Capítulo 3.

1.1K 66 25
                                    

Jennie's pov.

Al día siguiente llega el cerrajero, y cambia todo lo necesario. Tengo permiso de los dueños de los departamentos así que está bien, supongo. De todas maneras ellos no se habrían enterado. No ponen atención a los pequeños detalles, y si se cambiara la cerradura sin permiso, no podría importarles menos. Simplemente crearían una copia nueva de llaves y ya.

Finalmente el trabajador se va y yo me preparo para ir a trabajar. Coloco mi uniforme y me arreglo, para salir un poco apresurada. Enciendo mi pequeño gol y arranco a toda velocidad dirigida al trabajo, espero que todo esté calmado hoy.

[...]

Una puta mierda. Nada se había calmado.
Este era el día más agitado del año que tuve, o quizás, en toda mi carrera. Sé que soy enfermera joven, es más, me recibí hace muy poco. Soy bastante buena en lo que hago, me han dicho mis compañeros y mi jefe.

Los pasillos son gritos, llanto. No puedo entender por qué de la nada se llenó de personas bastante severas. Hasta el punto de que un niño fue herido en un tiroteo, recibiendo un balazo en el hombro. Me encargo de ese caso.

— Tranquilo, tranquilo...

Murmuro con paciencia mientras el chico grita hecho un mar de llanto. Sus ojos rojos inyectados en dolor me provoca un revoltijo en el estómago.
La bala ha chocado con un vaso sanguíneo y el pequeño pierde sangre de a montones, pero sigue consciente. Tengo que coser la herida. Tomo pinzas y empapo algodón en alcohol especial para esto, quito primero la bala con sumo cuidado y trozos de tejido que han quedado dentro de la herida y luego la limpio con precaución. Coso la herida y él para este momento ya se encuentra llorando menos, no tenía tiempo para dormir su hombro. Ya estaría pálido de perder tanto líquido rojo.
Su madre y su padre están en el umbral de la puerta sollozando por su hijo. Entiendo su dolor, por más que nunca lo haya sentido. Les doy explicaciones que deben seguir al pie de la letra, analgésicos, cambio de vendaje, cuidado con tocar esa zona, etcétera.
Ellos asienten frenéticamente. Les comento un par de cosas más y que no duden en acudir aquí si se complica todo el proceso de recuperación.

Luego, otro paciente. Este no fue tan brutal como el anterior, pero no por eso menos importante. Así muchísimos más, y para el final de mi día estoy agotada.
Son las doce de la noche y Minho apareció en escena. Me sacó charla y agradecí eso, realmente necesitaba despejarme.
Salimos del hospital y hace frío. Por suerte llevo mi abrigo, pero él envuelve su brazo en mi hombro para darme un reconfortante calor
que funciona como sedante.
Frenamos en donde está mi auto. Sus ojos color negro me miran expectantes, y sonríe. Yo lo hago también, y me derrito al ver qué pasa su lengua por su labio inferior.
Se podría decir que me gusta Minho. Él es dulce, atento, y poco a poco comienzo a enamorarme.

— Jennie...

Murmura, y toma mis manos. Éstas tiemblan y me mira como si fuera la mujer más linda del mundo.

— ¿...Sí? — Pregunto con un hilo de voz.

Me siento una adolescente tímida y enamorada bajo sus intimidantes pero amigables orbes. Me atrapan, y el encanto ya está hecho.
Acerca su rostro poco a poco, sé que va a hacerme. Cierro los ojos y una ráfaga de viento se aproxima a mi rostro, esperando el tan ansiado contacto. Sus labios se juntan con los míos, y me besa con ternura. Siento mi cuerpo hinchado de felicidad, como si esto fuera algo nuevo para mí. El calor en mi cuerpo chocando con el suyo me hace sentir como en casa. Movemos nuestros belfos al compás, y sus manos atrapan mi espalda baja.

Pero inmediatamente algo sucede.

Sus labios se alejan abruptamente de los míos, y abro los ojos desconcertada. Lo siguiente que veo es a Minho en el suelo. Reprimo un grito y me arrodillo, examinando su cuerpo. No duró mucho, pues siento cómo alguien me toma con fuerza por la espalda y reprime mis brazos. Pataleo, grito, pero nadie está ahí. Nadie puede oírme. El tipo que me sostiene está vestido de negro, y me sube a una camioneta. De repente, siento un pinchazo, pero no podría importarme menos. Sigo gritando y llorando, pateando todo lo que puedo. Pero mi cuerpo comienza a tener menos fuerza, a sentir menos. Todo a mi alrededor se ve borroso y ya no se escucha como siempre. Oigo voces duras, de hombres. Lo último que veo es la luz de la camioneta, y la oscuridad agónica que envuelve mi entorno.

𝗧𝗼𝘅𝗶𝗰 𝗟𝗼𝘃𝗲 | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora