Capítulo 5

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8 de Diciembre, 2022.

—Los muchachos han estado trabajando sin parar. Espero tener para navidad todo listo.

—Estoy seguro que así será. Saben lo que hacen.

—Si tú lo dices —rechistó Albert sirviéndole su café —. ¿Qué tal la obra? Ya los vecinos están palpitando la gran apertura. No recuerdo haber visto a este pueblo tan emocionado antes.

Killian asintió despacio. ¿Cómo decirle que se le había sumado la nieta del viejo Reed atrasándolos?

—La obra va bien, estamos trabajando sin parar. Todos queremos cumplir con la fecha estipulada —disertó dando un sorbo a su café.

En diez minutos debía salir hacia la obra, solo estaba de pasada.

—Ya verás que si —añadió tirando el repasador sobre su hombro detrás de la barra —. La nieta de Benjamín ¿eh? —chasqueó su lengua soltando el chisme.

—La nieta de Benjamín —murmuró sintiendo ya el dolor en su nuca de solo hablar de ella.

Los materiales para continuar la obra estuvieron mucho antes de que él llegara. Tal como ella lo estableció. Los trabajadores desayunaron gracias al Food Truck y empezaron la jornada con más energías. Probablemente el impacto del café, o las ganas de ir a trabajar sabiendo que ahora supervisaba una cara bonita que no había dejado de agasajarlos en setenta y dos horas.

—¿Qué tal estás llevando tu nueva supervisora? —curioseó recargando sus brazos en la barra.

—Mejor ni preguntes.

Albert sonrió divertido.

—Los muchachos no dejan de hablar del tráiler de comida o el día de limpieza —abrió sus ojos asombrado.

Killian limpió sus labios con la servilleta y se puso de pie.

—Mi nuevo dolor de cabeza, gracias por recordármelo.

—Venga, Killian. Las cosas un poco diferente no pueden ser tan malas. Además, eso habla muy bien de sus intenciones, a pesar de lo que ocurrió el primer día —exclamó meciendo su cabeza.

—Sus intenciones son apurar la obra y desaparecer del pueblo. Es alérgica a nosotros, la gente de clase media —refutó en medio de un rezongo, descargando el veneno o la bronca consigo mismo por darse cuenta que Albert llevaba en parte razón.

Albert alzó sus hombros con sencillez. Bajo la cantidad de guirnaldas y adornos navideños se veía gracioso, no lo suficiente para que Killian dejara un lado su enojo.

Iba a enfrentarla un día más y para eso debía siempre prepararse.

—A este local parece que ha cambiado de idea —indicó con su cabeza hacia una de las mesas que daba a la calle.

Killian siguió su mirada. Su expresión se tornó seria, exhausto de aquella flameante y fina presencia. ¿Ahora iba de jeans y top? ¿Qué se pondría mañana? Ya se sentía como una expectativa navideña, ver qué se pondría.

¿Qué carajos te importa?

Nada.

—No te emociones. No tiene conexión a internet en su casa.

Albert rio ligeramente.

—Bueno, las puertas siempre han estado abierta para quien quiera conectarse. No puedo negarle la entrada, además se ha disculpado por el altercado del primer día —susurró causando que aquel hombre reprimiera su risa.

Navidad sin señal © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora