Capítulo 4.

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Jennie's pov.

Despierto luego de un largo y duradero sueño. Las pesadillas no han aparecido hoy, y me alegro por eso. Me levanto y caigo en que sigo aquí; no es un sueño.
Frunzo el ceño, pero se me prende el foco. Tengo que armar un plan para salir de aquí, pero no sé cómo.

Escucho la puerta abrirse y allí está; con su sonrisa terrorífica y fachada extrañamente sensual.

— Buenos días. — Murmuró, y se acercó a mi.

Me alejé lo más que pude de manera abrupta, pero en dos zancadas me acorraló nuevamente.
Sus ojos se clavan en mi cuerpo cubierto por su playera gigante y sonríe otra vez. Comienza a subir de manera torturosa la única prenda que tengo, y cuando estaba por descubrir mi entrepierna, alguien la llama.

No estamos solas.

Gruñe por lo bajo y se aleja de mí, desapareciendo del cuarto. Agradezco que aquello haya sucedido internamente, si no, todo volvería a ser un infierno.
La siguiente media hora me la paso explorando la habitación, pero el hambre llega. El estómago me ruge y siento que estoy a punto de desmayarme si no como algo.

Justo mi salvación entra por la puerta.

Es una mujer de cabello rojizo arreglado en un moño casi perfecto. Tiene un cuerpo atlético, pero viste una biker negra y un saquito abotonado color celeste pastel. Lleva en sus manos una bandeja con comida.

— ¡Buenos días!

Una sonrisa radiante adorna su rostro bien cuidado. Me quedo mirándola mientras deja en la cama el recipiente con los platos. Hay mango picado en rodajas, fruta de dragón también. Un filete con la carne jugosa y bien hecha, puré con una salsa que desconozco y un vaso con jugo de naranja. Me mira expectante.

— Vamos, no seas tímida. Soy Elizabeth, pero me puedes llamar Beth. — Dice, con simpatía explotando en sus rasgos.

Su mirada amigable me hace confiar, y me acerco al plato. Ensancha su sonrisa y mira cómo comienzo a cortar la carne, llevándola a mi boca. No actúo como una desesperada, pero realmente estoy hambrienta. El primer bocado casi me hace llorar; su comida es realmente deliciosa. Pruebo el puré y también es rico, muy suave en mi paladar.
Comienzo a comer los alimentos que me dió, y con satisfacción, pregunta:

— ¿Te gustó, no? — Cuestiona con un tono algo orgulloso.

Asiento mientras mastico hasta acabarme el primer aperitivo. Tomo el jugo de naranja que tiene un sorbete con muchas vueltitas. Es raro que ella sepa que me gusta aquello.

— No eres de hablar mucho... — Murmura, y yo respondo de manera sarcástica.

— Usualmente cuando me secuestran no soy de hablar con mis captores. Disculpa mi mala educación.

Rueda los ojos y hace un ademán con la mano, como si le restara importancia. Pero es jodidamente importante para mí.

— Venga ya. Créeme que no es tan malo.
— Dice.

Su acento español es bastante fuerte. Me está hablando en español, y extrañamente lo entiendo. Tuve clase en el secundario y tomé un pequeño curso cuando mi sueño era ser azafata, por desgracia fui una enfermera con vida miserable y un salario mediocre.

— Sí, claro... — Le contesté en inglés ahora, y carcajeó.

No entiendo qué es tan gracioso.

— Dios, Jennie. ¿Crees que otro secuestrador le daría de comer a su presa? ¿Le dejaría dormir en un lugar tan lujoso como este? Porque vamos, es caro hospedarse en la selva, y quien te trajo aquí no es precisamente alguien de bajos recursos. — Dice con osadía.

𝗧𝗼𝘅𝗶𝗰 𝗟𝗼𝘃𝗲 | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora