el papel. No entraré al baño sin papel, que asco. Observo lentamente el baño y veo dentro del mismo, otra puerta. Frunzo el ceño y me acerco a ella. Trato de abrirla, pero se encuentra con llave. Trago saliva. Si está con llave, no debe ser por una buena razón. Como olvidé quitarme el armamento de mis piernas, saqué la daga de la funda colgante de mi cinturón. Jugué con el compartimiento del picaporte con la daga mientras la manipulaba girándola, hasta que un click hizo que la puerta se abriera dándome acceso con un chirrido molesto.

Abro completamente la puerta empujándola con la palma de mi mano, y observé de que se trataba la situación.

No. Puede. Ser.

Un clóset. Eso era. Un amplio, grande, ordenado y lleno clóset de ropa. Tiene ropa. ¡Oh, por Dios, tiene ropa! ¡Dios, sí, sí, sí! ¡Esto es muy bueno! Es lo mejor que me podría haber pasado luego de que había dejado mi otra ropa en la prisión. Me acerqué rápidamente y observé las prendas colgando, luego vi repisas debajo de la ropa colgada y vi jeans, shorts, leggins, y todo lo que necesitaba. Alado de todo eso habían más repisas llenas de zapatos. Bastantes. Muchísimos. Y luego, encima de todo eso, bolsos y mochilas y maletas. ¿Por qué la chica que vivió aquí no se llevó todo esto? ¿Por qué dejarlo?

Saving You [carl grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora