Capítulo 1

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4 de Diciembre, 2022.

Era importante. De vida o muerte, más que nada de muerte porque no creía que a su abuelo le quedara mucho tiempo si la había convocado personalmente y con urgencia.

Urgente tendría que ser su salida de ese asqueroso pueblo. ¿Dónde estaba la gente? ¿Los comercios? ¿Las tiendas? ¿Una estación de tren por lo menos?

Tiró de su valija por aquella larga calle sin dejar de observar su teléfono. Los mosquitos se deleitaban de su sangre, y juraba que ya sus brazos no se verían de tanta picadura.

Quería llorar, gritar o matar al primer habitante que se presentara ante sus ojos. Aquello parecía una tierra desierta, cabañas y campo, tiendas al estilo del viejo oeste.

¿En qué momento saldrían los cowboys y aparecerían las cámaras?

—Una sola raya, no puede ser. No, no —murmuró entre dientes resoplando.

El calor la estaba aniquilando, y aún restaban dos cuadras que parecían alejarla más de la población fantasma que seguramente habitaba ese pueblo. ¿Cómo a su abuelo se le ocurrió citarla ahí? Podía perfectamente montar una reunión online, pero no, ahí estaba cumpliendo con lo que parecía ser su último deseo.

—Hola... ¡Si, Grace! Estoy en un pueblo muy —miró hacia todos lados deprimida —, muy alejado de la ciudad. Si algo ocurre conmigo por favor asegúrate de que Declan localice mi teléfono. Tengo las ultimas fotos de la campaña y deben formar parte de mi portfolio, además no puedo morir antes de que Amanda vea mi desempeño, mis g—

El impacto del agua chocando sobre su chaqueta la hizo cortar la llamada.

Lo siguiente que supo fue el chapuzón empapando bruscamente sobre su cabeza. Dios, pasó cinco horas en el salón, el baño de crema y productos se irían a la basura bajo los efectos de esa lluvia de pueblo asquerosa.

—No, no, que esto es Fendi, mis botas no —se quejó quisquillosa apresurándose —. ¿Dónde están las cuadras? —miró hacia atrás dándose cuenta que se había pasado de la pequeña pero elegante cabaña de su abuelo por doscientos metros que debería de caminar bajo el chaparrón insólito y de película.

Lo peor fue ver la camioneta casi que vintage con su pintura deteriorada cruzar un charco y salpicarla por completo.

Mordió su labio sintiendo su rostro arder de tanta furia. Si su abuelo no se moría iba ella misma a hacerlo. Bien, eso era solo una broma, pero desde que se subió a aquel autobús supo que la cadena de desgracias continuaría.

Lo encontró sobre el porche admirando su desgracia, su peor pesadilla; su cabello caído, la ropa pegada a su cuerpo y el bolso recién estrenado gracias a la publicidad que su manager le consiguió, dañado.

—Espero que estés contento. Este pueblo de mala muerte ya me convenció de irme apenas salga el sol.

Su abuelo sonrió burlándose, y desde aquella silla que lo hamacaba sin preocupaciones parecía un contraste perfecto. Subió las escaleras del porche, se quitó sus botas volcando el agua que hacía nadar sus pies en ellas. Llevó sus manos a su cabello sintiéndolo pegajoso, necesitando de otra dosis de cremas antes de volverlo a secar.

—La última vez que te he visto tan desaliñada tenías doce años — comentó él dejando su taza en una mesa que lo acompañaba.

—Gracias a Dios has sido solamente tú quien me ha visto. Podría costarme horas de burlas en las redes que alguien me viese tan mediocre — confesó luego de acercarse y besar su mejilla. Ya su chaqueta pesaba de tanta agua.

Navidad sin señal © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora