capitulo 1

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—No voy a ir contigo.

Su voz invadió el silencio de la habitación y Franco se enderezó para mirarla.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir con que no vas a venir conmigo? Llevas semanas trabajando en esto, ¿qué tienes que hacer antes de marcharte? ¿Y de cuánto tiempo estás hablando? ¿De mañana?

¿Del miércoles? Necesito que estés allí, Sarita, tenemos mucho que hacer.

Sara negó con la cabeza.

—No. Quiero decir que no voy a ir a Japón. Ni hoy, ni la semana que viene, ni nunca. Ni tampoco a otro sitio.

No podía marcharse.

No podía empaquetar sus cosas y marcharse a Japón. Franco volaría a Japón. Ella no. Ella no iría a ningún sitio. Otra vez no. Sería la enésima vez que lo hiciera durante el agitado tiempo que habían pasado juntos. No podía volver a hacerlo.

Él metió una camisa en la maleta y se volvió hacia ella con expresión incrédula.

—¿Lo dices en serio? ¿Te has vuelto loca?

—No. Nunca he hablado más en serio. Estoy harta —le dijo—. No quiero hacerlo más. Estoy cansada de que me digas «vamos», y que lo único que yo te pregunte sea «¿adónde?». Me dices que tienes que cambiar de lugar y yo te ayudo a hacerlo... En cualquier idioma, en cualquier país, en el sitio donde hayas decidido ir.

—Eres mi secretaria personal, ¡es tu trabajo!

—No, Franco. Soy tu esposa, y estoy cansada de que me trates como a cualquier otro empleado. No permitiré que sigas haciéndolo.

Él la miró un instante, se pasó la mano por el cabello y miró el reloj antes de guardar otra camisa.

—Has elegido un mal momento para tener problemas conyugales

—se quejó él.

—No es un problema —dijo ella, tratando de mantener la calma—Es un hecho. No voy a ir, y no sé si estaré aquí cuando regreses. No puedo soportarlo más, y necesito tiempo para pensar qué quiero hacer.

Él arrugó la camisa entre las manos, pero a ella no le importó. No había sido ella quien la había planchado. Solían llevar la ropa a la lavandería. Ella estaba demasiado ocupada asegurándose de que todo funcionara correctamente.

—Diablos, Sarita, has elegido el peor momento.

Franco tiró la camisa dentro de la maleta y se acercó a la ventana.Pasó la mano sobre el cristal y contempló el horizonte londinense.

—Sabes lo que esto significa para mí. Sabes lo importante que es ese contrato. ¿Por qué hoy?

—No lo sé —dijo ella—. Quizá haya llegado al límite. Estoy harta de no tener vida propia.

—¡Tenemos una vida en común! —se quejó él, y se acercó a ella—. Una buena vida.

—No, siempre estamos trabajando.

—¡Y tenemos mucho éxito!

—En el ámbito laboral, estoy de acuerdo. Pero eso no es vida — lo miró fijamente a los ojos, para demostrarle que no la intimidaba—Nuestra vida personal no es un éxito porque no la tenemos, Franco. No hemos ido a ver a tu familia en Navidad, hemos trabajado el día de Año Nuevo... Por favor, ¡si vimos los fuegos artificiales desde la ventana del despacho! ¿Y sabías que hoy es el último día para quitar los adornos navideños? Ni siquiera los hemos puesto, Franco. No hemos celebrado la Navidad. Todo ha sucedido a nuestro alrededor mientras nosotros trabajábamos. Y yo quiero algo más que eso. Quiero una casa, un jardín, tiempo para dedicarles a las plantas, para tocar la tierra con las manos y oler las rosas —bajó el tono de voz—. Nunca nos detenemos a oler las rosas, Franco. Nunca.

Doble Sorpresa - Sarita y Franco -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora