Capítulo 13.

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—¡¿Pero qué crees que haces?! —Aún con la vista borrosa veo como Ernesto se acerca a mi, los frascos de pastillas quedan a un lado cuando me los quita de las manos.

Sus ojos tratan de buscar los míos pero no puedo ni siquiera verlo a la cara, no en éste estado, no quiero ver a nadie solo quiero que las cosas terminen, busco una vez más las pastillas es la única solución... la única.

Forcejeo con él cuando trata de quitarmelas una vez más, él es más fuerte que yo por lo que gana la batalla mientras yo siento de verdad que ya nada tiene sentido, todo se ha derrumbando, los pocos simientos de mi corazón que traté de mantener en pie están cayendo poco a poco y que doloroso e injusto es todo ¿Por qué la vida no puede darme aunque sea un momento de paz? ¿Por qué veo tan imposible encontrar un poco de felicidad? Tanto que he luchado y nada a funcionado, tanto que he tratado de hacerme creer que algo mejor puede venir y es todo lo contrario.

—Solo quiero que ya termine —Sus brazos me envuelven y me aferro a él como un salvavidas, como la única persona que puede mantenerme de pie justo ahora, porque por mi cuenta no tengo fuerzas ni para respirar.

—Esta no es la solución —Su respiración se regula en un instante y suspira —, lo que piensas no es la solución, siempre hay algo mejor, no siempre tiene que ser la muerte.

Pero tal vez esta vez si sea la solución, solo quiero adelantarla y que ya se termine este tormento, no tengo que esperar si puedo hacerlo de una vez, me quedo sin fuerzas y sin ganas de seguir de pie porque hasta eso me duele ¿De verdad merezco esto? ¿Este es el precio que tengo que pagar por un accidente? No tengo el apoyo de mi familia, no tengo a mi madre y mi padre... no es mi padre, el dolor me consume cuando las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza, no hay mayor dolor, mayor trauma que escuchar a tu propia madre decir que no te quiere, que no le importa tu sufrimiento cuando sabes que tú darías la vida por ella si fuera necesario, que incluso harías lo que fuera para que ella sea feliz y ahora sé que la haría feliz.

No sé cuánto tiempo pasa pero dejo de llorar, de mis ojos no salen más lagrimas pero siento como mi corazón se está partiendo, Ernesto no hace más que acariciarme el cabello susurrando palabras al viento porque no le presto atención, sigo aferrada a él para no desarmarme.

—¿Mejor? —indaga en un pequeño susurro y asiento.

No estoy mejor, solo estoy vacía y rota, cansada e incompleta. Cuando se aparta de mí me toma por el mentón para que lo vea a los ojos, me acaria la mejilla y el tacto de sus dedos me duele al rozar el golpe que me dio mi madre.

—¿Que haces aquí? —mi garganta esta seca y mi voz es apagada.

—Venía a hablar con tu padre pero tu mamá me dijo que está descansando por lo que pedí verte a tí —Me sigue acariciando la mejilla y sus ojos no se apartan de los mios, su mano calida acuna mi rostro de forma delicada —, no me gusta verte así —confiesa en voz baja.

Bajo la mirada por vergüenza y él vuelve a tomarme del mentón para que vuelva a verlo a los ojos, el café de estos llega a ser hipnotizante y trago en seco por su cercanía.

—Ven conmigo —me toma de la mano y camina hacia la puerta pero yo lo detengo.

—No puedo salir así —busco una excusa porque no tengo ánimos de nada, sin embargo no se da por vencido.

—Tienes razón, cambia tu uniforme y ponte algo cómodo y caliente, afuera hay frío —Sale de la habitación y no me queda más alternativa que cambiarme, me veo en el espejo y me duele verme tan apagada, suspiro y trato de esconder mis ojeras con maquillaje al igual que el moretón que se está formando en mi pómulo pero es imposible.

Al Final Fuiste tú [En Proceso].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora