Capítulo 7.

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Jennie's pov.

Me sentó en su regazo de manera brusca y acercó mi plato a nosotras.

— Te lo vas a comer todo. — Señala.

La miré desafiante. ¿Qué se cree que soy? ¿Una puta niñita que puede manipular así como así?

Acercó el primer bocado y no quise comerlo. Me pellizcó el abdomen y abrí la boca para quejarme, allí fue cuando me metió el tenedor con la comida por la tráquea más o menos.
Y así fue hasta que me lo terminé. Sentía unas náuseas horribles, por lo que me bajé corriendo de su regazo al baño y vomité todo lo que tenía en el estómago. Las arcadas fueron horribles y lloraba mientras expulsaba mi estómago revuelto.

Ella estaba en el umbral de la puerta mirándome sin expresión alguna. La ignoré y tiré de la cadena, seguido de ello me cepillé los dientes con un cepillito descartable que tenían en los gabinetes no sin antes enjuagarme la boca. Me sentía muy, muy mal.
Pasé de ella, o eso intenté,, pero me tomó del brazo bruscamente y me llevó escaleras arriba. Comencé a gritarle y a patearla, más no sirvió de nada porque es más fuerte que yo, y su cuerpo es el doble del mío. Gana en complexión y fuerza.

— Es hora de que entiendas cómo funcionan las cosas, Jennie. — Me lanzó a la cama y traté de escapar.

No pude.

Comenzó a desnudarse; su cuerpo tonificado parecía tallado a mano por los mismísimos dioses griegos, una bendición por parte de ellos. Sus abdominales se marcaban y tenía los bíceps bien hechos, tenía la clásica 'V' y utilizaba un top deportivo para tapar sus casi inexistentes pechos. Su cintura era estrecha, sus facciones dulces y femeninas. Sus piernas son largas y tiene los gemelos duros, me dan ganas de morderlos. Sus ojos demuestran odio, odio crudo hacia mí y mi desobediencia. Su cabello es corto, arriba de los hombros y negro, grueso. Sus labios son dulces infiernos que a decir verdad me muero por probar. Su nariz es perfecta, todo en ella lo es, excepto su carencia de salud mental.

— Desnúdate, Jane. Hazlo lento para mí.

Se sienta en una silla de madera con la polla dura como un mástil.

Me levanto con cautela y miedo, mirándola a los ojos. Me hace una seña con la mano para que el espectáculo comience.
No llevo más que el vestido que elegí y un conjunto de ropa interior, así que comienzo por la parte obvia. Le hago una especie de lapdance improvisado, moviendo mis caderas y de espaldas. A decir verdad, disfruto el jueguito. Sé que me desea, y en el fondo lo hago con ella mucho más de lo que jamás admitiré.
Cuando remuevo el vestido de mi cuerpo quedo en el bañador que pensé en utilizar para ir a una pequeña playa que fue hecha artificialmente por ella. Noto como me devora con la mirada aún de espaldas. Me pongo frente a ella otra vez y espero la siguiente orden.

— Ahora el traje de baño.

Suspiro. Con las manos temblorosas quito la parte de arriba, mis pechos voluminosos a su vista. Sus ojos se bañan en lujuria y se oscurecen, mas no hace nada. Quito el tanga y me muestro hacia ella por primera vez con mi consentimiento.

— Hermosa...

Susurró y se levantó, acorralándome contra una pared. Inmediatamente si mano viajó a uno de mis pechos y lo apretó. Me retorcí y gemí, cosa que pareció gustarle aún más.
Me lanzó a la cama, y cuando quise detener las cosas, era tarde. Me estaba dejando llevar por mi subconsciente y las hormonas; no podía pensar con claridad y ahora estaba en el ojo del huracán.
Admiró mi cuerpo, y poco a poco, comenzó a descender hacia el sur del mismo. Yo, algo asustada, cerré las piernas, pero me pellizcó una y las abrió de igual forma. Mis mejillas ardían del placer y ella estaba a punto de estallar.

— Estás tan mojada. — Gime, para luego darle una lamida torturosamente lenta a toda mi extensión, provocando que suelte un grito.

Atrapó entre sus labios el manojo de nervios y lo succionó, provocando que no pudiese controlar mis jadeos que eran opacados contra mi mano. Rozaba la entrada, jugaba conmigo.
Articulé un "por favor" y ella sonrió, para luego meter su ágil lengua en el centro. Penetraba sin descanso y yo no podía parar de gemir, de pedir más. Me restregaba contra su rostro, empapándola de todos los fluidos.
Me sentía cerca, y al parecer lo entendió, porque agregó dos dedos que se deslizaron con total facilidad en mí. Mi voz rota soltó un alarido y cuando me succionó el clítoris supe que fue el fin de esta dulce tortura.
Grité, pataleé y jugos salpicaron para todas partes.

— Eso es... — Jadeó, como si mi placer alimentase el suyo propio.

Los recolectaba con su boca. Lo bebió todo y pude ver sus labios curvarse en una sonrisa de satisfacción.

Ella había ganado.

Se subió sobre mí al instante, tomándome en un beso posesivo que me permitió saborear todo fluido que haya recolectado allá abajo. A decir verdad no era desagradable.
Mientras lo hacía, alineó su eje sobre mí, y cuando estaba por meterla, la frené.

— L-la protección... — Murmuré, con susto.

Sonrió de manera macabra.

— ¿Quieres que utilice protección, Jane?
— Sus ojos me miran, burlones.

Asentí.

Rebuscó entre el cajón de la mesita y encontró un paquetito de aluminio. Lo abrió y revisó que el preservativo no esté roto, para luego enrollarlo en su intimidante miembro. Jadeé al notar lo enorme que era. No lo sé, ¿25CM quizás? Sonaba a eso. Un jodido edificio entre las piernas.

Ahora sí, se venía lo que mas dolería.
Metió la punta con cuidado mientras se reacomodaba. Una vez consiguió la posición correcta, continuó enterrándose en mis entrañas. Yo gemí del dolor cuando menos de la mitad estuvo dentro, y al notar como apreté su brazo se detuvo.

Al menos tenía compasión.

Agitó mi manojo de nervios para tranquilizarme y reemplazar el dolor por placer, cosa que me funcionó. Yo jadeaba por más mientras ella se terminaba de hundir en mí, y una vez estuvo dentro por completo, siseó y su mandíbula se apretó.
Comenzó a moverse de manera no muy lenta pero tampoco rápida. Empecé a sentir mi respiración agitada y con el corazón en la boca seguí tímidamente sus movimientos. Desgraciadamente lo notó, por lo que comenzó a ir cada vez más rápido. Los aplausos de nuestras pieles era lo único que se oía y luego se detenía, al parecer retomaba la velocidad luego de una pequeña pausa. Volvió a embestir con fuerza y cada vez iba más rápido; se adueñaba de mi cuerpo, me utilizaba como si fuese de su propiedad.
No podía parar de gemir, y no lo hice cuando tocó mi punto. Dejé escapar un grito, y al darse cuenta de su descubrimiento, comenzó con estocadas más rápidas y fuertes, haciéndome tocar el cielo una y otra vez.

— Eso... Córrete para mí, Jennie... ¡Agh, sí! Voy a correrme yo también. Eres mi buena chica. — Siseaba.

Atrapó mis labios en un beso descontrolado y desastroso. Mordió mi labio con fuerza anunciando la llegada de su orgasmo, y llegué junto con ella. Jadeó mi nombre y se desplomó sobre mí, acariciando mis caderas.
Intentamos recuperar el aliento por un poco de tiempo, hasta que caí dormida.

Cuando desperté, ella ya no estaba.

¿Realmente creí que ella iba a cambiar? Por un segundo, sólo un segundo, pude ver una mínima de esperanza, de la compasión en sus ojos.

Descubrí que la Lisa mala jamás se iría.

Me había usado para su beneficio, y a decir verdad, ¿Podría esperar algo más de alguien como ella? Creo que no.

Volví a dormir en esa cama fría y vacía, esperando algún día poder salir de aquí.

[...]

𝗧𝗼𝘅𝗶𝗰 𝗟𝗼𝘃𝗲 | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora