Al día siguiente, Franco durmió hasta las nueve. Era la primera vez que ella lo había visto dormir hasta tan tarde, así que a las ocho entró en su habitación para ver si seguía vivo. Lo encontró tumbado en la cama roncando suavemente. La colcha se había caído hacia un lado, pero como en la habitación hacía calor, aunque estuviera desnudo no pasaría frío.
La tentación de tumbarse a su lado para abrazarlo era muy fuerte, pero salió de la habitación y regresó al piso de abajo. Abrió la puerta para que Murphy saliera al jardín. El perro le llevó la pelota y ella se la tiró varias veces, pero hacía frío y no le gustaba dejar a las niñas solas.
Regresó al interior, encendió la radio, dobló la ropa limpia que ya estaba seca y se preparó un café. En esos momentos, oyó el agua del baño del piso de arriba.
La noche anterior habían hablado durante horas. Él le había contado todo, cómo había conocido a Debbie y lo mucho que se emocionaron cuando ella se quedó embarazada. También le habló del pequeño Michael, y de cómo lo había sostenido en brazos mientras moría. También le contó que había prometido que jamás volvería a hacer que una mujer corriera ese riesgo.
—Entonces, ¿no era que no quisieras tener hijos? —le había preguntado ella.
—Oh, no. Me habría encantado tener hijos, y las niñas... Bueno, son maravillosas. El regalo más preciado. No puedo creer que las tengamos. Pero no sé si habría podido soportar el embarazo.
—¿Y qué habrías hecho si te lo hubiera contado? —preguntó ella. Él se encogió de hombros.
—No lo sé. No sé si habría podido soportar todas esas semanas de espera, sabiendo que no iba a ser algo inmediato, viéndote sufrir, esperando que sucediera algo malo. Creo que me habría destrozado.
—¿Y si fuéramos a tener otro?
—No sé si podría soportarlo. Prefiero no saberlo. Hemos tenido mucha suerte con las niñas. No tentemos la suerte.
Aquél no era un asunto importante. Ella no quería volver a quedarse embarazada después de la última vez, y los médicos opinaban que no era buena idea. Además, hasta que la relación estuviera más estabilizada, no pensaba correr el riesgo.
Incluso suponiendo que lo dejara acercarse tanto.
Pero sí sabía una cosa: tampoco permitiría que volviera a ocultarlo todo. Haría que hablara de ello, de Debbie, del bebé y de cómo se había sentido al respecto.
Ellos no merecían que los olvidaran, así que su recuerdo se mantendría vivo, y las niñas sabrían que un día, mucho tiempo atrás, habían tenido un hermano.
Ella se secó las lágrimas de los ojos y levantó la vista al verlo entrar. Franco la miró y suspiró:
—Oh, Sarita. ¿Te encuentras bien?
—Lo siento. Estaba pensando en cuando se lo contemos a las niñas, cuando sean mayores.
—Te estás anticipando demasiado. No importa. ¿Qué tiene que hacer un hombre en esta casa para conseguir una taza de té?
—¿Poner la tetera al fuego? —sugirió ella.
Franco puso el agua a hervir y se agachó para saludar a las niñas, que estaban en el parque mordiendo un juguete.
—Creo que les están saliendo los dientes —dijo él. Sara se rió y se puso en pie.
—Por supuesto. No harán mucho más durante las próximas semanas. Aparte de intentar escaparse de todos lados.
—Tendremos que probar a esposarlas —dijo él. Sara se cubrió la boca con la mano.
—Shh. No lo digas delante de ellas.
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Doble Sorpresa - Sarita y Franco -
Fiksi Penggemar𝘢𝘥𝘢𝘱𝘵𝘢𝘤𝘪ó𝘯. 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘯𝘰 𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘵𝘦𝘯𝘦𝘤𝘦