No había nada.
Él separó la silla del escritorio, miró a la pantalla con frustración y se preguntó qué diablos iba a hacer para encontrar una casa en la que pudieran vivir todos y solucionar el tema.
Pero no estaba seguro de poder solucionarlo. Necesitaba hablar seriamente con su equipo antes de hacer ningún cambio, pero entretanto... El teléfono sonó.
—Reyes al habla.
—¿Hola? ¿Quién es?
—Soy Franco Reyes. ¿Puedo ayudarlo?
—Probablemente no. ¿Puedo hablar con Sara, por favor?
—Lo siento, no está. Estoy cuidando a las niñas. Soy... Soy su marido.
—Soy Leandro Santos. Ella me está cuidando la casa.
—Sí. Sí, lo sé. Mira, regresará a la una, si quieres hablar con ella. Ha ido a tomar café con Jimena.
—Ah. Ya. Bueno, en ese caso probablemente ya lo sabrá, pero la llamaba para decirle que no voy a regresar. Bueno, no creo. Tengo motivos personales y... Bueno, he conocido a alguien y voy a quedarme a vivir aquí, así que necesito hablar de la casa con ella. Y del perro.
—¿Imagino que no querrás venderme la casa?
—¿A ti?
—Sí... Para Sara. Nosotros... estamos tratando de ver si podemos... si hay una manera de...
—¿A ella le parece bien?
—Oh, tenemos unas normas —dijo con ironía—. En estos momentos estamos con la lucha de «no mantener contacto con la oficina». Pero yo no puedo dejar de trabajar, y he estado mirando si hay algún sitio por aquí donde pudiera compartir una oficina con mi equipo, y una casa con mi familia, para así poder pasar la mayor parte del tiempo con ellas. No he encontrado nada.
—¿Y crees que podrías hacer eso en mi casa?
—Suponiendo que me den los permisos para reformar el establo.
—Supongo que sí —dijo Leandro—. No les gusta que los establos se transformen en viviendas, pero son más flexibles si se trata de una empresa o un negocio. Y si es para un negocio de uso personal, es probable que sean muy colaboradores. De hecho, yo también había hecho un proyecto. Probablemente todavía lo tengan en el archivo. Podrías echarle un vistazo.
—¿Eso significa que a lo mejor te planteas vendérmela?
—No lo sé —dijo el hombre—. Tengo un pequeño problema. Tendría que comprobar que mi actual inquilina estaría contenta con su nuevo casero, así que tendré que hablar con ella.
—Oh, creo que sí estaría contenta. Me ha dicho que no quiere mudarse, y yo sé que le encanta vivir aquí. Además, está el tema del perro.
—Sí.
Franco sonrió pensativo.
—Adoramos a Murphy, ¿verdad, amigo? —dijo Franco, acariciando las orejas del can.
—¿Está ahí contigo?
—Siempre está a mi lado. Está tumbado sobre mi pie.
—¿Y os lo quedaríais?
—Creo que Sara me mataría antes de permitir que le pasara algo al perro. Y, además, me hace compañía cuando salgo a correr.
—Eso le encanta. Siempre iba conmigo.
—Entonces, ¿lo pensarás?
—Tendremos que buscar un precio justo. ¿Podrías ocuparte de eso y llamar a un par de inmobiliarias para que hagan una tasación?
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Doble Sorpresa - Sarita y Franco -
Fanfiction𝘢𝘥𝘢𝘱𝘵𝘢𝘤𝘪ó𝘯. 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘯𝘰 𝘮𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘵𝘦𝘯𝘦𝘤𝘦